domingo, 30 de enero de 2011

Irrelevante importancia


Espero que hoy domingo llueva. Porque pienso cruzar a la panadería, sin corpiño de nuevo, a comprar seis churros y dos bombas rellenas de crema pastelera. Ojalá, porque voy a escuchar a Litto Nebbia todo el día y cantar a los gritos aunque al francés de la ventana de enfrente no le guste. Y pienso también releer el epílogo de “Sinfonía para Ana”, aunque la semana pasada me lo devoré en menos de 24 horas por decimonovena vez.


Espero, porque voy a empezar con Sabrina (la versión vieja) y terminar con Diario de una pasión. De noche me emborracharé sola, con una botella entera de cosecha tardía y pijama de seda, solo para bailar enfrente del espejo del living, pero lejos, para verme chiquita pero entera.


Ojalá llueva, así nadie me obliga a usar tacos y puedo pasear descalza, por el mismo suelo de madera, una y otra vez. Porque a veces se siente bien la cara sin maquillaje de sonrisa, y dejar que el rollito se escape por tu jogging desgastado, que probó más veces la cama que el gimnasio, tiene una dulce y liberadora angustia.

Y quizás, después de estos rituales de sexta caprichosa, pueda volver a sonreír por propia voluntad, reducir la arritmia de mi mente y recordar que todo lo que molesta es porque importa, y cuando la importancia se vuelve irrelevante, la angustia desaparece.