Es cuestión de
actitud. Ya lo decía Fito. El chamuyo a través de redes sociales queda más en
la actitud cibernética del posible candidato que en las ganas de que se haga
realidad. El tema ahí son los ex, los muertos en el placard y esos que siempre
te parecieron lindos pero que ni por casualidad te animás al “¿Perdón, nos
conocemos?"
No soy de las que
creen que el futuro amoroso se puede encontrar online, conozco casos, pero creo
que son como esas enfermedades raras, que se cuentan por millón. Pero tampoco
lo creo un mal innecesario, se puede, cada tanto, darle bola al chat de ese
desconocido que sí te dice “¿Perdón, nos conocemos?”. Mal no le hace a nadie, y
como mucho, el inhumano pero efectivo “eliminar” siempre está a dos clicks de
distancia.
La cuestión es
cuando el amigo de tu amigo que conociste durante unos breves quince minutos,
en una fiesta olvidable pero presente en tu memora gracias a él, te agrega a
Facebook. Lo normal es que te dedique un “¿Te acordás de mi?”, pero suele ser
más común que quede todo ahí o que se dedique a mirar tus álbumes de fotos a
que te hable. He ahí la cuestión, ¿Para qué agregar a alguien si no le vas a
hablar? Cuando el chamuyo no llega a ser ni monosílabo, es cuando más odio me
genera.
La otra cuestión es
cuando cambiás tu estado civil. Siempre fui de las que deja ese casillero
vacío, pero un día se me dio por asumir públicamente mi soltería y fue menos
productivo que chupar ostias. Lluvia de comentarios. Que si antes no estabas
soltera, que si acabás de cortar y con quién, porqué una chica como vos esta
sola (¿una chica como qué? ¿Con esta cantidad enorme de problemas psicológicos?
¿Con cuatro piernas como reina de circo? Ahh no, solo era chamuyo…). La verdad
es que hubiese sido menos efectivo y más productivo gritarlo por la ventana y
que me contesten tan solo un par de locos.
Pero sin perder el
hilo de esta conversación (mental y pública), aceptemos que, cada tanto, esos
mensajitos perdidos de extraños nos hacen bien al ego y al autoestima (claro
que son cosas diferentes). Por eso, quedarse hasta las tres de la mañana
conociendo a un posible compañero de departamento, cuando tenes bien en claro
que te vas a mudar sola, no siempre está tan mal. Te acompaña en el insomnio,
te saca una sonrisa cuando al otro día te levantás y recordás la conversación y
es, quizás, un posible futuro candidato. ¡Ojo! amigos de amigos eh. Nada de
desconocidos que pueden tener un cuchillo escondido detrás de la camisa en la
primera cita.
Por eso, a pesar de
que la hiperconectividad tiene sus contras y que, aunque no le quieras dar tu
teléfono a algún androide insoportable se las va a arreglar para encontrarte
online, seamos realistas: en épocas de príncipes flacos y donde el azul se
convirtió en marrón, quizás, solo quizás, el caballero que esperás llegue a
través del cable Modem.
Realmente sos muy buena escribiendo.
ResponderEliminarBuenas notas, las tuyas.
un abrazo.
continúo en ésta.
Leyéndote.
Nicus