lunes, 20 de junio de 2011

Prontos, listos, ya

Un juego de palabras en twitter llevó a una búsqueda inocente en google. Y de ahí a saber que esa frase infantil era un libro. “Prontos, listos, ya” de Inés Bortagaray. Enseguida, el capricho literario quiso tenerlo, mail madiante a mi prima, iba a ser un envío desde las tierras orientales.
Pero esta mañana el razonamiento irracional de una mente con problemas, me despertó temprano. Salí rumbo a Libertad, en busca de los complementos necesarios para preparar a Renata para su próximo viaje. Y la calle corrientes me recibió con la Hernández abierta. Fue sencillo, bastó preguntar y el libro que parecía inexistente en las librerías porteñas apareció como arte de magia. Al principio, mezcla de desilusión y dedos demasiados largos en búsqueda de un tomo cuantificado que me acompañara en los bares madrileños, la mueca de “es demasiado pequeño” apareció en mi cara. Agregándole que la letra era por lo menos un +16, me di cuenta que no me acompañaría más que un par de horas en algún café barrial. Y ahí partí, con una bolsa demasiado grande para tan pocas páginas.
El libro no me desilusionó. Una mezcla extraña de estar leyendo mi infancia y saber que el final agridulce de un comienzo se acercaba. Fueron las palabras, las sensaciones exactas que me hicieron leer lo vivido. Y después todo volvió. Como siempre, la vida real vuelve cuando la última página se termina. Y esa angustia de último sueño, de final despierto, de semiinconsciencia interrumpida. 
Los libros son como mi sonambulismo, cuando los disfruto, cuando los siento, me despierto con la impresión de haber creado un mundo paralelo donde digo lo que pienso y hasta yo desconozco. 


  
 

domingo, 19 de junio de 2011

No soy tu flor



"Sos como una flor, mi flor”, me dijiste mientras revolvías tu café frío. Por lo menos no una natural, pensé. Tal vez una de plástico o una marchita. Pero las tetas no me las hice y arrugas no tengo, así que mejor no soy una flor. Soy una persona. Si, eso creo ser, una persona. Por lo menos cuando me pincho me duele.

El otro día leí en una Cosmo vieja de consultorio que la sensibilidad de la piel se corresponde con la del alma. No, prefiero no creerlo, sino mi alma estaría llena de cicatrices y moretones de cajones amorosos puestos en lugares incorrectos y puertas cerradas en dedos de sentimientos. Me niego rotundamente a que mi sensibilidad sea tan superficial como mi piel. 

De fondo sigo escuchando el chamuyo del típico "cuantas minas que tengo" y completo mentalmente tus oraciones de libretita de bolsillo. Ese "te quiero a vos, bichito de luz" ya no va. Bichito de quien, si soy un bicho en todo caso seré un bicho mío, de propiedad física e intelectual, y no sé si elegiría exactamente una luciérnaga, viven poco, las suelen atrapar en frasquitos de mermeladas y su muerte más común suele ser la asfixia. Ese "Yo te quiero a vos" que me repetís con una sonrisa de oreja a oreja mientras seguís mirando tu café ahora vacío, es tan falso como tus planteos filosóficos sobre la vida. Hiciste fondo blanco con lo que te quedaba en la taza. Hubiese querido leerte la borra del café pasa saber de una vez por todas que va a pasar.

A ese “te quiero” ya lo escuché miles de veces y creo que solo una de diez fue verdad. Por qué no mejor haces una lista de las cosas que odias de mí y me las gritas mientras nos tomamos un helado. Por lo menos así nos vamos a divertir los dos. Y sí, estoy segura de no ser una flor. Te lo prometo. Creo haberlo comprobado. Tal vez en otra vida.

Tus regalos son siempre incorrectos. Que los bombones tengan relleno de licor me da asco, y si vienen en caja con forma de corazón, peor. Prefiero que me regales la entrada para ir a ver a Silvio Rodríguez que bastante cara está, aun pagándola en cuotas.

Abrís el paquete de Mogul por el lado de los verdes. Te pasaste media hora frente al estante del kiosco tratando de elegir el que tenía menos naranjitas, mientras yo te esperaba paciente. Te metes uno a la boca y con la lengua le sacas primero el azúcar para luego morderlo. No los comes todos, guardas algunos para después de la cena y ni siquiera me ofreces el que menos te gusta.

Tal vez me hubiese convenido ser, no como una flor, pero algo parecido. Un grano de polen en la nariz de un alérgico o un pétalo disecado entre las hojas de un libro, algo que te moleste lo suficiente como para que te dignes a levantar tu mirada y dirigírmela, por lo menos por un segundo. Pero ya está, soy esto. Ahora a vivirlo. No como una flor, pero por lo menos como lo que soy, una persona que en algún momento debe tomar sus propias decisiones, no leyendo tu borra del café, ni esperando a que levantes la mirada, sino eligiendo su propio camino.

(Publicado en el Diario La Unión el 19 de junio de 2011)

domingo, 12 de junio de 2011

Quereme redondita

Me compré un jogging. Salió caro, pero espero que mi coditis aguda funcione de incentivo para empezar el gimnasio. No hay momento del año para “comenzar a cuidarse”, pero siempre me pasa lo mismo: me acuerdo a esta altura, en septiembre llego al “peso ideal” y un mes después empieza la temporada de helado. Y todo de vuelta. El bikini no encaja, el talle aumenta y el esfuerzo se vio ocultado bajo la polera de lana que no nunca dice nada.

La culpable de todo, además de mi misma, son las calzas. Si, las calzas y su elástico de pantalones para embarazada. Y cuando llega el momento de ponerse el jean, el botón no llega al ojal o, luego de tirarte y retorcerte cual pescado fuera del agua, el resultado son dos redonditos flota flota que acompañan la cintura con un glamour que hay que saber llevar.

Viandita light, omisión de galletitas en el trabajo, mirar para otro lado en las tortas de cumpleaños, los dos permitidos para el fin de semana y unas ganas tremendas de nadar en una pileta de panqueques de dulce de leche con bochitas de crema americana.

Pero no nos vamos a volver locas. Los rollitos a veces pueden ser amigables y sirven para apoyar las manos cuando una está cansada.

“Las gordas” de Botero es una prueba artística de lo sexy que pueden ser esos gramos de más. Como siempre, “es solo cuestión de actitud”. Por que no hay nada mejor que tener una buena cadera y un gran culo para mover. Saber llevar las curvas es un arte que se aprende con el paso del tiempo, y con las caídas del tiempo.

Y al final, me tomo dos termos de mate para evitar las galletitas de la redacción y a los flotadores se le suma una hinchazón digna de panza de cervecero. Y la promesa de salir a caminar tres veces por semana, hasta que el cierre logre llegar a su lugar, queda hundida bajo la frazada de la siesta.

La última vez que quise empezar el gimnasio, hace un mes, se cortó la luz en todo el barrio. Si esa no fue una señal de apoyo a mis queridos rollitos, que quieren seguir estando en su lugar, no sé que fue. En ese momento decidí creer en el destino.

Pero la verdadera cuestión es “quererse” redondita. Y acá le damos un pisotón al título. Porque nadie te va a aceptar si no te aceptás vos primero. Recordemos que los beneficios que su cadera le dio a Shakira. O el tan famoso (y es cierto, me lo han dicho) “me gusta tener de donde agarrar”. Amigarse con los rollitos es como llegar a la paz mundial: no importa que otros problemas surjan (y acá una voz en off grita “¡Piel de naranja!” forma coqueta de llamar a la celulitis) una vez que entendemos que llegaron para quedarse, la amistad es irreprochable. Bienvenidos, y ojala, el próximo verano cuando me toque estrenar la pileta sigan ahí, y me ayuden a flotar, en una y elegante planchita.

(Publicado en el Diario La Unión el 12 de junio de 2011)

lunes, 6 de junio de 2011

Cómo contratar un novio


Los domingos, después de leer el diario y antes de sumergirme en el maravilloso mundo de Cuevana.tv, suelo leer las notas “info tontas” de los portales web. Y fue exactamente hace una semana que, sin querer queriendo, leí “Cómo casarse con el hombre de tus sueños”. La nota no era más que un resumen refrito de un libro de autoayuda. Es así que mientras me comía media docena de churros sin culpa decidí analizar punto por punto.

1. Cada mujer debe pensar en qué atributos “realistas” quiere encontrar en un hombre.
Dale, vamos a cada cita con la listita hecha. Músculos si, pero no tanto. Inteligente y que le guste el fútbol pero en dosis pequeñas. Que sea sensible pero no metrosexual. Que se banque a mis amigas, que rompa con los estereotipos, y así podría seguir por horas… Seamos realistas pero en serio, hay que ceder: las pancitas de cerveza cuando se las mira con amor son tiernas y esta bueno que se tome un fin de semana entero para ir a la cancha. Cuando se le pone un poco de voluntad, la lista se va armando a medida que la relación se va formando.

2. No abalanzarse y hacerse ilusiones sólo porque nos parezca atractivo. Dice que el hombre ideal existe, pero es uno entre cien.
Es verdad que el hombre ideal es uno entre cien (yo diría entre miles) y es verdad que abalanzarse, y sobre todo hacerse ilusiones, no nos sirve para nada, pero soy de las que les gusta el riesgo. Y aunque mi suelo dármela contra la pared aún cuando hay cientos de señales al costado del camino, prefiero estamparme la ñata contra el ladrillo.

3La mujer debe estar siempre preparada para abordar una conversación de manera memorable, no pidiendo la hora o hablando del clima.
Ok. No más “¿Tenes hora?” o “¿Me darías fuego?”. Descartemos el chamuyo barato que a nosotras tampoco nos gustan. Estoy a favor de “romper el hielo” (o mejor dicho derretirlo), pero seamos realistas (de nuevo) la mayoría de los hombres huyen despavoridos cuando los intentás levantar.

4. Lo más importante es que la mujer se dedique a escuchar sin interrumpir. Aquellas que hablan demasiado no interesan a los hombres.
Ah no. No señora y no señor. Yo hablo, hablo mucho y el que me quiere que me escuche. Obvio que también escucho, pero tiene que ser 50, 50. Hablás vos, pregunto yo. Hablo yo, preguntás vos. Así es la cosa.

5. La llave de su corazón es balancear los halagos con las críticas.
¿Llave del corazón? ¡Alguien sáquele a esta mujer las poemas que vienen en el chocolate! Quien alguna vez haya estado enamorada sabe que cuando el bichito te picó es difícil que él tenga algo malo. Pero con el tiempo, la pata sobre la mesa empieza a molestar y el eructo deja de ser un chiste. Es cuestión de aceptar y ser aceptada.

6. La perseverancia es la clave para encontrar al hombre ideal, sólo hay que saber enfocar la búsqueda.
¡Odio la perseverancia! Digamos no a la perseverancia y si a las salidas con amigas, quizás en medio de un boliche aparece tu sapo azul y le podes contar a tus nietos, “a tu abuelo lo conocí en un baile”.

(Publicado en el Diario La Unión el domingo 5 de junio de 2011)