martes, 28 de octubre de 2008

No es que no te quiera - Parte I

Y se fue caminando bajo la lluvia. Fumando el último cigarrillo que él le había dado. El último. Pensó en apagarlo y guardar un poco para cuando extrañara su gusto, pero se lo fumo todo, entero, hasta el filtro.

Ya no sabía si lloraba o si era la lluvia la que la mojaba. Camino intentando no resbalar con las mierditas de los árboles que cada tanto la hacían patinar y cuando llegó a la puerta del hostel se sentó en el único escalón donde la lluvia la seguía mojando, a pesar que hace rato había parado.

Armó una grulla con el papelito del telo, el que le daba veinte por ciento de descuento para la próxima vez y lo tiró lejos para ver como se deshacía entre los pasos de la gente.

Miró su mano derecha y rozo el anillo sin poder decidirse a quitárselo. Finalmente lo tomó y lo cambio de anular.

- Mirame pero no me toques - fue la primera de sus últimas frases. Y luego estiró su mano para que él la agarrase. Su bipolaridad era sentimental.

Cada vez que podía le repetía que no era más que el adiós y que lo amaba pero no le servía tenerlo cerca. Él, silenciado por tantas palabras ajenas, cerraba los ojos e intentaba disfrutar lo perdidamente indisfrutable.No había opción de futuro, y eso la reconfortaba. Pensaba que la decisión era suya y que ya había elegido pero era tan solo un auto convencimeinto barato, de esos de telenovela de mediodía.

Había imaginado más de lo posible ese último reencuentro pero la realidad superaba sus fantasías. No la estaba pasando bien, pero la mecánica le indicaba que físicamente era necesario. Juró que iba a recordarlo con goce y sonrisa de cosa lejana y con eso le bastó. Las fantasías que rellena los huecos de la memoria ya se encargaría.

Un jazmín marrón se hundía en una pecera de vidrio mientras ella se volvía a poner la lencería de estreno. Le había tomado horas elegirla, roja por la pasión o negra por el luto. Pero se decidió por el blanco, tratando de devolverle la inocencia a una relación que nunca la tuvo.Cuando el turno se acabó, ya estaba vestida y tan solo le faltaba ponerse el piloto. El, en cambio, seguía tirado en la cama fumando desnudo. Habían pedido solo un turno. Cuando el quiso pagar la noche entera ella se lo había impedido estirando su tarjeta para que le cobraran a ella. Se lo había repetido mil veces, esa noche pagaba ella.

Le pidió un cigarrillo y el se quejó, era el último. Lo sacó de la caja y se lo prendió. Cuando se lo pasó, cuidadosamente evitó sus dedos. No volvería a tocarlo.

Cuando salió llovía.

Sus cigarrillos la mareaban. Eran más fuertes, estaba acostumbrada a los uruguayos. Le quedaban todavía cuatro horas para tomar el barco y en el hotel le habían hecho el favor de guardarle el bolso pero quedarse allí ya era demasiado.

Todavía traía la liga en la pierna derecha, había pensado que el se la quitaría, pero ni siquiera la había notado. Los ojos se le inundaron y sin quitarse los zapatos se la arrancó de un tirón.

Nada había cambiado, esa sensación de querer lastimarlo seguía estando. Lo que había planeado como una venganza no había servido más que para aumentar el enojo que tenía consigo misma.

Solo dos horas horas más y el barco zarparía otra vez hacia casa.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Quisiera ser Peter Pan...

Hoy empecé a preocuparme. Me zumba la monotonía en los oídos y ultimamente le hago demasiado caso a los horóscopos. Sí, hasta al de la ante última página del diario en el que trabajo. Y como cábala no lo tiro o lo borro (en el caso del mail que cada día me informa mi destino) hasta el día siguiente.

Leo,
Durante esta jornada tendrás ganas de ser mimado con lo cual, intentarás atraer las atenciones de tu pareja con una postura caprichosa. En el ámbito profesional, tendrás que evitar mostrarte seguro de ti mismo incluso cuando no sea necesario.
Nos vemos mañana.



Hasta me saluda. Hasta mañana, y por favor acordáte que no tengo pareja! Pero no, siempre lo mismo, me vuelve a decir que me porte bien con el desgraciado que supuestamente comparte mi vida. Y aunque le contesto, mirando fijamente el monitor e intentando hacer telepatía con el astrólogo que seguramente lo escribió especialmente pensando en mi, nada sucede, al otro día de nuevo dale con la pareja.
Cuando “el ámbito laboral” se pone denso, entro en puntitas de pies a la redacción. Aunque a veces hago todo lo contrario y no pasa nada. Pero ayer, por distraída, porque la torpeza es genética y mi abuela se sentaba en el cordón de la vereda a reírse cada vez que se caída, me llevé puesta una cajonera. Hoy una hermosa frutilla tirando a podrida decora mi muslo izquierdo. Y el horóscopo me lo había prevenido!

En esta jornada es posible que tu seas la víctima adecuada para un problema que ha surgido en el ámbito laboral

El problema fue que nadie me avisó que no se puede caminar y corregir la página del vecino a la ves.
Pero lo que más me preocupa es ese zumbido constante de la monotonía. La rutina no es mi fuerte, y mientras más horas paso en la misma posición, sentada en el mismo lugar y bajo el mismo foco de luz, más miedo me da.
Algunos lo llaman madurar, acortar las vacaciones, ganar tus propios ingresos...yo lo llamo, quisiera ser Peter Pan.

domingo, 19 de octubre de 2008

Mea culpa de una Chica Country

Es asombroso como los olores pueden sacar a los recuerdos de sus respectivos cajones mentales. Aunque mi pasado me condene, debo admitirlo: alguna vez fui una niña country.
Si de esas que juegan al hockey y al tenis, pasan las horas andando en bicicleta y que tienen una pandilla con nombre, apellido y cantitos pegadizo. Amaba estar en ese lugar donde, si te mandabas alguna cagada, tus padres se enteraban más rápido de lo que vos tardabas en pedalear hasta tu casa.
Todo eso volvió a mi mente en una noche de pasto húmedo, búhos que giran demasiado su cabeza y aceleres en moto a no más de 30. Estoy de vuelta en uno de “esos lugares”, pero esta vez, desde otro lado.
Fue también una de esas noches de cuartos todavía en cajas y placares llenos de recuerdos. Novelas románticas cien veces leídas en piloncitos para coleccionar y cartas desparramadas en una cama de dos plazas que se sentía vacía aún tendiendo la compañía de mi perra.
Maratón de películas (que no podían dejar de ser románticas) en computadora portátil, dígase laptop, prestada. Y de repente, el papel que intentaba hacer de cortina (o como le gusta llamarlo a mi viejo “black out”) se desprendió de su cinta barata y me dejó ver la luna. Fue extraño, tan solo se necesitaba ese pedazo desprendido para verla. Y de nuevo los recuerdos, algunos baratos, de noches pubertas. Cuatro sacos locos, colgados de un placard semi vacío, le dieron la despedida tardía al invierno mientras ya jugaba a probarme ropa de mamá. Lo vintage está de moda.
Abrazado a mi, y con olor a naftalina, el muñeco que mama (sí, sin tilde, por que mama era la nona, bobe, nany o como cada uno quiera llamarla) me tejió, como a todos sus nietos, al nacer. Hace poco me sorprendió ver como en un negocio de videojuegos y otras especies vendían muñecos tejidos de los Bakardigans y hasta de Barney. Pensé que eso ya no existía… pero al fin y al cabo, todos tenemos derecho a nuestro peluche de lana.
Dentro de la valijita de los Simpson, esa que usaba para llevar el almuerzo al campo de deportes, encontré a Rafael, mi tortuga ninja, junto a la amiga de frutillitas, la de pelo violeta. Recordé que su pelo olía a algo así como frutos del bosque (¿moras quizás?) y al acercarla a mi nariz, no sentí nada… pero mi mente jugó a que sí. Otra vez los olores y su grandiosa habilidad de remontarnos al pasado.
Revisé un par de cajas más y decidí dejar de hacer ruido por esa noche. Besé al señor rana, pero no pasó nada. Ese sapo azul con coronita de plástico no es más que una especie de títere que venía dentro de un almohadón cuento. Chileno creo, regalo de la tía Leda, si mal no recuerdo. Era un almohadón con páginas almohadonadas que traía dos almohadones bebés, un príncipe rana y una princesa que se alejaba mucho a la que todos nos imaginamos. Y no me importa haber repetido tanto la palabra almohadón y sus derivados… es más… almohadón, almohadón, almohadón.
El cambio de hora me confundió y nunca supe si apagué mi portátil (lámpara en idioma yorugua) a las cuatro o a las cinco. Otra vez los inventos humanos, esas ganas de cambiarlos por conveniencia. Cuando todos nos acostumbremos y el jet lag sin avión se nos pase… el verano seguramente ya habrá terminado.
En fin, me fui a dormir sin encontrar el otro arito que perdí cuando por capricho quise sacármelo a mitad de la película y acostada del mismo lado de la cama que mi perra, le dije hasta mañana a una noche de mea culpa. Porque por un ratito, volví ser una chica country.

lunes, 13 de octubre de 2008

Feriado

El mal humor empezó cuando vi que los televisores del subte proyectaban tan solo lluvia. Y ahí recordé que era feriado. Y yo, con mi mochila al hombro y mi manzana a medio comer iba rumbo al trabajo.
Buscaglia musicalizaba mi pesar y la señora de al lado no paraba de sobarse los mocos. Porqué el subte estaba lleno si era feriado, no lo sé. Yo pensaba que se habían ido todos a Mar del Plata. Constitución nublado es todavía más deprimente. La mugre del techo que no deja entrar al sol si deja pasar la amargura de las nubes.

El sueño se resiste a marchar y empieza a transformarse en dolor de cabeza.
Pero las horas fueron pasando, como suelen hacerlo siempre, y las 7 y media llegaron antes de empezar a esperarlas.

Otra vez Constitución, pero esta vez con una luz artificial que aunque sea simulaba el buen humor. Un Grand Battement seguido por un Développé un Attitude y finalmente un Grand Plié. Me dieron ganas de retomar mis años de danza.
Cuando bajé al subte las pantallas de los televisores estaban en azul y no me molestó tanto. Por cosas del destino hice la conexión con la línea A y me transporté en el tiempo. Con un poco de miedo de ver al fantasma que ronda por esos pasillos, cerré los ojos y al abrirlos imaginé que todos eran Gardel y que Catita, de Niní marshal, me invitaba a bajarme del tren en la parada exacta.

Al fin y al cabo, el feriado no fue tan malo.

sábado, 11 de octubre de 2008

Delirio III

Hay veces que intento pensar cuando las cosas que ya me son cotidianas, entraron a mi vida. A veces lo logro y otras no.
Por ejemplo, la comunicación. Yo no quería ser periodista ("tarde piaste"- me diría mi tío), yo quería ser tantas otras cosas, pero nunca periodista. Y ahora como, vivo, vomito, duermo, sueño con/de/sobre/por debajo y ante todo con la comunicación.
Cuándo el comunicar pasó a ser una parte casi central de mi vida.... no lo sé pero siempre tuve ese afán por informar. Tal vez esta elección conscientemente inconsciente no es más que la resolución de todo lo que fui y soy (no se si de lo que seré).
De chiquita comunicaba todo, lo preciso, lo práctico y útil y también lo que nadie quería escuchar. No en vano me gané el apodo de "lorito" y una de las frases más repetidas por mi papá durante toda mi infancia fue: "Negra, calla a esa niña" (no, no salió de una telenovela del mediodía ....sí, es uruguayo...)
Analizándolo bien y sin negar que siempre quise ser quiosquera... parece que la comunicación hace bastante que ronda por mi vida, para mal o para bien.
Tanto afán por comunicar que a veces... termino autocomunicándome. Nada mejor que caminar por la calle y hacer una crónica mental de lo que te rodea. A veces la convierto en documental, otras en una película en blanco y negro donde solo lo que me importa resaltar viste el color. Me encanta imaginar que todos se desquician y que la vida termina siendo un gran musical.

Lo único que me preocupa es un comentario que escuché el otro día en la redacción: "los periodistas viven por lo menos diez años menos"... parece que el estrés nos afecta a todos...
Así que empecé reiki y shiatsu... tal vez un periodista no occidental dure un poco más... tendría que averiguar la expectativa de vida de los periodistas orientales...
por las dudas me compré un libro sobre el budismo... una especie de "hagalo usted misma" pero con la nirvana como objetivo.
Al fin y al cabo quién sabe, por ahí termino siendo la periodista más vieja del mundo...

martes, 7 de octubre de 2008

Carta de amor

Cada vez que me baño, me acuerdo de vos. Yo tenía quince y vos veinticuatro la última vez que usaste mi esponja rosa. Y a pesar que ya pasaron casi once años, sigue ahí, colgada, llena de honguitos y cada vez más lejos de vos. Me acuerdo como te gustaba que te enjabonara la espalda y si a caso paraba, tan solo para molestarte, dejabas de tararear tu canción de siempre, girabas apenas y sin mirarme me dabas esa mirada de reproche.
Recuerdo como si estuviese pasando en este presente eterno cuando te pusiste la misma remera del día anterior y me diste un beso de despedida. Tu pelo llovía agua y olor a mi shampoó, ese que sigo usando solo por vos. Me mojaste el cachete derecho y yo reí, todavía en pijama y con tu taza de café batido en la mano. Estabas apurado y a pesar que te quemaba, te lo habías tomado en dos sorbos. Sacaste de adentro de tu morral dos pesos y yo te dí las monedas que te había separado. Sonreíste y me diste otro beso, todavía no te habías acostumbrado a las nuevas máquinas de los colectivos.
Amabas la filosofía pero te habías decidido por el arte y ya faltaba poco para que terminaras el profesorado. Donde más te gustaba dar clases era en el jardín de infantes de la Boca. Decías que los chicos eran puros, que la sociedad todavía no los había corrompido aún y que sus trabajos eran obras de arte consagradas por la ingenuidad.
Bajaste las escaleras corriendo y saltando de a dos o tres escalones. Te dije que tengas cuidado y me resoplaste un gruñido.
Era viernes, de esos en los que mis papás se iban afuera y nosotros jugábamos a ser marido y mujer. La noche anterior te había hecho ñoquis, o por lo menos el intento. Terminaste improvisando una maza de pizza sin levadura y mi tuco y el queso rallado hicieron el resto.
Hicimos el amor tres o cuatro veces. Era una noche calurosa de diciembre y terminaste durmiendo con una sábana en el piso. Hacía más de un año que estábamos juntos pero todavía te daba vergüenza como transpirabas y te movías en las noches.
Tu mal humor de las seis de la mañana era terrible. Lo único que atinaste a decir fue: “mañana dormimos en la cama de tus viejos”. Sabías que me molestaba, que me daba cosa, pero no te dije nada.
Si tuviese que pensarte en gustos y olores, eras salado y tenías olor a mar. Cuando usabas algo mío te quedaba mi perfume impregnado y me daba mucha gracia, me ponía feliz, sentía que estaba dentro tuyo. Cada vez que te iba bien en un parcial o estabas contento por algo, me regalabas una flor de papel, esas de servilleta con el nombre del café de la esquina de tu facultad. Las tengo todas guardadas, en una caja de zapatos marrón y cada vez que necesito sentirte o tengo miedo de olvidarte, hundo mi cara ahí adentro hasta sentir que estoy con vos.
Mis viejos no te querían, eras demasiado grande y no entendían que podíamos tener en común. Yo estaba en primer año cuando te acercaste en un recital de la Bersuit con un papelito en la mano, promocionando tus talleres de arte. Al pasarme tu folleto, nuestras manos se encontraron y una descarga nos electrizó a los dos. El papel se cayó y me diste otro.
Yo me había escapado, mis papás pensaban que dormía en la casa de mi cuñada, pero estaba en mi primer Luna Park. Todo me parecía exótico, nuevo, raro y sobre todo vos. Te quedaste cerca toda la noche, pero sin hablarme. Cuando empezó a sonar Mi Caramelo, desde atrás me cantaste todo el tema. Mi amiga me tiraba del buzo, estaba asustada, pero yo nunca sentí más paz en toda mi vida.
Salimos juntos de ese recital, vos con una cerveza en la mano y yo temblando. No me quisiste dar, me dijiste que era muy pendeja y tiraste la botella a medio terminar. Me acompañaste hasta la casa de mi cuñada en La Matanza, aunque vivías en La Boca. Ese fue nuestro primer día, y no recuerdo que haya pasado otro sin que mis pensamientos giraran en torno tuyo.
Me encantaba verte en la puerta del colegio esperándome. A veces te parabas enfrente a mi ventana y cuando la profesora no te veía me hacías caras. Yo me mataba de la risa, era una niña envuelta en el éxtasis de algo nuevo.
Los viejos nunca me prohibieron verte, pero nunca les gustaste, por lo menos no hasta ese día.
Las peleas siempre terminaban igual:

- No entiendo por que estoy con una pendeja
- Si no te gusta andate a la mierda.

Al día siguiente me alcanzabas un dibujo en una hoja cuadriculada para que yo lo pusiera en mi carpeta y no podía evitar perdonarte.
Ese día estaba más contenta que nunca... Nos quedaba todo el fin de semana y el lunes para nosotros. Te tocaba ir a la facu un sábado pero a las once iba a pasar por vos e íbamos a ir al río. Me encantaba ir con vos a la costanera, me encantaba llevar tu guitarra al hombro y creer que sabía tocar mientras vos me explicabas tus teorías locas de como vivir.
Caminé hacia el baño mientras me desvestía cuando escuché la frenada y después el ruido que destruyó mi vida.
Lo supe, no se por que pero lo supe. Me puse de nuevo la ropa y corriendo salí a la calle. Tu colectivo estaba incrustado contra una casa y adentro apenas había movimiento. De a poco la gente empezó a salir pero vos no aparecías. Traté de subir, cuando te vi. Un fierro te había atravesado. Ilógicamente recordé cuando me habías relatado el accidente de Frida Khalo. Pensé que entonces vos también estabas bien, que no te había llovido polvo de oro pero tus tarros de acrílico habían rodado a tus pies. Pero ya no estabas, y yo, en mi pijama viejo de ositos, te sostenía la mano, buscando tu electricidad.
Martín, todavía te sigo viendo. En la calle, en los morrales baratos que todos tienen y que vos amabas. Te sigo viendo en mi ducha, con cara de mañana y pocas ganas de hablar. Te vivo en las peleas ajenas, cuando alguien levanta una sola ceja o hace una mueca con el labio. Cuando alguien juega al truco y no sabe disimular el beso, cuando no consigo disimular que te sigo extrañando. Y no es que no haya seguido con mi vida, es que la sigo pero también te sigo a vos. Ya tengo 26 años y un hombre maravilloso en mi vida que me comprende y aprendió a quererte tanto como yo.
Bueno te dejo, perdón si hace mucho no te escribía pero ahora la que esta terminando el profesorado soy yo y la tesis me está volviendo loca. Es sobre tu Frida Kahlo y la teoría de como ella si murió en ese accidente para dejar nacer en su mismo cuerpo a otra persona. A la inversa de vos Martín, que seguramente estás en otro cuerpo pero siendo el mismo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Salir del trabajo

Sentado frente a una computadora, escucha música y nubla los ojos al quedarse colgado.
No sabe mucho, en verdad siente que no sabe nada, pero es tan solo su autoestima destruida.
Juega con el teclado pero no escribe nada. Mira a lo lejos a una de sus compañeras buscando conversación pero ella también esta perdida en esa pantalla cuadrada que ciega la vista.
La ventana está borrsada, la suciedad no deja ver el día. El café barato de la máquina se ha terminado y solo resta hundir uno de esos nuevos cafés instantáneos en sobrecito, en una taza manchada por la cafeína. Se refriega un ojo, el lente de contacto se desubica pero no pretende arreglarlo.
La rutina es rutina. Las mismas páginas de internet en orden progresivo de aburrimiento, algunas teclas más marcadas que otras, redes sociales prohibidas que seguramente solucionarían muchas horas de acefalía... los segundos se trancurren en minutos que se hacen horas que dejan de pasar, aunque pasen.
Tiembla , no es de frío, ni de calor. Tan solo tiembla. Vuelve a mirar por encima de su monitor, nada, la gente no baila con la música que resuena en su cabeza.
Imagina que pasaría si la locura se apoderara de él. Seguramente jugaría a que su silla es un auto chocador o tal vez, desnudo, correría por el pasillo al grito de "todos somos monos". Se ríe solo y su compañero lo mira extrañado.
Tipea, tipea, tipea... de lejos un celular que suena, ya no como los de antes, con alguna cumbia barata bajada de Ubbi.
Se levanta, va al baño, mea, se la va las manos, de paso la cara y vuelve. Se sienta y se incrusta los auriculares en sus dos casi sordas orejas.Otra vez en su mundo.
19.48. 12 insufribles minutos lo separan de la libertad. Lo que duraría un beso de su ex novia. Se clava la uña del dedo gordo en la palma de la mano derecha. Se prometió hacerlo cada vez que Valeria apareciera en su mente. No vale la pena, pero tampoco pensar en ella.
Suspira, se hunde en su silla pero antes del segundo se vuelve a sentar firme. No debe mostrar pereza en el trabajo, por lo menos eso decía la nota de la revista de recursos humanos que se compró hace un par de semanas en el subte. Realmente odia la forma en que la información más irrelevante se le clava en la mente. Como cuando su psicólogo le dijo que si cada vez que pasa por abajo de un puente y pide un deseo y a la vez piensa en camellos, ese deseo nunca se le cumplirá. O como se le viene a la mente, desde la nada más profunda, los momentos más vergonzosos de su vida, para atormentarlo.
Leer sobre la correcta respiración de nada le sirvió. Sigue agitándose por nada y el costado izquierdo de su pecho se oprime cada tanto, como un ataque cardíaco ficticio.
Aunque quiera, nunca logrará que sus manos toquen la punta de los pies teniendo las piernas totalmente estiradas. No sirve para eso y la panza de cerveza cada vez lo deja más lejos de su meta.
Reírse de sus propias desgracias, convertirlas en chistes ácidos para que dentro de un monólogo depresivo, sirvan de diversión a los demás, es su especialidad. Sus ojos viscos, el cansancio que le cambia a las palabras su orden... todo es un chiste en su vida.
Cuando no sabe grita. grita con bastante frecuencia.
Cuando sabe, lo agranda más de lo que es.
La mayor parte del tiempo habla sin sentido, sin ganas, sin vocación. Solo habla.
19.59. Un minuto y se termina la agonía.
...
...
Afuera el sol cae, pero en vez de pensar que perdió toda una tarde encerrado en su caja de call center devaluado, piensa en la maravilla de ver la primera estrella salir... Afuera todo vuelve a ser lindo, brillante por la lluvia que acaba de lavar las veredas y hasta la suciedad deshecha es amiga.
Salir del trabajo siempre es un placer y un cambio de visión.

amor del más puro...


Esta foto representa mucho, demasiado para mi. En ella Rodriguito, rori como le digo yo.
Después de enojarse conmigo por que me volvía a Buenos Aires y tras una larga charla explicando el por qué y prometiendo volver... le pedí un beso y me dijo: "no dámelo vos".
Y así fue... con las lágrimas a punto de caer y haciendo ruido con la nariz, cerramos los dos los ojos y nos dimos ese besito tierno, ese que significa "hasta luego" y no un adiós.