Su relación estaba muerta desde el principio. Como esa película Blue Valentine, o esa otra, El amor primera parte. El primer libro que ella le prestó a él, hablaba sobre eso. Era una historia sobre el desapego, donde él moría y ella rearmaba su vida. Su canción era Clara, otra historia, donde el que se quedaba solo era él, y sin vida que retomar, pegado a un recuerdo.
Su vida juntos estaba quebrada desde que empezaron a no planearla. A dejarse llevara por el viento. Creían quererse con locura, no amarse, pero si quererse de una forma tan fuerte como inaceptable. Lo sentían en cada mirada. Pero las miradas, y sobre todo los secretos, no son siempre tan fuertes, ni tan verdaderas como aparentan ser. El tiempo trajo esa ironía. Saber que aquello que parecía único, era múltiple.
Quizás, solo en un rincón remoto de lo que ellos llamaban mintiéndose amor, había una esperanza. Relaciones peores han sobrevivido, las conocían, sus amigos eran los protagonistas.
Dicen que es lo último que se pierde, la esperanza, pero ellos comenzaron sabiendo que no la tenían. Se mintieron, la intentaron sembrar, pero ambos olían falsedad cuando respiraban profundo.
Y como historia que no tiene principio, tampoco tuvo final. Se disolvió, diluyó, absorbió, procesó, desintegró. Él la dejó de llamar, ella nunca pensó en atender.
Ambos estuvieron de acuerdo sin saberlo, cada uno a su tiempo, cada uno cuando pudo. Porque se quisieron, eso nunca estuvo en duda, pero no se amaron y eso, eso siempre lo supieron.