lunes, 26 de octubre de 2009

Siendo, fui


Se me secan las pupilas ante la falta de lluvia. Una hoja cae adentro. Cae del techo. Imagen surrealista, el comienzo de un cuento fantástico que no es. Lo veo por el vidrio y mi primer reflejo es mirar hacia el techo. Nada. Ningún árbol se desmiembra dentro de mi casa, ninguna ventana abierta que la haya dejado entrar. Mi perra se acerca con la hoja en la boca y la deja a orillas del sillón y el silencio hace ruido. Estiro la mano y la hago polvo asfixiándola en mi puño. Cuántas veces he estado en este lugar, ahogada por el cielo sucio, rozando las nubes que me hacen bajar la cabeza. Viendo como mis pies juegan en las cenizas de algún ser que fue. Cuántas veces he pasado por el mismo marco de la misma puerta, cruzándola desde adentro y desde afuera sin saber donde radica el mundo exterior. Cómo se hace para no adivinar más el futuro y creer que esa hoja que el techo me regalo es fruto de la paciencia de una siesta sin retorno. No pude verlo, recién hoy me llega el eco de tu voz. No pude sentirla, recién hoy me raspa la piel reseca por la falta de tu caricia humectante. No pude jugarla, recién hoy mis piernas se enriendan entre las sábanas mojadas. Y nada cae del cielo más que agua, agua sucia. Y esa vez que dijiste porque sí se transformo en un quizás y luego en un tal vez para terminar siendo un definitivo no. Tu mente lo hizo, el viento te obedeció. Y terminaste siendo y yo fui.

jueves, 22 de octubre de 2009

Incierto


Como los relojes de Dalí y esa langosta que llama por teléfono. Como las ganas de comer un bizcochuelo de vainilla con dulce de leche cuando la gastritis ataca tu sistema digestivo y la acidez te llega al aparato respiratorio. Como el futuro imaginado mil veces. Como las ganas de pegarle a alguien una buena patada en los huevos, para ver que se siente nomás. Como saber si tu profesión va a llegar a algo. Como dar una clase de lo que no se debe hacer. Como romper con lo acertado. Incierto, solo incierto.

Rosa Mística - La realidad se sube al escenario



Un bebé muere alcanzado por una bala policial en un confuso operativo antidrogas en una villa del bajo Bulonge. La familia le levanta un altar y el bebé muerto se convierte en el nuevo “santito” del barrio.


Obsesiones religiosas encarnadas en una niña de tan solo 12 años. Una villa, el misticismo que puede producir la muerte de un bebé que nada tenía que ver con nada. Ignacio Apolo vuelve después de cinco años a la dirección y el producto es una obra que transporta a otra realidad, la de la violencia contenida, donde la fe es lo único que puede sostener a todos.




martes, 13 de octubre de 2009

Costilla


Que la memoria te falle es un halago de tu mente. Un mimo que te acaricia por dentro. Que el “que pasaría” te deje de perseguir es un alivio. Un murmullo frío que corre por las canaletas de tus venas. Los reproches son ajenos cuando nos los inventamos. Cuando después de un día de calor que te hace empezar a sentir el verano, el ruido de un viento anunciante te tapa la nariz. Es tan solo querer querer. Saber que para dar el paso que sigue, hay que estirar la pierna, hay que flexionar las articulaciones de la rodilla, hay que decirle a nuestro cerebro que envíe la orden, o por lo menos pregunte si queremos seguir avanzando. Porque ser estática es solo eso, quedarse quieta, sentirse estalactita, sin pensamientos, sin sentimientos, fría y esperando la hora de caer. Sin embargo, avanzar es saber que se puede chocar contra una pared. Es saber que podes pisar mierda, pero ver en eso buena suerte y no un olor en el zapato. Las piedras no van a desaparecer, pero si hacerse más liviana con el solo hecho de admitir que están ahí, entre la quinta y la sexta costilla.

Caer


Una hoja cae adentro. Cae del techo. Se podría decir que es una imagen surrealista, que es el comienzo de un cuento fantástico, pero no lo es. Lo veo por el vidrio y mi primer reflejo es mirar hacia arriba. Nada. No hay ningún árbol dentro de mi casa ni ventana abierta que la haya dejado entrar. Mi perra se acerca con la hoja en la boca y la deja a orillas del sillón.
Dormir bajo un árbol y sentir el ruido de las hojas al caer. El olor a otoño se mezcla con la primavera regalada y el silencio hace ruido. No sé que siento pero siento. No sé que vivo pero vivo.

Rompo la hoja con la mano, hasta hacerla polvo, y sé que nunca existió. El polvo se va con la brisa que nunca corrió y yo me levanto de mi siesta, con la sensación de no haber dormido nunca.

lunes, 12 de octubre de 2009

Concha


Para las mujeres, los “hombres mitos” son como los molinos para Don Quijote. Los “hombres mitos” suelen ser los que te dejaron y te olvidaron. Porque con dejarte no basta, te tienen que olvidar. Todavía no sé porqué estoy leyendo teología pero el apunte de mierda me inspira.
Ahora que puedo respirar sin que me soplen la nuca pienso: Las verdades que pretenden ser absolutas me dan fobia, pero cada tanto hay que escupirlas.
Ahora que me puedo quejar tranquila, dejo de ser la romántica de pasacalles para despotricar contra el sexo opuesto y el mío. ¿Qué tan difícil puede ser hacer lo que uno quiere y decir lo que uno piensa? Parece que más de lo que el ser humano puede tolerar. Si fuésemos lo suficientemente estúpidos como para entender que las diferencias entre sexos es poco más de lo que cuelga entre las piernas, nos daríamos cuenta que pensamos más parecido de lo que creemos y menos diferente de lo que todos piensan.
Aceptalo como hombre, atrévete como mujer, que lo único que puede durar es el rubor de tus cachetes. En tres días todos se olvidan de la boludez que dijiste y solo lo recuerdan en las reuniones anuales de ex amigos o egresados.
Tus molinos de viento no son más que tu cabeza achicharrada por las malas experiencias. Lo bueno es que siempre hay alguien que acepta que sos menos boluda (o boludo) que él.