Me cuesta
mantener la mirada, siempre me costó.
Me cuesta
porque sé que, cuando miro a alguien a los ojos, digo demasiado.
Sin abrir
la boca, digo demasiado.
La verdad sale
por mis ojos, la siento, presiona desde adentro, me seca las pupilas y se
dispara directo a la mente ajena.
Es por eso
que mentir no sé, y cuando me sale, las pocas veces que me sale, me asusto, me
enfrío, me siento electrónica.
Por eso, ¡no
me mires! te voy a evitar. Aún en la conversación más simple. Mirarte es el encuentro más vulnerable.
El día que
mire y encuentre otra mirada de pupilas
secas, será el día que vuelva a mirar.