Soy adicta a imaginar, debo confesarlo. Cuando pienso en lo
que pudo ser o en lo que podría ser produzco endorfinas suficientes para
llenarme la panza de felicidad. Esa
felicidad que la realidad rara vez proporciona.
Pienso lo que podría haber sido y lo que podría ser sin
diferencia alguna.
Soy adicta a soñar y ya da vergüenza confesarlo. Pero me
genera la misma paz el pasado inventado que el quizás idealizado.
Existo queriendo ser y siendo lo que soy sin diferencia
alguna.
Soy adicta a escapar, a buscar una salida. Me cuesta
entender que el presente impone una razón de batalla ganada. Me reconforta el
futuro deseado y el falso pasado.