viernes, 26 de febrero de 2010

Razones



La mayoría de las cosas se definen más por las razones que las niegan que por las que las habilitan. Es por eso que, cuando ocurren, tiene el doble de valor.

jueves, 25 de febrero de 2010

lunes, 22 de febrero de 2010

Un pacto

Y como cliché de adolescente nacida a fines de los 80, cada vez que escuchaba “un pacto” de la Bersuit, se le acribillaba el corazón de angustia. Tantos amores inconclusos fundados en una locura hormonal incesante que la habían hecho llorar al cielo, bajo ese ritmo de ridícula agonía. Horas de tinta desperdiciada en hojas arrancadas para terminar siéndole útil a algún cartonero. Chocolates viejos guardados en latas de galletita de free shop, para aquellos momentos de aneurismas cardíacos. Canciones gastadas por gritos que las tapaban. No importa cuántas películas de amor haya visto. Siempre van a tener más sentido que su propia historia. Es que siempre supo que los amores unidireccionales no eran de durar. Igual que los de verano. Es estúpido pensar que alguna vez pueden llegar a durar más allá de la primera hoja de otoño. Su mano estaba llena de amores platónicos, sin una línea que los uniera. Quería ser patéticamente perfecta día a día. Era parte de dejar atrás la adolescencia. Y finalmente, como ese pacto que tan extraño sentimiento le producía, un día dejó de pensar en ello. Y pensó haber crecido, pero lo más probables es que simplemente, haya dejado de sentir.
(extracto del futuro monólogo "De porqué el amor
y el sexo nos puede parecer tan inseparable y no lo son tanto").

Catarsis Incaica I


Cuán difícil es volver a escribir cuando las palabras quedaron regadas en el camino. Ni cliché ni falsa espiritualidad, el Camino del Inca es esa conexión interna que uno necesita cuando las cosas parecen estar por estallar. Y tal vez estallen. Quizás a la vuelta por fin vuelen por el aire los miles de pedacitos de mi cerebro explosionado. Pero ahora estoy acá, en un camino donde confundo los buenos con los malos. Donde no sé quién invade a quien y donde quedó todo aquello que alguna vez pensé que tenía sentido. He aprendido que la historia nunca tiene sentido, no más que el dado por el hombre y que hay flor de hijos de puta que pretenden dar a conocer solo parte de esa verdad. Por suerte cada tanto la tierra resurge para explicarnos el otro lado de la verdad. Tengo ataques y no sé de qué. Son como espejismos de sentimientos. Creo sentirlos a lo lejos pero no son más que sueños nublados por la realidad. Y pienso en tantas cosas… pienso en lo que vale el futuro, en lo que vale el pasado y en lo que condicionan a mi presente. Me recuerdo que no soy una mujer que ama demasiado sino que ama, le gusta amar y punto. Y los pies no paran, porque si paro pierdo mi ritmo y la roca que me espera en la cima pasa a convertirse en una más cercana o en la que está justo a tres pasos de mi camino. Tengo esas ganas inmensas de no dejar de moverme. Las piernas no se cruzan, tamborilean contra el suelo arenoso y ese enorme miedo basado en algo que ya salió mal deja de invadirme. ¡Qué difíciles son los caminos para aquellos que ostentan ser chuecos!De lejos escucho una de esas frases que me persiguen: “Yaya hace tu gracia” y uno de mis chistes malos e imitaciones sin ritmo cobran vida. No sé si soy graciosa, pero me río hasta las lágrimas y prefiero arrugas de risa que botox de angustia.El camino dura lo que tiene que durar. Ahora los que piensan son mis cuádriceps. No puedo creer estar en esa ciudad que tanto soñé, que tanto estudié y que hasta coleccioné en las figuritas de Billiken. Son tantas las cosas que juegan dentro mío, intento guardar en una cajita mental cada una de las historias que el guía me dice. Intento pensar que me conecta con ellos. Escondo tres hojas de coca debajo de una piedra y le digo gracias a la pacha mama. Hasta ahora, la mitad de mi deseo no se va a cumplir… ya no me lo cumplió. Pero no la culpo, me acuerdo del papel del alfajor que tiré más de una vez en la calle y acepto el merecido.Puedo seguir diciendo, y recordando para luego escribir, millones de pelotudeces, pero prefiero callar mi mente. Cierro los ojos, los oídos, la boca y me cuesta poco y nada perderme. Frente a esa piedra sagrada que me eriza los pelos por la fuerza del cuarzo. Me encierro y me pierdo.