Es imposible controlar la noche, menos si la temperatura es la ideal. Sola, en un departamento vacío, pienso lo complicado que es todo y lo fácil que es resolverlo. La semana previa a la navidad, o al año nuevo, es como los días previos al cumpleaños. Esta extraña sensación del estómago intentando escaparse por la boca. Y otra vez lo que será un año nuevo, que después, siempre queda viejo. Un alfajor en el quisco de las 24 horas no lo resuelve, pero lo alivia. La tele ya no proyecta nada interesante. El libro te hace pensar demasiado. Cerrar los ojos con fuerza no atrae al sueño, lo aleja. Sentarse y dejarlo pasar. ¿Trabajar? ¿Estudiar? no sirve como tiempo ganado, pero tampoco es perdido. ¿Recordaré algo de lo que piense esta noche? por las dudas lo anoto. Una listita más en mi cuaderno de "varios". Té de tilo, té de hiervas, o mejor un café y dejar que la noche se aclare hasta el día.
Mañana voy a ser un sombi. ¡Mañana voy a padecer tanto la noche que ahora disfruto! El insomnio nació conmigo. Funciono mejor de noche que de día. Reviso agendas viejas, listas de libros, agendas futuras. Escucho música que tenía olvidada. Organizo hasta el vestuario de mi semana. El placard ya está ordenado.
Y me dejo tirar, me hundo en el colchón hasta que queda la formita grabada en la sábana. Mientras, pienso en el brujo. En lo que te dijo el brujo a vos y en lo que me dijo a mi. En si se está cumpliendo o se va a cumplir. En que es tan mentiroso como la plata que le pagué. Las sensaciones van pasando y mis ojos siguen cansados de ver, pero no se duermen. Que la compañía no sea más que mi cabeza me altera. Pero me llevo bien. El insomnio practicamentre es mío, soy yo. Espero mañana recordar lo que hoy definí, por lo menos para saber que habló la que no duerme pero no se calla.