lunes, 12 de enero de 2009

Paloma

Levantarse temprano, cuando el sol inicia sus días con más de veinte grados, es algo nuevo para ella. Apenas quinceanera, su rebeldía por la ropa vieja y gastada acosa a su pobre madre. Ocho de la mañana y una gota de sudor le recorre la parte de atrás de la rodilla. Tentada, se queda parada en frente del regador de la plaza de Salguero, entre Las Heras y Cabello. Cuando la máquina llega a los 360 grados gira rápidamente y sus pies y pantorrillas se empapan. Resistiéndose al placer del agua congelada para no mostrar su cara de niña que aún pone cada vez que se sumerge en la pileta, mira los rayos de sol que se cuelan por las hojas de los árboles, hasta que logra sentirse casi ciega.
Sigue caminando y a sus espaldas alguien declara: "Por vos detendría el tránsito de toda Roma". Con un ego que recién empieza a entender los piropos callejeros y que de a poco madura dentro de su pecho, se da vuelta para atinar un tímido "gracias" pero la desilusión le colorea las orejas y le borra las últimas pecas de sus mejillas. El jardinero, rastrillo en mano, le silba a una joven mamá, una de esas hippie chic que lleva a su hijo colgado de un pañuelo que combina con el de su cabeza. No ve la hora de crecer, odia tener esa edad de incertidumbre, donde es demasiado grande para la matineé y demasiado plana para los hombres.
Arrepentida de su travesura, ahora las ojotas se les resvalan entre los dedos y la lastiman. El mal humor por haberse levantado tan temprano ahora aumenta por segundo. No entiende porqué su mamá le sacó turno un sábado. En verdad si. "Era el único que había" le dijo pero ella sabe bien que el dentista es amigo de la familia y hoy es el día que atiende gratis a sus allegados. No se podía negar, las cosas no andan bien por casa y su padre se había visto forzado a cancelar la prepaga. Se siente aún más culpable de su mal humor al pensar que en dos días estará en Gessel, junto a su mejor amiga, y sus padres ni siquiera consideran las vacaciones en su vocabulario. Trabajó varios viernes y sábados por la noche cuidando a la madre de su vecina para poder pagarlo, pero la culpa no se va. Papa Noel y los reyes se habían pasado dejándole 200 pesos. Sacudió la cabeza y subió aún más la música.
Por fuera parece engreída, una de esas adolescentes que parecen patear la vida y andar con cara de malas ganas todo el día. Pero el reflejo de su imagen no puede contradecir más su personalidad. Paloma en verdad es una chica muy dulce, que aún tiene escondido en algún lugar del placard, una caja llena de barbies y hot wheels. Es de esas chicas con tantos dolores en el alma como veces cree haber perdido el amor de su vida. Tan solo está en una de esas etapas en las que es mejor ver lo malo porque lo bueno realmente asusta.
Hija única, la nenuco fue durante su infancia la hermana que nunca tuvo hasta que apareció Rocío, su mejor amiga. Los play móvil siempre le sirvieron para acercarse a los chicos y las barbies con las que apenas jugaba a las chicas.


Continuará...

jueves, 8 de enero de 2009

No había nada mejor que despertarse, poner una silla para alcanzar la lata de Nesquik, otra para abrir la heladera, y sentarse en el piso a ver Cantinflas, los sábados por la mañana.

martes, 6 de enero de 2009

¿Ya no me lees?


Hoy me desperté y los reyes (nadie es lo suficientemente grande para los reyes) me habían dejado dos libros. ¡Justo los que quería! Se ve que me porté bien. Pero después quise comprar otro, para ser yo por un ratito Baltazar, y me encontré con que la mayoría de las librerías de me barrio habían desaparecido. Ni siquiera Galerna, una cadena bastante importante que estaba en Santa Fe y Vidt. Me desesperé, pero me negué a entrar al shopping. Para mi los libros se compran en la calle, en las librerías con olor a libros y no a perfume a ropa nueva o música de pasillo comercial. Finalmente entré a Macondo, una pequeña librería que subsiste cerca de casa y que, a pesar de no tener siempre stock, si le das un poco de tiempo te consigue lo que quieras. Estaba el mismo señor de siempre, sentado en la misma banqueta verde de siempre. El mismo que me cambiaba los libros escolares por nuevos, más una pequeña diferencia monetaria, por supuesto. El mismo, que me conseguía los libros de la editorial barco de vapor, cuando escaseaban en otros lados. Compré el regalo y seguí mi camino, pero igual, algo me daba vuelta en las entrañas y aún más en la mente.
Pasó un señor, entrado en los ochenta, con una bolsa vieja (de esas de plástico con arrugas y algún que otro agujero de gato que anduvo rasgando) en la que se leía Cúspide. Sentí un alivio que se convirtió en bienestar estomacal cuando entré al subte y, con mi libro en la mano (aunque tenga lugar en la cartera, siempre llevo un libro en la mano, es mi contraseña, como Teresa en La insoportable levedad del ser), me dispuse a agarrarme del barrote más cercano. Enseguida, un libro amigo, me miró, sonrió y me dejó un espacio.
Con un poco de tristeza vi los libros que se vendían en los quioscos de diarios. Un poco de Daniel Steel, otro poco de Sidney Sheldon y algo de economía bancaria o como destruir a tu ex en el primer intento. Pero con un suspiro cargado de frustración pensé, "por lo menos venden libros".
Para apaciguar el calor y la angustia que la falta de espacios adecuados para la venta de libros me generaba, recordé las mañanas de sábado en El banquete.
El banquete no vende comida, ni colores, vende libros, pero de los buenos. No por quien los escriba o por su calidad académica, sino por como los venden, quienes lo venden y a cuanto lo venden. En el banquete se pueden encontrar libros nuevos (depende en cual de sus dos sedes de Belgrano elija comprar) pero los más lindos son los usados. Si, las pilas que trastabillan en las mesas cada vez que uno intenta sacar, caprichosamente, el anteúltimo. Los precios están por letras. Por ejemplo, los que llevan una A en lápiz, salen cinco pesos, los B ocho y así sucesivamente. Nadie, solo los más audaces, se acercan a los Y. Pero la cuestión no es el precio, sino las charlas que se dan en ese lugar. Como en cualquier banquete, el intercambio es más que interesante. Si bien el catálogo de temas suele ser abarcativamente literario, también se pregunta por la familia, por la tía que alguna vez se llevó más de veinte libros al Uruguay y nunca falta el famoso "¿Pero ésta es la más pequeña? ¡Cuanto creció!" a pesar de que ya hayas pasado los veintidós. La cuestión es qué allí el libro tiene un mundo propio y es habitual ver a uno que otro personaje tratando de escapar de las páginas amarillentas. Allí, nadie te dispara una mirada poco amena cuando en tus brazos cae, no accidentalmente, una novelita de amor barata o alguna de asesinatos a media noche. Allí no existe el "es para mi hermanito" o "mi sobrina cumple 15 y está en esa etapa en que lee solo estas cosas". Por que en el Banquete cada uno compra y lee lo que quiere.
Cuando veo a alguien con un libro forrado en papel de diario o de regalo pienso: "¿Será por cuidadoso o por que le da vergüenza mostrar que está leyendo?" y no puedo controlar las ganas de preguntarle o aunque sea, leer el encabezado de cada página, donde suele decir el autor o el título.
Mi mundo a veces gira demasiado en torno a los libros. Las páginas suelen absorberme, sobre todo en verano cuando las fotocópias baratas, que lloran por ser libros, no me acosan y puedo elegir qué y cuándo leer. Es por eso que cuando llega el calor, la lectura se hace más amena. Espantar los mosquitos ya no importa tanto y las noches se consumen bajo la luz de lamparas de escritorio. Los libros ya no preguntan porqué ya nadie los lee y, hasta los reyes, tiene plata para un buen libro.

Desocupación

Cómo darse cuenta que el desempleo está creciendo:

* Las ofertas de Compu Trabajo bajaron de 257 a 49.
* Zona Jobs ya no te llena la casilla con mensajes de actualización de currículum.
* Tu propia empresa te manda un mail titulado: "Yasmin, Clarín tiene nuevas propuestas para vos en el 2009".

sábado, 3 de enero de 2009

Ese momento

Hay un momento que no suele ocurrir mucho. O por lo menos no a mi. Sin embargo, sus factores son muy comunes, pero deben darse juntos. Es un momento a media mañana, casi mediodía, aunque también puede ocurrir muy temprano, casi madrugada, cuando el sol recién tiñe el cielo, y es aún más especial. No importa la estación pero suele ocurrir más en primavera, verano u otoño, porque uno debe dormir con la ventana abierta. El aire, un poco húmedo, no tiene que ser frío pero tampoco caliente, tan solo fresco. Por lo menos una brisa y mientras más se acerque a un viento violento mejor. También sirven los principios de tormenta y hasta de noche, pero esa ya es otra historia. La cosa es que el viento, ese viento preciso, le debe golpear a uno en la cara. Entrar por las fosas nasales hasta la garganta y llenar de gustito el estómago. Debe dar ganas de estar en un cuarto de colchón en el piso, con sábanas blancas y un poco frías. Si tienen olor humano, debe ser el olor propio mezclado con el ajeno. Esos segundos que dura darse cuenta que uno está vivo y qué es estar vivo, es el momento. Los ruidos externos también sirven. Un pájaro, gritos de niños o platos cayéndose en la cocina. Una máquina que prepara un expresso y sube el olor por las escaleras o el zumbido de la exprimidora que está haciendo jugo. Todo lo que sea sutil y lejano, suma. Por que ese momento se construye con muchos factores, pero todos, deben ser perfectos para uno.

viernes, 2 de enero de 2009

Conversación acerca del amor o la falta de él...

A: usted, feliz año
B: felizzz añoooooooooooooooooooooo
A: Qué efusiva. Déjeme decirle que así no va a llegar a ningún lado, no, no, de ninguna manera, señorita, a lo sumo a enamorarse o tomarse el ex tren Sarmiento en un día de calor
B: Mmm prefiero el amor
A: Me dijeron (pero shh) que hay mercados donde el amor se vende muy barato. Creo que por Claypole. También me dijeron que hay ciertos perros que los tocás e inmediantamente te enamorás de la primer persona que hablás luego... También, dicen, que si a las doce de la noche apagás todas las luces de tu casa, te acercás al espejo con una vela roja y decís mirándolo tres veces amor, al día siguiente te enamorás. Lo mismo sucede si decís tres veces Nietzsche
B: En serio!? a listo, por las dudas las hago todas... me compro amor baratito por que estamos en crisis, busco uno de esos perros y me pego la mano a el con poxipol, después, a las doce apago todo, prendo una... mmno... dos velas rojas (por las dudas) y digo amor amor amor, Nietzsche Nietzsche Nietzsche
A: Sí. Ojo que si lo hace mal, si por ejemplo dice cuatro veces amor y dos Niezstche, se alteran los factores. En ese caso puede sufrir de amor toda su vida o que se le aparezca el fantasma de Nietzsche todas las noches, con bises de pánico. También, creen los más escépticos, puede suceder que recibe cuentas de la Afip que no le pertenezcan
B: Uy no... entonces voy a tener demasiado cuidado, no quiero pagar cuentas de más y menos que menos verlo a Nietzsche!
A: Dicen que es agradable. A un amigo se la apareció una mañana mientras se cepillaba los dientes. Cuenta que le dijo que estaba buscando al amor de su vida, que se le había perdido hace un par de años en Constitución.
B: Constitución no es un buen lugar para perder amores... los trenes siempre se los llevan
A: Si o se los roban! Sin ir más lejos, el otro día caminaba por la calle Brasil y de repente una señorita me robó el amor, junto con la billetera. Un descaro. Diga por suerte que después fui al mercado de Claypole y lo compré barato, si no. imagínese. Un hombre sin amor no es un hombre
B: Y una mujer sin amor tampoco es mujer. Suele pasar que me roban el amor muy seguido y por lo general son hombres algo mayores que no creen en la infantilidad de mi amor, dicen que no es amor verdadero. Pero yo pienso! como lo saben! si no lo prueban pero bueno, así son. Otros me dicen que yo me enamoro solo por cinco minutos y me aburro, terrible comentario
A: Un amigo mío jura que el amor eterno dura lo que demora un polvo...
B: Por eso, cinco minutos
A: Bueno, depende de que polvo estés hablando...
B: Si es verdad, depende del polvo.
A: lo que te decía es que los hombres mayores que hablar de la adultez del amor no merecen amar. El amor no paga afjp. El hombre, por demás, siempre intenta demostrar experiencia para ocultar incompetencia
B: Muy sabias palabras las suyas
A: No. Solamente confieso los agujeros del género. Eso sí, es probable que me vengan a buscar los del sindicato de románticos por violar algunas leyes. Y son bravos, se codean con Moyano
B: Si, me imagino que debe ser uno de los sindicatos más violentos...