Solo una vez escribí sobre esto para alguien más. Puedo
hablar del tema, la gente a veces se asusta por la facilidad con la cual cuento
los hechos. Pero la palabra escrita para mi tiene otra importancia. Es difícil,
me cuesta, le da un valor que no puede ser borrado y menos aún si está escrito
en un diario. Suelo usar este espacio para reírme del amor, dramatizarlo,
actuarlo, mentirlo y hasta sentirlo. Suelo darle vuelta a las palabras, jugar
con ellas para que digan lo contrario de lo que suelen decir. Pero esta vez,
esta vez quiero ser sencilla y directa, para que se entienda, pero sobre todo,
se sienta.
Hace cinco años, el 8 de octubre de 2006, volvía de la escuela que apadrino, en
el Paraisal, Quitilipi, Chaco, cuando un camionero ebrio choco el micro en el
que viajaba. Nueve compañeros y una profesora fallecieron. Y la vida de muchos
otros se modificó, irremediablemente.
Recuerdo cada detalle de ese día. El antes y el después. El ir enterándome de a
poco de lo que había sucedido y pensar que eso no podía estar pasándome a mí.
Hay cosas que uno jamás va a poder olvidar y aprende a vivir con ellas, pero
cuando la realidad se convierte en una hecho constante, duele aún más.
Como periodista me toca ver y editar noticias sobre accidentes todos los días.
Como persona, me toca revivirlos en los medios, todos los días. Y cada vez se
me encoge un poquito más el alma. Se vuelve a estirar, con el tiempo se vuelve
a acomodar en su lugar, pero eso no significa que no duela.
No es accidente lo que se puede evitar.
Eso es lo que aprendí a la fuerza hace cinco años. No es accidente si realmente
se puede evitar, pero sobre todo si se quiere, si esta la voluntad. Porque ese
conductor decidió manejar en ese estado, pero si los bares al costado de la
ruta no vendieran alcohol, no se hubiese podido emborrachar. Si existieran más
controles en las rutas, mejores rutas, si los peajes reportaran cuando ven algo
extraño, al igual que otros conductores, si todos decidiéramos no hacer la
vista gorda, es camionero ebrio no hubiese llegado al punto de conducir casi en
coma alcohólico, por la ruta 11. Y doce personas, en total, no hubiesen perdido
la vida.
1.2 millones de seres humanos mueren anualmente en el mundo por accidentes de
tránsito. Durante 2010, 7.659 argentinos perdieron la vida en las calles y
rutas del país, 21 cada día, 638 cada mes. Lideramos el ranking mundial y esta
vez, ser los primeros, no es un orgullo nacional.
Tantas veces me pelee con amigos que luego del accidente siguieron manejando
ebrios, como si ellos fueran inmunes. "Yo puedo manejar, voy más lento,
pero puedo". "Tengo buenos reflejos". “No tomé tanto, he
manejado estando peor”. Son todas excusas baratas, pretextos que pueden
quitarle la vida no solo a uno, sino muchos, miles.
Hace poco, luego de un pequeño choque que tuve yendo al trabajo, alguien me
dijo: "vos tenes algo con los accidentes". En ninguno de los dos iba
manejando yo. Aun así, no tengo algo con los choques ni los choques tienen algo
conmigo. Porque no pasa una sola vez, no pasa dos, pasa miles de veces por día.
No sé cuanto efecto tendrán estas palabras, pero por lo menos a mi me sirve
escribirlo. No es muy difícil de entender, si manejas no tomes. Si vez que el
conductor a cargo tomó, no te subas, sacale las llaves, no lo dejes manejar.
Que una de las mayores epidemias del mundo se podría evitar tan solo tomando
conciencia, pero que aún así no lo logramos, es una de las mayores estupideces
que escuché en mi vida.
Miles de vidas se modifican irremediablemente por día y no hablo solo de las
que se pierden, sino las de sus familias, amigos, las que lograron sobrevivir
pero que van a llevar una marca siempre, cada vez que la calle se los recuerde.
Divididos, en su disco Amapola del 66, en homenaje a los que perdieron la vida
ese 8 de octubre interpretan una canción que en su estribillo dice: Todos
fuimos, todos somos, todos podemos ser. Y más allá de la verdad que encierran
estas palabras, y más allá de que no te interese pensar en nadie más que en
vos, desde tu egoísmo aunque sea… no mates, respetá, por favor, a los que
optamos por seguir viviendo.
(Columna publicada el 9 de octubre en el Diario La Unión)
y no es solo el alcohol. la gente cree que puede manejar drogada, cree que puede manejar con sueño, cree que puede manejar estando enferma, cree que puede manejar a velocidades ridiculas...
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