miércoles, 7 de noviembre de 2007

Fotocópiame si me necesitas

Se miran entre ellos. De fondo, Rodrigo canta sus últimas estrofas por la radio (“Soy cordobés/ me gusta el vino y la joda/...”). Vuelven a mirarse pero esta vez con los ojos entrecerrados, como si intentaran divisarse mejor uno al otro. “Mañana abrís vos”, señala el de menor estatura mientras ceba un mate y se lo pasa a su contrincante con una expresión de victoria. Sabe que ha ganado y que no deberá despertarse a las 5 de la mañana para abrir a las 6.30. “Reíte nomás, que si yo abro mañana a vos te toca el sábado”. Se sabe triunfador y por primera vez en toda la mañana recibe con una sonrisa a los estudiantes que se abalanzan sobre el mostrador pidiendo apuntes y fotocopias.
Son las 9 de la mañana en una fotocopiadora cercana a la sede Tucumán de la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero esta escena se puede presenciar en varios puntos de la Capital Federal. Donde hay una sede de la UBA hay por lo menos 6 o 7 fotocopiadoras a su alrededor.
Sin embargo, la ley 11.723 de Derecho de Autor y Concordantes del Código Procesal Penal de la Republica Argentina imputa a todo aquel que reproduzca ilegalmente copias de libros y/u otras obras. Por su parte la Cámara Argentina del Libro promueve y protege los derechos de propiedad intelectual frente a cualquier acto que atente contra ellos. Según su estatuto, su misión es combatir con y por todos los medios posibles la piratería y la reprografía ilegal.
Según cálculos recientes, Iberoamérica reproduce 250.000 millones de páginas al año. El Grupo de Entidades de Derechos Reprográficos de Iberoamérica (CEDRI) que agrupa a asociaciones de España, Brasil, México, Costa Rica, Colombia, Ecuador y Argentina cree que la situación es cada vez más grave y plantean que la única solución es que los autores reciban también beneficios por la reproducción de sus obras.
En un reportaje para el diario español “El País”, el escritor argentino Rodrigo Fresán contó una anécdota que ilustra significativamente la situación de las fotocopias en las universidades: "Un día me llamó mi editor muy contento para decirme que uno de mis libros iba ser usado como libro de texto para determinada materia en la Universidad de la Plata. El día que fui a hablar con los alumnos me encontré en el quiosco de la universidad el libro fotocopiado en un horrible formato apaisado. Se lo dije al rector y me contestó que lo importante era que me leyeran". A pesar de conocer la ilegalidad del recurso, los estudiantes universitarios de instituciones públicas no siempre pueden comprar el material original de estudio y las fotocopias aparecen como sus salvadoras. Por lo tanto ¿Deben dejar de estudiar por el simple hecho de no poder comprar los libros? ¿O deben seguir consumiendo fotocopias para lograr finalizar sus estudios? Aún siendo extremista y sobredimensionado, esto es real. La diferencia entre un libro de aproximadamente 200 páginas y su formato en fotocopias ronda los 10 pesos, con lo cual se puede comprar las fotocopias de otro libro.
La cuestión ha sido planteada: la reproducción de libros a través de fotocopias representan una pérdida económica significativa para los autores y editoriales pero es una gran ayuda para los estudiantes de pocos recursos.
Solo queda definir una cuestión: quiénes serán los beneficiados y quiénes los perjudicados.

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