jueves, 3 de diciembre de 2009

Peso


Hoy descubrí el peso del alma. Es el mismo que se posa sobre el pecho y no te deja respirar y que nosotros, por el afán humano de nombrarlo todo, llamamos angustia. Es ese mismo que te empuja el corazón hacia las costillas y que nosotros, con el mismo afán, llamamos felicidad.

martes, 1 de diciembre de 2009

1/2 Litro


Mi día empezó siendo perfecto. Bandeja de madera, medio litro de café con leche, dos galletas de arroz con un kilo de mendricrim y BC, mi perra y yo tiradas en la cama, viendo por enésima vez Beverly Hill 90210. La secuaz en la que escribo obviamente a mi lado, recalentándose sobre las sábanas por no poder respirar (mi viejo me explica una y mil veces que la tengo que apoyar en la mesa, que los ventiladores están en la parte de abajo, pero, como también dice, siempre me salgo con la mía y pocas veces obedezco). Y eso que la cama es de una plaza, pero entramos todos, o mejor dicho todas: LA bandeja, LA perra, LA computadora y Yo. El día siguió siendo aún mejor. Correa en mano, bolsita por si mi perra se decidía a arruinar las veredas del barrio, un libro que dista de ser literatura universal pero que me entiende mejor que mi psicóloga, ahh y el pareo con olor a bronceador de zanahoria comprado en oferta en la barra del Chuy y manchas de fernet de cuatro días (que parecieron uno) en Gualeguaychú. Todos en un bolso semidestruido al igual que mi canto modificado que aullaba: “vamos a la PLAZA oh ooh oh”. Elegir un lugar en esa manzana de pasto, arena y barro podrido es difícil, y que no tenga olor a mierda o que esté en contra del viento para no sentir las oleadas repulsivas del “arenero” para perros, es aún más difícil, pero con estrategia cuántica y un gran conocimiento del establecimiento, se puede llegar a lograr. Es mi primer día mental y físicamente alejada del estudio. Sí, me queda un ladrillo universitario (que pesan más que los comunes), pero recién pasará a ser edificio en febrero, por ahora es más importante lograr que las vacaciones no sean un desastre económico. En este momento las posibilidades de quedarme varada en medio de la selva peruana, sin medio sol en el bolsillo, son más altas que las de terminar el Camino del Inca sin un esguince o con los dos pulmones (no creo que los saltos de danza logren hacerme llegar al final sin morir de asfixia). NOTA: empezar a correr, trotar, caminar, alrededor de la misma elegante plaza donde me siento con un torpedo de limón en una mano y el libro que relata gran parte de mi vida en la otra.
Mi día terminó mejor aún. Copa de vino en mano, de esas que llevan como medio litro, el final del libro en la otra (sí, me lo devoré) y mi perra a mi lado, luego de pasar un rato en lo de mi amiga, nueve pisos más arriba, despotricando contra el destino y vaciando otro par de copas más.
Es difícil decidir qué es lo mejor. Si hay algo que me ha costado en la vida es tomar decisiones, porque siempre se deja algo de lado. “Todo no se puede” me decía mi vieja de chiquita, cuando intentaba agarrar el huevo Kinder, las papas fritas, el Topolino, y el camión de las Tortugas Ninjas a la vez. De fondo mi viejo gritaba: “El burro trabaja doble”. Y si, se me terminaba cayendo la mitad de las cosas y tenía que limpiar todo o hacer dos viajes. No se puede estar soltera y casada a la vez, no se puede tener frío y calor, no se puede querer ir a china y no juntar el 1,10 para viajar en subte. Hay que elegir, optar, resignar. Y yo hoy opto no por lo que me parece mejor, sino por lo que me hace bien. Tazas de medio litro, sin importar el contenido, plazas olorientas y muchas ganas de hacer nada.