domingo, 14 de octubre de 2007



La deforestación en el Amazonas

El papel nulo de los Estados involucrados. La falta de políticas conservadoras y un futuro apocalíptico que involucra a todo el planeta. He aquí las causas y consecuencias de una desaparición anunciada.

“Árboles, árboles, millones de árboles, masas gigantescas erguidas” escribió una vez Joseph Conrad, cuando uno de sus místicos personajes se internó en lo profundo de la selva. Hoy sería casi imposible hablar de esas “masas gigantescas” sin mencionar el terrible peligro que corren.
Según Greenpeace, 20 millones de hectáreas tropicales son taladas cada año. Si esta destrucción de ritmo amenazante continua, en tan solo 40 años ya no habrán más bosques.
El Amazonas es, aunque suene a cliché, el pulmón verde del planeta. Sin embargo dentro de poco la irracionalidad del hombre lo llevará a necesitar un transplante urgente. Alrededor de 7.05 x 106 km2 de selva amazónica son afectados día a día por la agricultura, la explotación maderera, la ganadería y la construcción de carreteras entre otros.
Representa cerca del 70 por ciento de las selvas tropicales del mundo, este tanque de oxígeno está desapareciendo a un ritmo alarmante. Pero ¿cuáles son los beneficios de los que el mundo está siendo privado? Y todavía más ¿Cuáles son las posibles consecuencias ante su inminente desaparición?



Verde que te necesito verde
Antonio Nicolás Gillardi, director de la fundación Ambiente Ecológico, señala la importancia de los bosques para el planeta: “Dentro de la dinámica de la Tierra, los bosques cumplen muchas funciones como la generación del oxígeno, purificación del aire, sustracción parcial de carbono, estabilización de los suelos, control del clima y reservorio de agua de lluvias”.
Sin embargo, los intereses económicos parecen sobrepasar cualquier beneficio natural sin tener en cuenta el futuro. Guadalupe Rodríguez, corresponsal en Ecuador de la Fundación alemana Rettet den Regenwald e.V. (Salva la Selva), cree que las empresas llegan hasta sus últimas consecuencias a la hora de agotar las tierras.
“Las causas de la deforestación son principalmente intereses comerciales en los bosques a partir de su madera, recursos minerales (como el cobre, oro), petroleros e hídricos. Una vez que los recursos han sido extraídos, para lo que es necesario deforestar las selvas, no se retiran y dejan descansar la tierra, sino que la utilizan para otras actividades igualmente comerciales, como la ganadería y actualmente también para el establecimiento de plantaciones destinadas a la producción de biocombustibles”. Por su parte, Gillardi también ve al nuevo boom de los biocombustibles como una amenaza para los bosques tropicales: “La falacia ambiental que son los biocombustibles a partir de distintas especies cerealeras hace que se planten a diestra y siniestra sin importar cómo, dónde y qué” y además plantea a la industria forestal como un monstruo que avanza sin importar que se lleva por delante: “Depredan miles de hectáreas para plantar monocultivos con especies de rápido crecimiento y alto valor agregado. A ellos le debe cerrar la ecuación Costo-Beneficio-Económico antes que la de Costo-Beneficio-Ambiental”.
Alejandro Ruete, licenciado en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Comahue, agrega factores políticos a la larga lista de destrucción forestal. “La deforestación y la degradación de los bosques se producen como respuesta a los indicadores políticos que tienden a empujar a la gente hacia el bosque en momentos de dificultades económicas o sociales”, explica.


Un modelo para seguir y otro para resignar

Rodríguez estipula siendo manipulado de esta forma, el Amazonas podría no existir más en 40 años, teniendo como consecuencias el calentamiento global y sequías extremas que perjudicarían a toda América Latina, entre otras.
Pero no todo es negro cuando se habla de la conservación del medio ambiente. Según Gillari existen países europeos como Polonia, Bielorrusia, Letonia, Lituania, Estonia, Noruega y Rusia, entre otros, que están a la vanguardia con respecto al uso de sus reservas forestales y que tienen una férrea política sobre el cuidado de sus bosques. Estos países han sufrido en consecuencia de la expansión de las fronteras y el incremento poblacional a partir de los últimos tres siglos y han tomado acciones al respecto.
No obstante, Rodríguez tiene una visión más pesimista al respecto: “Ningún país está protegiendo sus recursos adecuadamente. Algunos países como Alemania tienen leyes fuertes de protección ambiental, pero en Europa la mayoría de los bosques naturales han sido eliminados hace siglos”.

Tuyo, mío ¿de quién?
A diferencia de otras problemáticas, la deforestación es un fenómeno que traspasan fronteras y cuya solución, a gran escala, es de orden mundial. Según Luís Darío Carreras, director del Centro de Protección de la Naturaleza (CeProNat), “La mayoría de la sociedad latinoamericana que toma decisiones se encuentra en las ciudades, muy lejos de estos lugares. Esto constituye un impedimento a la hora de tomar conciencia y realizar acciones: la naturaleza está fuera de nosotros, diría Eduardo Galeano, y la tomamos como algo que puede domesticarse, no como algo que nos sirve de sustento para nosotros y para el resto de la Vida sobre el planeta”.
Los tratados escasean y según Esteban López Márquez, ingeniero agrónomo y miembro del comité asesor de la Fundación Roulet, “no existe legislación que obligue a un país o región a cumplir determinadas pautas, lo único que se ha logrado son protocolos internacionales”.
La Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) es el único convenio internacional que influye directamente sobre los bosques y que es aplicado es el CITES. A través de este trata de preservar, mediante tres categorías, el grado de peligro que afecta a determinadas especies tanto de flora como de fauna. La CITES emite anualmente una lista donde expone el estado de éstas. Gillari cree que “es muy difícil legislar a nivel internacional sin meterse con la soberanía de algún país. Ya tenemos muy mala experiencia con lo que está pasando, en nombre de la paz mundial y la lucha contra el terrorismo”.

Estados nulos
La Selva Amazónica comprende a ocho países americanos: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Surinam, Venezuela Y Guayana Francesa. Pero Brasil solo posee el 60 por ciento del territorio amazónico.
Según declaró Rosalía Arteaga, secretaria general de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), en una entrevista con DW-World, “cada gobierno es soberano para tomar decisiones, pero se debe estar atento a todas las actividades en la región amazónica. Nosotros creemos en las responsabilidades compartidas”.
No hay visión de expertos que esté de acuerdo con las políticas que han llevado acabo los estados involucrados. Desde Ecuador, Rodríguez afirma que tos los gobiernos involucrados “han tenido un doble discurso con respecto al Amazonía” y afirma que “se jactan de considerar su importancia y su necesidad de conservación pero no toman medidas políticas que afectan a la integridad de la amazonía”. También acusa al presidente Brasileño, Lula da Silva, de haber dado cifras incorrectas referentes a la deforestación de la Amazonía en su reciente viaje a Europa. Sin embargo nueve ONGs, incluida Greenpeace, y el gobierno de Brasil firmaron el pasado 3 de octubre in acuerdo nacional para detener la deforestación en el Amazonía en el 2015, creer o reventar.
“Los gobiernos en sí se limitaron a expresar solamente deseos, en la práctica, continúan cerrando sus ojos a la deforestación y sin importarle si es indiscriminada o no” critica Gillari y cree que Brasil es un ejemplo muy claro de eso: “El discurso y la publicidad mediática hace que se opaquen las verdaderas actividades”. Por otro lado considera que Perú y Bolivia han diezmado y casi extinguido especies maderables de alto valor comercial como la caoba y la teca, mientras que Colombia, Venezuela y Ecuador, ponen la explotación petrolera por sobre los recursos naturales boscosos. También resalta el doble discurso del presidente Chávez que está en contra de los biocombustibles pero avala la deforestación para la expansión de la frontera petrolera y la ganadera.

La deforestación y degradación de las masas forestales constituyen una de las más grandes amenazas para el equilibrio ecológico del planeta.
Según el informe sobre bosques argentinos a cargo de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, el Banco Mundial calculó recientemente que los medios de subsistencia de una cuarta parte de la población mundial dependen directa o indirectamente de los bosques. Consecuentemente, si el hombre, ser egoísta por naturaleza, no lo hace por su propio planeta deberá hacerlo aunque sea para preservar el futuro de las generaciones venideras.

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