viernes, 27 de julio de 2007

Al final del andén

Crónica de una partida

Al final del andén


Tan simple como una estación de tren, Retiro vive por si misma cada tarde cuando la gente llega para irse.

De la calle a la estación
Suena la alarma del reloj, nadie lo detiene. Son las 19.30, hora pico en la estación de trenes de Retiro y un vendedor ambulante intenta desesperadamente vender sus relojes mientras la gente llega deseando partir.
María tiene 25 años y es empleada doméstica en una casa de Palermo. Luego de combinar dos ramales de subte llega a retiro para irse. Sabe que si no corre no encontrará lugar en el tren de las 19.46.Osvaldo, caja de herramientas en mano, camina decidido hacia el andén. Hace tiempo resuelto sacar el pase mensual, solo así podrá llegar a saludar a su mujer antes de que parta a su trabajo nocturno.
Retiro vive por si mismo. La gente viene y va, pero también están los que se quedan.
Ramón sobrevive el día a día gracias a su zapatería, ubicada en el lado oeste de la estación. Admite que el gusto por el lugar va disminuyendo con los años y los robos. Por los que tuvo que tomar medidas. “Tuve que cerrar algunos accesos de la zapatería para que no se metieran a robar”. No recuerda muchos sucesos importantes en los últimos años, cada día suele parecerse al siguiente. Sin embargo hace unos meses el fuego alteró su tranquilidad. “Se prendió fuego toda la línea de luz, las centrales y los medidores. Estuvimos una semana sin electricidad”.
El bullicio silencioso de la hora pico ensordece los oídos. Cada uno metido en su propio yo o hundido en sus auriculares, musicaliza su propia existencia.
Desde lejos se siente el olor a estación, mezcla ácida de churros, panchos y sándwiches de milanesa. Algunos evitándolo ingresan a los bares con entradas suntuosas, donde los señores de traje y corbata no se mezclan con los más humildes que comen de pie. Un reloj antiguo avisa la hora de partir, y mientras paga su cuenta, el pasajero de traje caro mira por última vez la cúpula de vitreaux que no se ve desde otras partes de la estación.
Retiro es un lugar anónimo para todo aquel que deba correr para alcanzar su tren, esquivando perros, gatos y palomas. El antropólogo y etnólogo Marc Augé definió a las estaciones de trenes como “no-lugares”, como territorios anónimos para hombres ajenos por un período de tiempo a su identidad, origen y ocupación. Para otros, Retiro es su hogar. Los bancos se transforman en refugios donde niños como Juan (ver recuadro) y adultos se turnan para dormir.

Del hall al andén
Llega la hora y todos se dirigen al andén. Los carteristas desprovistos de inhibiciones aprovechan hacer desaparecer bolsos y billeteras. Nada importa, ni siquiera la estación de policía al extremo este del hall.
Al introducir el boleto, los molinetes automáticos ceden con un ruido metálico el paso hacia el andén. La gente se amontona al comienzo como si el cansancio de un agotador día de trabajo no los dejara llegar hasta el final.
El tren se acerca y los pasajeros desesperan. Es la hora pico y la gente empuja para llegar primero al vagón, donde comienza un juego histérico por conseguir un asiento. La distribución dentro del tren es caótica, la gente se amontona y los más cuidadosos corren sus bolsos contra sus cuerpos.
Los pasajeros desconocidos se miran unos a otros, pero nunca a los ojos, guardando así el anonimato. Finalmente pierden sus miradas en lo que desfila velozmente detrás de la ventanilla.
Muchos se sienten aliviados, ese calor humano que tantas veces detestaron durante el verano ya no es tan desagradable en invierno.
El viajero común comienza así su viaje y finalmente los que llegaron, ya están listos para irse.

viernes, 20 de julio de 2007

Última entrevista al Negro Fontanarrosa por Juan Jacobo Velasco (mi primo), Especial para HOY, diario Ecuador

COPA AMÉRICA
Fútbol, un tema con todos los condimentos

“Si supiera cómo solucionar al fútbol estaría ocupando el lugar de Blatter”, dice Roberto Fontanarrosa, escritor e intelectual argentino

Roberto Fontanarrosa es una leyenda viviente que ha dejado huella tanto en el cómic (con íconos como Inodoro Pereyra y Boggie el aceitoso) como en la literatura, en la que ha recreado mundos internos (el fútbol en todas sus dimensiones, particularmente desde su perspectiva como fanático de Rosario Central, el cuadro “canalla”; la vida de barrio en Rosario) generalmente desechados por la academia. Su cercanía, su capacidad de observación y un humor rápido y punzante, le han ganado un espacio en la sociedad argentina (varios de sus cuentos se adaptaron al teatro con gran éxito) y latinoamericana, casi al punto del fanatismo. Pero desde 2003, cuando se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica –la misma enfermedad del físico Stephen Hawkins, que degenera, hasta la muerte, la motricidad- su vida cambió. Hasta el punto en que a comienzos de este año se despidió, formalmente, del dibujo, con una carta abierta al diario Clarín que generó una impresionante reacción del público.


Esta entrevista ha sido un proceso comprensiblemente lento, en el que Fontanarrosa respondió, de a poco, las preguntas. Pero lo hizo con la sencillez y luminosidad que lo caracterizan. Casi como un amigo de barrio. Un amigo que, pese a su estado, en la reverberación de sus palabras deja un mensaje: que la vida continúa y hay que vivirla -como los partidos bien jugados- con dignidad, hasta el final.


Usted definió al amor que se tiene a la Selección y a Rosario Central como el que se le tiene a la tía y a la madre, respectivamente. ¿Cómo va ese amor a la tía “ selección argentina” por estos días?

Esa definición, con la cual estoy de acuerdo, no me pertenece, sino que es de mi amigo el “Colorado” Vázquez. Esta selección argentina despierta grandes expectativas por los nombres que reúne. Y uno espera todo de ella. El primer tiempo contra los EEUU me llenó de dudas por la lentitud y la falta de agresividad, producto de una exagerada intención de conservar la pelota. Creo que con los jugadores que tenemos, Messi, Aimar o Tévez, hay que encarar más y no tocar tanto para atrás. De lo contrario no se hace pesar a los gambeteadores, que son los que tienen la llave para abrir equipos ultradefensivos.

¿Y qué le han parecido el resto de “ tías” nacionales?

Es una pregunta apresurada. Pero, en lo que vi, advertí una intención general de buen juego ofensivo, cosa que se tradujo en la cantidad de goles.

Este año tuvo el privilegio del grabado en la camiseta de Rosario Central, gracias a uno de sus dibujos. ¿Qué sintió frente al hecho en sí y a una temporada “ canalla” , con más oscuros que claros?

La mala campaña era muy previsible. Incluso no resultó tan mala como pintaba. Para mí fue un orgullo que me pidieran un símbolo para la camiseta. Creo que el sueño de cualquier hincha es participar de alguna manera en el accionar del equipo.

Impresiona ver los homenajes que le han rendido los fanáticos (al deporte, a la literatura, al dibujo) desde que se conoció lo de su enfermedad. ¿Qué le han dejado?

Me dejan siempre un mensaje de cariño, muy terapéutico, por más formales que sean. Me hace sentir que uno no ha hecho tan mal las cosas, laboral y humanamente.

Dos cosas de Fontanarrosa han marcado a la opinión pública en el último tiempo: su discurso sobre “ las malas palabras” en la III Cumbre de la Lengua Española y su carta de despedida (del dibujo) en Clarín. ¿Qué lectura tiene respecto del fenómeno que generaron estos “ parte aguas” ?

Ambas cosas tuvieron mayor repercusión de la que yo pensaba, especialmente la carta de despedida. Creo que lo de las malas palabras fue un tema bien elegido, aunque nunca quise plantear algo provocador o escandalizante. Lo de la carta fue más íntimo y solo traté de comunicar, sin caer en ninguna sensiblería, que dejaba de dibujar y a mis textos los ilustrarían Crist y Óscar Salas.

Después de su despedida del dibujo, ¿cómo se ha dado el proceso de generación del humor gráfico? ¿Hay futuro para Inodoro Pereyra y cía.? ¿Cómo se ha dado la transición?

Yo escribo los diálogos de los chistes diarios como siempre. Luego se los mando a Crist junto a detalles de la situación y de los personajes. Crist me devuelve el dibujo a color y acá yo le agrego los globos con los textos, usando el tipo de letra mío que tengo digitalizado. Luego lo mando a Clarín. Con Inodoro Pereyra es similar. Le envío a Salas todos los diálogos, cuadrito por cuadrito, con indicaciones de gestos y actitudes. Salas nos manda el dibujo sin color y con los textos distribuidos a lápiz para calcular espacios. Acá, con Luis (su asistente), reemplazamos esos textos bocetados por los definitivos en sus globitos, le damos color a la tira y le enviamos a la revista Viva. Con el sistema que acabo de explicar, Inodoro Pereyra se siguió publicando casi sin interrupciones. Hay lectores que ni siquiera se han dado cuenta del cambio de dibujante.

Usted ha revitalizado una, hasta ahora, poco explorada veta literaria: la del fútbol. ¿Por qué tan pocos autores han escrito sobre el deporte y qué explicaría el éxito suyo?

Tal vez no haya muchos escritores a los que les guste el fútbol. Y posiblemente ahora se dé una cuestión de moda, incentivada por un público muy amplio y receptivo. Es como si hubiéramos descubierto que el fútbol es un tema que tiene todos los condimentos para ser atractivo, dentro y fuera de la cancha.

Otra idea que queda en sus textos es Rosario (café El Cairo, la OCAL, “ la capital de la potra argentina” ), su ciudad natal. ¿Cómo ha sido su vida en su lugar antes y después de su enfermedad?

Son temas que darían para un libro, imposibles de encerrar en una respuesta.

De sus textos se desprende un aire “ menottista” . Me imagino que ligado al pasado “ canalla” del “ Flaco” y a su gusto por la estética del fútbol. ¿Podría nombrar tres DT regionales o mundiales a los que les vea ese espíritu?

Soy amigo personal del “Flaco”, aunque no acuerdo con toda su filosofía, como no me gustaba cuando sus equipos jugaban al offside. Basile, Pekerman y Cruyff podrían estar en su línea.

Parece que la búsqueda frenética del éxito de corto plazo remueve todo en el fútbol. Se invierte mucha plata, quedan las deudas, se rompen los procesos iniciados por los cuerpos técnicos. ¿Qué hace falta para revertir esa fiebre?

Si supiera cómo solucionarlo estaría ocupando el lugar de Blatter.

A pesar de la “ perversidad del sistema” , se puede ser exitoso, como lo ha demostrado el Boca de Macri. ¿Qué opina de él y su gestión? ¿Hay un trasvase entre la gestión del fútbol y una posible gestión política?

La gestión de Macri en Boca ha sido eficiente y exitosa. Y siempre en la Argentina ha habido una relación de fútbol-política, ya que muchos aspirantes al poder han usado los clubes como vidrieras.

FRASES
Con Inodoro Pereyra y compañía creó tiras cómicas de humor y política. Las historietas las publica en Clarín pese a su enfermedadSiempre en la Argentina ha habido una relación de fútbol-política, ya que muchos aspirantes al poder han usado los clubes como vidrierasCreo que con los jugadores que tenemos, como Messi, Aimar o Tévez, hay que encarar más y no tocar tanto para atrásEs como si hubiéramos descubierto que el fútbol es un tema que tiene todos los condimentos para ser atractivo, dentro y fuera de la cancha

Última entrevista al Negro Fontanarrosa por Juan Jacobo Velasco (mi primo), Especial para HOY, diario de Ecuador

COPA AMÉRICAFútbol, un tema con todos los condimentos
“Si supiera cómo solucionar al fútbol estaría ocupando el lugar de Blatter”, dice Roberto Fontanarrosa, escritor e intelectual argentino

Roberto Fontanarrosa es una leyenda viviente que ha dejado huella tanto en el cómic (con íconos como Inodoro Pereyra y Boggie el aceitoso) como en la literatura, en la que ha recreado mundos internos (el fútbol en todas sus dimensiones, particularmente desde su perspectiva como fanático de Rosario Central, el cuadro “canalla”; la vida de barrio en Rosario) generalmente desechados por la academia. Su cercanía, su capacidad de observación y un humor rápido y punzante, le han ganado un espacio en la sociedad argentina (varios de sus cuentos se adaptaron al teatro con gran éxito) y latinoamericana, casi al punto del fanatismo. Pero desde 2003, cuando se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica –la misma enfermedad del físico Stephen Hawkins, que degenera, hasta la muerte, la motricidad- su vida cambió. Hasta el punto en que a comienzos de este año se despidió, formalmente, del dibujo, con una carta abierta al diario Clarín que generó una impresionante reacción del público.Esta entrevista ha sido un proceso comprensiblemente lento, en el que Fontanarrosa respondió, de a poco, las preguntas. Pero lo hizo con la sencillez y luminosidad que lo caracterizan. Casi como un amigo de barrio. Un amigo que, pese a su estado, en la reverberación de sus palabras deja un mensaje: que la vida continúa y hay que vivirla -como los partidos bien jugados- con dignidad, hasta el final.Usted definió al amor que se tiene a la Selección y a Rosario Central como el que se le tiene a la tía y a la madre, respectivamente. ¿Cómo va ese amor a la tía “ selección argentina” por estos días?Esa definición, con la cual estoy de acuerdo, no me pertenece, sino que es de mi amigo el “Colorado” Vázquez. Esta selección argentina despierta grandes expectativas por los nombres que reúne. Y uno espera todo de ella. El primer tiempo contra los EEUU me llenó de dudas por la lentitud y la falta de agresividad, producto de una exagerada intención de conservar la pelota. Creo que con los jugadores que tenemos, Messi, Aimar o Tévez, hay que encarar más y no tocar tanto para atrás. De lo contrario no se hace pesar a los gambeteadores, que son los que tienen la llave para abrir equipos ultradefensivos.¿Y qué le han parecido el resto de “ tías” nacionales? Es una pregunta apresurada. Pero, en lo que vi, advertí una intención general de buen juego ofensivo, cosa que se tradujo en la cantidad de goles.Este año tuvo el privilegio del grabado en la camiseta de Rosario Central, gracias a uno de sus dibujos. ¿Qué sintió frente al hecho en sí y a una temporada “ canalla” , con más oscuros que claros? La mala campaña era muy previsible. Incluso no resultó tan mala como pintaba. Para mí fue un orgullo que me pidieran un símbolo para la camiseta. Creo que el sueño de cualquier hincha es participar de alguna manera en el accionar del equipo.Impresiona ver los homenajes que le han rendido los fanáticos (al deporte, a la literatura, al dibujo) desde que se conoció lo de su enfermedad. ¿Qué le han dejado? Me dejan siempre un mensaje de cariño, muy terapéutico, por más formales que sean. Me hace sentir que uno no ha hecho tan mal las cosas, laboral y humanamente.Dos cosas de Fontanarrosa han marcado a la opinión pública en el último tiempo: su discurso sobre “ las malas palabras” en la III Cumbre de la Lengua Española y su carta de despedida (del dibujo) en Clarín. ¿Qué lectura tiene respecto del fenómeno que generaron estos “ parte aguas” ? Ambas cosas tuvieron mayor repercusión de la que yo pensaba, especialmente la carta de despedida. Creo que lo de las malas palabras fue un tema bien elegido, aunque nunca quise plantear algo provocador o escandalizante. Lo de la carta fue más íntimo y solo traté de comunicar, sin caer en ninguna sensiblería, que dejaba de dibujar y a mis textos los ilustrarían Crist y Óscar Salas.Después de su despedida del dibujo, ¿cómo se ha dado el proceso de generación del humor gráfico? ¿Hay futuro para Inodoro Pereyra y cía.? ¿Cómo se ha dado la transición?Yo escribo los diálogos de los chistes diarios como siempre. Luego se los mando a Crist junto a detalles de la situación y de los personajes. Crist me devuelve el dibujo a color y acá yo le agrego los globos con los textos, usando el tipo de letra mío que tengo digitalizado. Luego lo mando a Clarín. Con Inodoro Pereyra es similar. Le envío a Salas todos los diálogos, cuadrito por cuadrito, con indicaciones de gestos y actitudes. Salas nos manda el dibujo sin color y con los textos distribuidos a lápiz para calcular espacios. Acá, con Luis (su asistente), reemplazamos esos textos bocetados por los definitivos en sus globitos, le damos color a la tira y le enviamos a la revista Viva. Con el sistema que acabo de explicar, Inodoro Pereyra se siguió publicando casi sin interrupciones. Hay lectores que ni siquiera se han dado cuenta del cambio de dibujante.Usted ha revitalizado una, hasta ahora, poco explorada veta literaria: la del fútbol. ¿Por qué tan pocos autores han escrito sobre el deporte y qué explicaría el éxito suyo? Tal vez no haya muchos escritores a los que les guste el fútbol. Y posiblemente ahora se dé una cuestión de moda, incentivada por un público muy amplio y receptivo. Es como si hubiéramos descubierto que el fútbol es un tema que tiene todos los condimentos para ser atractivo, dentro y fuera de la cancha.Otra idea que queda en sus textos es Rosario (café El Cairo, la OCAL, “ la capital de la potra argentina” ), su ciudad natal. ¿Cómo ha sido su vida en su lugar antes y después de su enfermedad?Son temas que darían para un libro, imposibles de encerrar en una respuesta.De sus textos se desprende un aire “ menottista” . Me imagino que ligado al pasado “ canalla” del “ Flaco” y a su gusto por la estética del fútbol. ¿Podría nombrar tres DT regionales o mundiales a los que les vea ese espíritu? Soy amigo personal del “Flaco”, aunque no acuerdo con toda su filosofía, como no me gustaba cuando sus equipos jugaban al offside. Basile, Pekerman y Cruyff podrían estar en su línea.Parece que la búsqueda frenética del éxito de corto plazo remueve todo en el fútbol. Se invierte mucha plata, quedan las deudas, se rompen los procesos iniciados por los cuerpos técnicos. ¿Qué hace falta para revertir esa fiebre? Si supiera cómo solucionarlo estaría ocupando el lugar de Blatter.A pesar de la “ perversidad del sistema” , se puede ser exitoso, como lo ha demostrado el Boca de Macri. ¿Qué opina de él y su gestión? ¿Hay un trasvase entre la gestión del fútbol y una posible gestión política? La gestión de Macri en Boca ha sido eficiente y exitosa. Y siempre en la Argentina ha habido una relación de fútbol-política, ya que muchos aspirantes al poder han usado los clubes como vidrieras.FRASESCon Inodoro Pereyra y compañía creó tiras cómicas de humor y política. Las historietas las publica en Clarín pese a su enfermedadSiempre en la Argentina ha habido una relación de fútbol-política, ya que muchos aspirantes al poder han usado los clubes como vidrierasCreo que con los jugadores que tenemos, como Messi, Aimar o Tévez, hay que encarar más y no tocar tanto para atrásEs como si hubiéramos descubierto que el fútbol es un tema que tiene todos los condimentos para ser atractivo, dentro y fuera de la cancha

martes, 17 de julio de 2007

La conciencia de las palabras

La ética debe ir más allá de la palabra, debe existir en cada línea escrita y en cada línea imaginada. La mentira, incompatible con la realidad del periodismo, es su peor amenaza. Sin embargo con tan solo un llamado a la autocrítica y la modestia es posible erradicar este gran pecado. El periodismo no debe nunca soltarle la mano a la libertad, pero sobre todo a la intención.

Todo el mundo o casi todo el mundo fue o será noticia alguna vez. A algunos les va bien y quedan notablemente satisfechos por lo que dicen de ellos o por como los hechos son narrados. Otros, sufren la peor enfermedad del periodismo: la mentira.
Pero cuando se habla de mentira, no se habla de una simple equivocación. Para eso existe la revisión de las fuentes, la edición y como última herramienta, la fe de erratas. Cuando se habla de mentira en el periodismo, se habla de mala conciencia. “Las malas personas no pueden ser buenos periodistas” decía Ryszard Kapuscinski, “para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buen hombre, o buena mujer: buenos seres humanos”.
Sin la ética como herramienta principal, el periodismo pierde su razón de ser. No hay sentido en la mala información. No, por lo menos, para aquel que considera que la mentira tiene patas cortas y que la verdad al fin y al cabo siempre sale vencedora. La falsedad, como producto antiético, pone en peligro no solo el desempeño profesional sino también la naturaleza de las personas. El periodista más que nadie, tiene un compromiso con la verdad y debe declararse enemigo asiduo de la mentira. Pero sobre todo, el periodista debe buscar esa verdad hasta el final. No como mero estandarte el cual se persigue ciegamente, sino como un objetivo del día a día. Cada palabra escrita debe reflejar esa verdad.
Nunca más cierto el dicho de “la historia depende de quien la escriba”, que en el periodismo. Se pueden saber las reglas de ortografía de memoria, el orden de los verbos y los sustantivos, la cantidad de líneas o caracteres para una cabeza informativa o hasta el ABC de una crónica perfecta, pero si no se pone una pizca de creatividad, dos de ambición y el alma entera, poco servirá ser el periodista perfecto. Poner el alma entera no significa otra cosa que ser ética y moralmente íntegro. Cuando el periodista escribe, no debe dejar de incorporar ninguna parte de él por que la persona es una sola y la vida no se separa de la profesión.
Pierre Bordieu dijo alguna vez: “El primer paso hacia una reflexión ética consiste en definir las zonas de libertad en donde las responsabilidades y las posibilidades reales están comprometidas”. El buen periodista tiene un compromiso directo con cada uno de sus lectores. Según Kapuscinski, “Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos o al menos, describirlos”. En el periodismo, el otro es siempre fundamental. “Vivir e informa por y para el otro”, debe ser el lema de un periodismo comprometido y solidario con la realidad que refleja.
Pero el periodismo es también poder y libertad. Poder que se refleja en cada palabra utilizada y cada palabra omitida. Libertad que, según Mario Vargas Llosa, “es permitirse enfrentarse a grandes intereses sin ser mediatizado ni silenciado”.
El peor destino para un periodista es la autorepresión, el convertirse en simple autómata sediento de datos para satisfacer a los medios de comunicación. El buen periodista no debe olvidar nunca que el poder es libertad, y que su libertad es poder. Canallas y mediocres hay y habrá en todas partes, lo importante y muchas veces lo insoportablemente difícil, es saber diferenciarse de ellos. Medios políticamente manejados, trabas ideológicas ajenas… no es fácil ejercer el periodismo en la Argentina de hoy, pero aquel que se arriesga en ese mundo, al cuál muchas veces le falta modestia y autocrítica, debe hacerlo con conciencia plena.
Un buen periodista es sobre todo, y como toda buena persona, el que aprende de los errores, propios y ajenos, para no volver a cometerlos.
A saber, todos los grandes (y no tan grandes) maestros del periodismo coinciden: el periodismo debe ser, si o si, intencional. Siempre será el objetivo principal el informar, pero en esa misma acción se deberá intentar provocar algún tipo de cambio. Se informa por que se cree que se puede cambiar aquello que no gusta, o por lo menos resaltar aquello que si y exponerlo como modelo.
Las palabras son mágicas y hasta en el periodismo su poder debe ser temido. El hombre es hombre a partir de su lenguaje, de lo que transmite y comunica. El ser humano esta hecho de ese lenguaje que crea y de tiempo. Su mezcla no trae más que una simple verdad: la conciencia.
Bordieu llama al periodismo a darse cuenta de la violencia simbólica inconciente que ejercen con el poder de sus palabras. A darse cuenta que son utilizados por la política y la burguesía para transmitir lo que a ellos se les antoja, y que solo a través de una comunicación sobre lo inconciente de la comunicación, se logrará un periodismo intencionalmente conciente, ese que siempre debió y deberá ser.

domingo, 15 de julio de 2007

Estación de la mano por Julio Cortázar

La dejaba entrar por la tarde, abriéndole un poco la hoja de mi ventana que da al jardín, y la mano descendía ligeramente por los bordes de la mesa de trabajo apoyándose apenas en la palma, los dedos sueltos y como distraídos, hasta venir a quedar inmóvil sobre el piano, o en el marco de un retrato, o a veces sobre la alfombra color vino.Amaba yo aquella mano porque nada tenía de voluntariosa y sí mucho de pájaro y de hoja seca. ¿Sabía ella algo de mí? Sin titubear llegaba a la ventana por las tardes, a veces de prisa -con su pequeña sombra que de pronto se proyectaba sobre los papeles- y como urgiendo que le abriese; y otras lentamente, ascendiendo por los peldaños de la hiedra donde, a fuerza de escalarla, había calado un camino profundo. Las palomas de la casa la conocían bien; con frecuencia escuchaba yo de mañana un arrullar ansioso y sostenido, y era que la mano andaba por los nidos, ahuecándose para contener los pechos de tiza de los más jóvenes, la pluma áspera de los machos celosos. Amaba las palomas y los bocales de agua fresca; cuántas veces la encontré al borde de un vaso de cristal, con los dedos levemente mojados en el agua que se complacía y danzaba. Nunca la toqué; comprendía que aquello hubiera sido desatar cruelmente los hilos de un acaecer misterioso. Y muchos días anduvo la mano por mis cosas, abrió libros y cuadernos, puso su índice -con el cual sin duda leía- sobre mis más bellos poemas y los fue aprobando uno a uno.El tiempo transcurría. Los sucesos exteriores a los cuales debía mi vida someterse con dolor, principiaron a ondular como curvas que sólo de sesgo me alcanzaban. Descuidé mi aritmética, vi cubrirse de musgo mi más prolijo traje; apenas salía ahora de mi cuarto, a la espera cadenciosa de la mano, atisbando con ansiedad el primer -y más lejano y hundido- roce en la hiedra.Le puse nombres; me gustaba llamarla Dg, porque era un nombre sólo para pensarse. Incité su probable vanidad dejando anillos y pulseras sobre las repisas, espiando su actitud con secreta constancia. Varias veces creí que se adornaría con las joyas, pero ella las estudiaba dando vueltas en torno y tocarlas, a semejanza de una araña desconfiada; y aunque un día llegó a ponerse un anillo de amatista fue sólo por un instante y lo abandonó como si le quemara. Yo me apresuré a esconder las joyas en su ausencia y desde entonces me pareció que estaba más complacida.Así declinaron las estaciones, unas esbeltas y otras con semanas ceñidas de luces violentas, sin que sus llamadas premiosas llegaran hasta nuestro ámbito. Todas las tardes volvía la mano, mojada con frecuencia por las lluvias otoñales, y la veía ponerse de espaldas sobre la alfombra, secarse prolijamente uno dedo con otro, a veces con menudos saltos de cosa satisfecha. En los atardeceres de frío su sombra se teñía de violeta. Yo colocaba entonces un brasero a mis pies y ella se acurrucaba y apenas bullía, salvo para recibir, displicente, un álbum con grabados o un ovillo de lana que le gustaba anudar y retorcer. Era incapaz, lo advertí pronto, de estarse largo rato quieta. Un día encontró una artesa de arcilla y se precipitó sobre la novedad; horas y horas modeló la arcilla mientras yo, de espaldas, fingía no preocuparme por su tarea. Naturalmente, modeló una mano. La dejé secar y la puse sobre el escritorio para probarle que su obra me agradaba. Pero era un error: como a todo artista, a Dg terminó por molestarle la contemplación de esa otra mano rígida y algo convulsa. Al retirarla de la habitación, ella fingió por pudor no haberlo advertido.Mi interés se tornó bien pronto analítico. Cansado de maravillarme, quise saber; he ahí el invariable y funesto fin de toda aventura. Surgían las preguntas acerca de mi huésped: ¿Vegeta, siente, comprende, ama? Imaginé "tests", tendí lazos, apronté experimentos. Había advertido que la mano, aunque capaz de leer, jamás escribía. Una tarde abrí la ventana y puse sobre la mesa un lapicero, cuartillas en blanco, y cuando entró Dg me marché para dejarla libre de toda timidez. Por la cerradura vi que hacía sus paseos habituales y luego, vacilante, iba hasta el escritorio y tomaba el lapicero. Oí el arañar de la pluma, y después de un tiempo ansioso entré en el cuarto. Sobre el papel, en diagonal y con letra perfilada, Dg había escrito: "Esta resolución anula todas las anteriores hasta nueva orden". Jamás pude lograr que volviese a escribir.Transcurrido el periodo de análisis, comencé a querer de veras a Dg. Amaba su manera de mirar las flores de los búcaros, su rotación acompasada en torno a una rosa, aproximando la yema de los dedos hasta rozar los pétalos, y ese modo de ahuecarse para envolver una flor, sin tocarla, acaso su manera de aspirar la fragancia. Una tarde que yo cortaba las páginas de un libro recién comprado, observé que Dg parecía secretamente deseosa de imitarme. Salí entonces a buscar más libros, y pensé que tal vez le agradaría formar su propia biblioteca. Encontré curiosas obras que parecían escritas para manos, como otras para labios o cabellos, y adquirí también un puñal diminuto. Cuando puse todo sobre la alfombra -su lugar predilecto- Dg lo observó con su cautela acostumbrada. Parecía temerosa del puñal, y recién días después se decidió a tocarlo. Yo seguía cortando mis libros para infundirle confianza, y una noche (¿he dicho que sólo al alba se marchaba, llevándose las sombras?) principió ella a abrir sus libros y separar las páginas. Pronto se desempeñó con una destreza extraordinaria; el puñal entraba en las carnes blancas u opalinas con gracia centelleante. Terminada la tarea colocaba el cortapapel sobre una repisa -donde había acumulado objetos de su preferencia: lanas, dibujos, fósforos usados, un reloj pulsera, montoncitos de ceniza- y descendía para acostarse de bruces en la alfombra y principiar la lectura. Leía a gran velocidad, rozando las palabras con un dedo; cuando hallaba grabados, se echaba entera sobre la página y parecía como dormida. Noté que mi selección de libros había sido acertada; volvía una y otra vez a ciertas páginas ("Etude de Mains" de Gautier; un lejano poema mío que comienza: "Poder tomar tus manos..."; le Gant de Crin" de Reverdy) y colocaba hebras de lana para recordarlas. Antes de irse, cuando yo dormía ya en mi diván, encerraba sus volúmenes en un pequeño mueble que a tal propósito le destiné; y nunca hubo nada en desorden al despertar.De esta manera sin razones -plenamente basada en la simplicidad del misterio- convivimos un tiempo de estima y correspondencia. Toda indagación superada, toda sorpresa abolida, ¡qué acaecer total de perfección nos contenía! Nuestra vida, así, era una alabanza sin destino, canto puro y jamás presupuesto. Por mi ventana entraba Dg y con ella el ingreso de lo absolutamente mío, rescatado al fin de la limitación de los parientes y las obligaciones, recíproco en mi voluntad de complacer a aquella que de tal forma me liberaba. Y vivimos así, por un tiempo que no podría contar, hasta que la sanción de lo real vino a incidir en mi flaqueza, ardida de celos por tanta plenitud fuera de sus cárceles pintadas. Una noche soñé: Dg se había enamorado de mis manos -la izquierda, sin duda, pues ella era diestra- y aprovechaba mi sueño para raptar a la amada cortándola de mi muñeca con el puñal. Me desperté aterrado, comprendiendo por primera vez la locura de dejar una arma en poder de aquella mano. Busqué a Dg, aún batido por las turbias aguas de la visión; estaba acurrucada en la alfombra y en verdad parecía atenta a los movimientos de mi siniestra. Me levanté y fui a guardar el puñal donde no pudiera alcanzarlo, pero después me arrepentí y se lo traje, haciéndome amargos reproches. Ella estaba como desencantada y tenía los dedos entreabiertos en una misteriosa sonrisa de tristeza.l l lYo sé que no volverá más. Tan torpe conducta puso en su inocencia la altivez y el rencor. ¡Yo sé que no volverá más! ¿Por qué reprochármelo, palomas, clamando allá arriba por la mano que no retorna a acariciarlas? ¿Por qué afanarse así, rosa de Flandes, si ella no te incluirá ya nunca en sus dimensiones prolijas? Haced como yo, que he vuelto a sacar cuentas, a ponerme mi ropa, y que paseo por la ciudad el perfil de un habitante correcto.

sábado, 14 de julio de 2007

Critica a "La mujer del maestro"

La mujer del maestro
Por Guillermo Martínez
159 páginas (PLANETA)


“Sufría la asimetría más cruel y común del amor: la de haber convertido al otro en todo y no ser para el otro nada”.
Dos hombres y una mujer, un triángulo amoroso clásico: para muchos la fórmula perfecta de una gran historia, para otros la dificultad de no caer en lo trillado. Guillermo Martínez no logra ni uno ni otro, el problema: decidir si para mejor o para peor.

Un joven escritor se enamora a primera vista de una bella mujer llamada Cecilia. ¿El conflicto en cuestión? es “la mujer del maestro”. ¿El maestro? Carlos Jordán, el único escritor argentino vivo que merece la admiración del protagonista. A partir de allí, una trama de sensualidad, celos ocultos y enseñanzas se entretejen creando una novela
que vale la pena leer por su final.

Guillermo Martínez, nacido en Bahía Blanca el 29 de julio de 1962, autor de La jungla sin bestias, Infierno Grande y Acerca de Roderer, es una extraña mezcla moderna: la ciencia y la literatura ya no van por veredas separadas y se empalman de la mano de este autor que es también matemático, tenista casi profesional y viajante eterno. Un hombre que dice estar habituado a “tenerlo todo pensado”, y que se refugia en las matemáticas para conseguir la tranquilidad intelectual. ¿Pero esta fórmula le servirá para una historia de amor?

Martínez parece olvidar, a veces, que no es solo un matemático y que el juego de las palabras en la literatura se rige por la pasión y no por los cálculos fríos y distantes de los sinónimos ostentosos. Sin embargo hacia el final el autor de Acerca de Roderer se deja ganar por la dicción de las palabras y abandona, con suerte para el lector, la frivolidad de palabras extenuantes, para pasar a la simpleza de lo poco que dice mucho.

Con un final que no llega a ser brillante pero que con su excelencia sobrepasa a su principio, La mujer del maestro enseña los abatares del crecimiento de un hombre que comienza siendo joven tanto en la literatura como en el amor, para terminar siendo su propio maestro.

Un lenguaje a veces excesivamente preciso y un estilo riguroso construyen esta novela que llama a la reflexión profunda de las verdaderas razones del amor y la admiración. ¿El joven escritor ama verdaderamente a Cecilia? ¿O es solo su llave del cajón cerrado? Solo sumergiéndose en las páginas de esta novela corta pero efectiva se podrá saber. Un consejo: lea hasta el final, cueste lo que cueste.

lunes, 9 de julio de 2007

Flash informativo!

Nieva en la capital!

Un 9 de julio a puro blanco!

Por primera vez en casi un siglo la Capital se visti{o de blanco!
no nevaba desde 1928

Se cree que las nevadas serán más intensas a la noche

La gente ya prepara los patines para ir a patiar en los lagos de palermo!

sábado, 7 de julio de 2007

DE GIRA. AUNQUE "DEMOLICIONES" SALDRA EN SETIEMBRE, YA LO PRESENTA POR EL INTERIOR DEL PAIS. ESTA NOCHE, EN SAN NICOLAS.
Antonio Birabent: "Tengo una nostalgia alegre"


Actor y músico, en su décimo disco, "Demoliciones", aborda sus valores y sus utopías, que lo pintan de cuerpo entero. Mediocampista, ya no practica el fútbol pero reivindica su espíritu colectivo.


Cualquiera podría decir que la escena estuvo guionada. Pero no. En el mismo momento en el que él, en un mágico rincón del bar, dice que "en medio de tanta demolición, emociona descubrir en pequeños detalles que no todo está perdido", alguien le pone el cuerpo a uno de esos detalles. Un señor, de tantos años como bellas arrugas, detiene en la barra su paso lento y agradece haber podido pasar al baño sin haber consumido. El señor se va. Y Antonio Birabent repite: "¿Oíste lo que dijo? Le dijo al dueño lo felicito por la casa, el baño y el lugar, que es muy sugestivo. Mirá qué palabra usó para elogiar... Esas cosas me conmueven".Es una mañana soleada y el café con leche entona la charla, con caras conocidas, como las de Marilyn Monroe, que ofician de testigos eternos desde la pared. Frente al Zoológico y con el tiempo de su lado —y un lenguaje exquisito, casi visual—, hilvana una serie de frases, que, desde la sintaxis y el contenido, delinean su perfil: "Yo tengo una melancolía y una nostalgia constantes. El hilo conductor de la música que hago tiene que ver con eso, con una evocación de las cosas que pasaron, de las que viví y de las que no viví también. Tengo una nostalgia alegre, una nostalgia por una Buenos Aires que no conocí, que no transité. A partir de los libros, de las fotos, yo intuyo una ciudad que ya no está".¿Te hubiera gustado vivirla?Sí, es el deseo máximo. Si hubiera una posibilidad, me encantaría ubicarme en la vieja Buenos Aires.¿Y tomarías un café por dónde?Caminaría. Caminar es uno de mis programas favoritos. Una de las cosas que me siguen fascinando, y que tiene que ver con estar despierto. Caminando la ciudad comprobás que todavía hay espacios planteados en otro tiempo.Su disco anterior, claro, se llama Tiempo y espacio y de eso habla en parte, de las emociones que provoca la trama urbana. El próximo —terminado de masterizar la semana pasada—, será, curiosamente, Demoliciones. Otra, tal vez, de sus sanas obsesiones que lo llevan de la sensación a la palabra escrita y de la palabra escrita a la dicha. A la palabra dicha y a la dicha como palabra."Hay una canción, que se llama como el disco —el décimo, que saldrá en setiembre—, que dice que la memoria salvó a las personas de las demoliciones. Y tal vez ése sea el mensaje central: cómo la memoria, la pertenencia a un lugar y la noción de esa pertenencia es la que nos puede salvar de la destrucción", entiende el hombre que admira a "Bob Dylan, Javier Martínez y Jaime Roos... Son tipos que cantan algo muy íntimo y logran que esa intimidad tome un sentido colectivo".Nacido en la Argentina, crecido en España, cuenta que de chico idolatraba a Sting y a James Dean. A uno lo imitaba tocando con una raqueta y del otro lo seducía el espíritu de rebeldía. Claro, lo sabe, el artista que fue modelando tuvo un referente directo, en más de un sentido, en su padre, Moris, pionero del rock argentino. "Hasta los 20 fui guitarrista de su banda y a partir de ahí anduve mi propio camino", define quien comparte que escribe "leyendo, anoto mucho en los márgenes de los libros".Atrás quedaron sus tiempos de mediocampista. El fútbol, ése que "por edad" ya no jugará, representa "el ejemplo perfecto del espíritu colectivo y de la amistad entre los hombres. Me emociona cuando un rival levanta a otro del piso. O cuando alguien que va a patear un penal a un arquero que fue compañero suyo, después del gol va y le dice algo bueno".La suave música de fondo invita al medio tono, ese con el que revela una de sus ceremonias íntimas: "Cuando me meto en la cama, a la noche, me tapo y aunque no esté hablando con alguien digo bueno, ahora no me moleste nadie... Y conversando con unos parientes me enteré que eso es muy de los Birabent. Me gustó reconocerme".De sólidos trabajos en Verdad consecuencia, Epitafios y en el Mujeres asesinas de esta semana, abriga la teoría de que "soy una persona con una emoción contenida, por eso a veces me desbordo fácil con situaciones conmovedoras que no me tocan directamente. Me pasa con historias anónimas de personas que trabajan y viven con mucho esfuerzo o cuando escucho por enésima vez el relato de Víctor Hugo (Morales) del gol de Maradona (a los ingleses). Con esas cosas lloro".¿De chico llorabas?No, es algo de ahora. Algo así como una acumulación en el tiempo.