miércoles, 31 de diciembre de 2008

Un elefante se balanceaba...

Un espejo y tres vestidos. No mejor cuatro, a ese también le das una chance.
Te vestís para un año nuevo y elegís rojo por la pasión y blanco para olvidar lo negro del anterior. Es que el elefante se mareó y cayó para el lado del menos pero estás dispuesta a que mil elefantes se paren sobre el más en el 2009. Termina impar, tiene que ser bueno. Los balances de fin de año siempre son costosos, en todo sentido. Este año te da miedo agarrar tu cuadernito con tapa de Botticelli e ir a la plaza a escribir lo que pasó y lo que querés que pase.
Último bostezo, último dolor de cabeza, última siesta y la última cena. Te da gracia como la gente en la radio se saluda, se agradece por el gran año, por estar en las buenas y en las malas y se despiden, como si nunca más se fuesen a ver. Pero luego pensás, de alguna forma es así... la persona que verán el año que viene no es la misma que despiden en los últimos minutos al aire. Todos dejan algo en el último día del año, cigarrillos, chocolate, malos humores, esperanzas, negaciones... Siempre se amanece en año nuevo para ser algo diferente, para saber que el año pasado algo se llevó.
Es por eso que aunque tu balance de negativo, ya estás tirando de la soga, o viajando lejos a buscar nuevos elefantes para que se paren del lado del más.

Feliz año nuevo a todos!
y que el 2009 sea un año impar más!

lunes, 29 de diciembre de 2008

Postre


Por que se me da la gana, paso directo al postre. La entrada no tiene nombre divinidoso, ni el plato principal morboso. En cambio, el postre... el postre lo dice todo. Primero pétalos de rosa bañados en chocolate. Seguido por tiramisú, porque el café excita a la gente, y aún más si esta en un postre. Una copita de champagne con helado de limón para cortar el gusto y un poco de dulce de leche para recubrir la garganta y que no se pierda entre tanto elixir... Luego, algo fresco. Frutillas de heladera o cerezas que naden entre pedacitos de hielo. Y de ahí derecho a la cama. Desnudo o desnuda, en bombacha o slip. Pero a la cama, a soñar envuelto en endorfinas, para que el obligo se enrede entre las sábanas y los pies jueguen a encontrarse. Por eso, por que me da la gana, paso directo al poste. Solo al postre.

Bienvenidos a Culimundi

Culimundi no queda en el culo del mundo. Es más, queda bastante cerca. Culimundi se ubica en el Partido de Moreno, Provincia de Buenos Aires.
Los metros cuadrados que ocupa no los sé, pero para simplificar se podría decir que aproximadamente una manzana porteña. Tras sus muros verdes se encuentran tres casas, una pileta redonda al estilo estanque, una pequeña lagunita con peces que no te saludan al pasar y un par de proyectos más, a medio terminar o en su esplendor máximo. Las flores de Culimundi también tienen su propia atracción. Pasear entre ellas es una especie de vivencia salvaje mezclada con abejas de confettí de Disney.
Cada año, a fines de diciembre, los pobladores de Culimundi realizan un festival de artes. Danza, teatro, monólogos, y cualquier otro "arte" o intento de arte que ellos, o sus invitados quieran exponer. Como dice uno de sus máximos ciudadanos, Rodo, es un rato para olvidarse de la crisis, los malos pesares y cualquier otra cosa que puede estar zumbando los oídos. No importa si la risa se había olvidado de aparecer el resto de la semana o si la angustia se había anudado en la panza. En el festival de Culimundi (que aún sigo sin saber su nombre) todo parece verse con los ojos cerrados al mundo exterior. En esta ocasión, que me tocó participar como público de manos duras por aplausos, pude presenciar monólogos sobre las mujeres desnudas, parejas enamoradas en serio que hicieron suyo el jazz y hasta divertidos zapatos con chapitas, que encima de una pista improvisada con mesas de pingpong, supieron marcar el ritmo ante un silencio digno de eco.
Es que una vez por año, aunque sea una, hay que ir a Culimundi y olvidarse que afuera, hay otras cosas.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Te lo prometo

Te prometo el cielo de mañana, las estrellas de hoy y el mar del deshielo. Todo para vos, si para vos. Te prometo una casa llena de hijos y perros labradores, marrones y cremita. Te prometo las mil maravillas del mundo, el auto que vos quieras, del color que vos quieras, y todos los pares de zapatos que te puedas imaginar. Te prometo que nuestros hijos se van a llamar como tus abuelos, que van a ir al colegio que vos quieras y que nunca pero nunca te voy a pelear. Te prometo almuerzos familiares, asados los sábados y pasta los domingos. También, te lo prometo, me voy a llevar bien con tus papás, tu hermana va a ser la madrina de nuestros hijos y si no te bancás a mi vieja la mando a vivir afuera y la vez solo una vez por año. Te prometo, pero te lo prometo, que vas a ser siempre mía, por lo menos mientras vos lo quieras, que vas a elegir la música en los viajes largos y que al cine solo vamos a ver películas de amor... Te prometo todo esto, pero no me pidas que te prometa amor, por que amarte, no se si puedo.

Lo mismo de siempre

¿Por qué siempre el mismo bar? ¿Por qué no adoptás esa espontaneidad que tanto te gusta y viras hacia otros rumbos? Te contradecís, todo el tiempo te contradecís, porque levantas la bandera del no a la rutina, a la monotonía y siempre terminas en el mismo lugar. Una y otra vez te decís que tiene sus beneficios. Que van tus amigas y amigos, que conocés a la gente que trabaja ahí, que la cerveza te sale más barata y en tiempos de bolsillos rotos siempre conviene, pero no te convencés, intentás, pero no podés. Terminas yendote antes, con cara larga y prometiendo no volver a pisar ese lugar que al otro día seguramente visitarás. Es que es lo mismo de siempre, y de la costumbre es difícil escapar

jueves, 25 de diciembre de 2008

Natividad

Cajas de navidad empresarial, llenas de culpa por la falta de fiestas de fin de año, copan la ciudad. Papa noeles de todos los colores transpiran las camisetas de los shoppings y en una madrugada que siente la calle, unas chicas de vestidos Ona Saens y zapatos Ricky Sarkany llaman grasas a otras, de pollera de jean de cuarenta centímetros, estrapless rojo y gorrito de papa noel con luces de colores. Al fin y al cabo van a terminar bailando en la misma fiesta, compartiendo los mismos hombres y moviendo el culo al ritmo de la misma canción.
La mayoría cree en sus padres que traen regalo y no en el nacimiento de alguien al que nunca llegaron a conocer por que lo crucificaron a destiempo. Comidas hipercalóricas que no acompañan el clima y garapiñada con más azúcar que garra. Las cajas que nadie entiende por que llaman canastas (canasta básica, canasta que queda más coqueta, canasta que tiene nombre más festivo) se van vaciando y el cartón sirve para el asado del veinticinco al mediodía casi tarde.
Por fin ya pasó la navidad. Natividad de quien sabe qué. Hallmark pasará "Cuentos de Navidad, el musical" por una cuantas horas más y después todo estará destinado a pensar que el año, 365 días más negros que blancos (deducido por encuesta general de espíritus desinflados) por fin está por terminar.

martes, 23 de diciembre de 2008

Adicciones

Estoy a punto de agarrar Sinfonía para Ana, cuando otra mano me detiene. "No lo hagas, después no podés ni abrir los ojos". Y con un que me importa de hombro borracho y dos manos estiradas que tiemblan al son de la cortina metálica del baño, lo tomo igual. Veo su tapa, la mujer desnuda que se estira, paso los dedos entre sus hojas y con afán de leerlo, pero ganas de dejarlo, lo acuesto abierto, encima de la cama, justo donde la hoja suelta manchada de café me indica una lágrima.
Tomo el teléfono y la llamo, para que tras un ¿Cómo estás? haya un bien tembloroso, lleno de mocos y ganas de parar. Juro que me voy a poner mejor, que es solo una etapa, que la temporalidad esta vez va a ser mi amiga y puteo por lo bajo por que mi psicóloga me cambió el día de la sesión. Después rió a carcajadas pensando en la adicción que me provoca el psicoanálisis y mi libro de cabecera para llorar y al fin y al cabo me digo: "por lo menos no son el whisky y el porro".

lunes, 22 de diciembre de 2008

Todo Pasa

No me gusta como sabe, es como esos remedios amargos que en el momento los odias pero con el tiempo te hacen bien. Como cuando te dan una inyección y enseguida te agarra fiebre.
No, no me gusta ni quiero que pase, aunque se que me va a hacer mejor...
Ahora voy a empezar a contar los días que faltan, o los que sobran, y mis ojos se van a clavar en agujas ficticias, que giran sin tiempo. No encuentro música apropiada para este baile, ni cadenas que chillen, todas están bien aceitadas y listas para encarcelar.
Pero es el ciclo, es la vida, cualquiera de esas estúpidas metáforas que la gente utiliza para decir que todo va a pasar, que nada es permanente, y que con el tiempo uno termina burlándose de todo aquello que lo supo preocupar.
Sin embargo en el momento es horrible, y nadie te entiende y nadie sufre, ríe, llora, como uno, pero pasa, sabe que pasa.
Aunque sepa a remedio sublingual, o a mondongo rancio.
Aunque las raíces no se quieran separar de la tierra, ni las hojas caer...
pasa, como decía la Negra Sosa, todo pasa

domingo, 21 de diciembre de 2008

Callejero

La noche te encontró en una esquina, botella de agua en mano por un calor enfermante, y escuchando ecos de una conversación que era tuya pero ya había dejado de serlo. Un perro callejero se te acerco, parte de su pelaje había desaparecido por una sarna fulminante, y ante las ganas de acobijarlo, se sentó a una distancia prudente, no queriendo contagiarte.
Te paraste de un salto y comenzaste a caminar. El te siguió a la distancia, como cuidando tu espalda de esos miedos que te apuntaban con un dedo. Tu vestido era demasiado corto y rezaste para que nadie se diera cuenta. Eran por lo menos las cinco cuando la llave entró en la puerta de tu departamento y tu nuevo amigo te miró con ojos de incondicional amor. Se te rasguñó el corazón. No podías dejarlo pasar... fueron segundos de intenso dolor en alguna parte de tu cuerpo, donde seguramente está el alma. Cerraste y no volviste a mirar hacia atrás. Seguramente el iba a estar ahí, esperando tu arrepentimiento que nunca llegó, o si, pero el comfort volvió a ganarte.
Por lo menos te había acompañado hasta la puerta de tu casa, no todos los hacen.

viernes, 19 de diciembre de 2008

dejar ser

Si decís puto significa otra cosa. ¿Prostituto tal vez? No, tampoco. Gígolo lo deja bien parado y no es la idea. Esta sociedad machista que venera a los hombres con muchas mujeres y denigra a las mujeres con muchos hombres... por suerte algo está cambiando pero no lo suficiente. Son las miradas lanzadas, los bocas semi abiertas de sorpresa y las cejas levantadas que crucifican. Si en un boliche o un bar una pareja se pone demasiado fogosa, la culpa es de ella, la atrevida es ella, la que queda mal es ella.
No! los que quedan mal son los que miran! con ojos acusadores, y envida plena en la punta del líbido. Quien quisiera, quien pudiera sentir esa libertad de mandar el contexto a la mierda y hacer lo que uno quiera! dejar de sentirse sexy para serlo!
Para algo se habló de la liberación sexual, por algo existe el libre albedrío, aunque sea ficticiamente controlado.
Ser y dejar de ser, pero sobre todo, dejar ser.

Pelirroja


Sandwich de palta, queso y tomate. En la cartera, recalentándose bajo un sol de 31 grados.

Los pasos de tacos amarillos resuenan en las calles del centro, calles llenas, pero resuenan igual. Su vestido, demasiado largo para algunos, luce intacto, se mueve exactamente como en las propagandas y sus rulos artificialmente colorados hacen juego con la cadenita que lleva al cuello.

Mira para ver si la ven, y cuando ninguna mirada se le cruza, los tobillos se le llenan de inseguridad.

Pasa por la puerta del juzgado a ver si consigue un novio, pero las vistas clavadas en pilas de expedientes no suben ni siquiera por el reflejo del sol en su piel de cama solar.

Creer es su fuerte, que se cumpla es otra cosa. Aún con sus treinta hace bastante cumplidos, espera que el príncipe azul llegue en su caballo blanco, o en su defecto en el fitito verde, para rescatarla de la monotonía del centro.

Quizás, cuando sea grande... pero ya lo es y su mente no lo entiende.

Quizás, solo quizás, cuando sea aún más grande, se anime a la minifalda roja que cuelga de su placard.

Pero lo que tiene de pelirroja lo tiene de miedosa. Y aunque se muestre segura, son tantas las fobias que la enredan que es mejor esconderlas.

La pelirroja llega al banco y hace la cola como todos, no son tantos sus encantos como para que la dejen pasar. Media hora después, entra y cobra el cheque. Se encamina a la plaza, y en un banco de cemento, saca el sandwich, el agua que ya está para té y se dispone a almorzar.

jueves, 18 de diciembre de 2008

PRETENDO

Ayer, un papel me dijo que soy periodista. A coro varias voces me gritaron: "vos ya eras periodista".
Si, los papeles no dicen nada pero a la vez, algo dicen.
Ahora pretendo escribir, producir, jugar con la máquina de escribir, editar y que mi mamá recorte aún más pedacitos de diario con mi nombre en ellos.
Pretendo ser parte del "paraperiodismo" y viajar por el mundo dibujando letras que conformen oraciones "perfectamente incorrectas". Pretendo que los temas ordinarios y tribiales me pisen los talones para salir a su caza, como en una pileta de pejerreyes cosechados.
Quiero que los anteojos me dejen marcas en la nariz por los seños fruncidos y que los dedos tengan callos de computación.
Pero sobre todo pretendo que escribir siempre sea parte de mi vida y que nunca se me agoten las ideas... Da terror el agotamiento de ideas, cosa que cada vez veo más en el periodismo argentino y mundial.
Pretendo ponerme un casquito de guerra y salir a relatar esos conflictos que tanto detesto, para algún día, con las palabras, poder detenerlos.
Pretendo y pretendo tantas cosas que me dan miedo no cumplir.... pero sin embargo prefiero pretender a no hacer nada... que la silla cómoda de mi escritorio no se acostumbre a mi culo, ni mi culo a ella.
Me dijeron que cada cierre te saca cinco minutos de vida, como cada pucho siete. La mayor causa de muerte en los periodistas son los paros cardíacos y el estress. Pero que más da, ¿vivir poco pero haciendo lo que a uno le gusta? ¿o vivir mucho, sentado en una silla mecedora mirando hacia la nada?
Pretendo pretender por el resto de mi vida, porque el periodismo me adoptó, pero yo lo había hecho antes.

martes, 16 de diciembre de 2008

Peluquería

Todo gran cambio, o gran cierre, debe conllevar un buen corte de pelo. Es así, es nuestra forma barata y sin cirugía de exteriorizar un cambio profundo e interno. Sin ser esto superficial, la superficialidad pasa por otro lado, el ser humano siempre buscó y buscará, demostrar lo que lleva adentro. Algunos con nicks enigmáticos en msn, otros cantándolo a los cuatro vientos, y yo, si esta vez yo, con una visita a mi peluquero.
El día comenzó con un llamado sencillo: "por fa! haceme un huequito entre dos turnos". Imposible negarse ante mis voz ronca, recién levantada y todavía afónica por los nervios de la noche anterior. Un corte para periodista, un corte nuevo, un cambio que no implique raparme pero que implique... algo.
Marché con ojotas seguras y pies torcidos hasta la nueva peluquería de mi coiffeur por excelencia.
- Quiero flequillo
- Está bien pero si te lo alizás...
- ¿Te parece?
- Te obligo.

Minutos después, una cabeza de pelo cortito quedó aún más despoblada.

- Parezco un pinipon
- No! te quedó divino - que más me va a decir, el lo hizo.

Tras humos asfixiantes que terminaron por alizar mi fleco, marche, con colita puesta (odio el pelo recién salido de peluquería), rumbo al trabajo. Lo que suele llevarme por lo menos un día de "acostumbramiento" iba a durar media hora de subte.

Como toda mujer, y como la mayoría de los hombres, me reflejé en cada vidrio, busqué cada espejo y me escondí bajo los anteojos Sofia Laureen de mamá, por si alguien me reconocía.
En el vagón de la línea D no habían espejitos de ocho centímetros a los costados de las puertas y puteé al encontrar las ventanas bajas. El viento me volaba el pelo y no había reflejo a la vista.

"No te podés obsesionar, es un corte de pelo nada más, crece enseguida", me repetía, pero seguía buscando esa imagen ególatra.
Terminé por calmarme en la línea C, cuando encontré los pedacitos de vidrio que me reflejaban y al entrar a la redacción, donde no tuve un desaprobamiento generalizado.

Ahora lo vivo, el flequillo no me lo puedo lavar hasta mañana a la tarde (la belleza duele y ensucia) y el resto tiene olorcito a crema inglesa "que sale ochenta pesos", como me dijo Cristian, mi peluquero.
No se si exterioricé mi cambio o mi cierre se exteriorizó sin permiso, tampoco me importa. Son las ganas de explotar, a veces de felicidad otras por el futuro incierto que vendrá, las que me pueden más.

- Tenemos un cierre complicado...

No me importa, pido gancho, miro por la ventana y la bombacha roja de alguien se vuela y cae desde el piso cuatro.

Algo cambió, y aunque el resto siga todo igual, igual que ayer, yo ya me siento distinta... peluquería de por medio, los cambios también se proyectan.

lunes, 15 de diciembre de 2008

No, el comienzo.


Golpe energético

Es fácil, directo en la nuca. Un golpe seco, sin eco que lo arruine. De ahí en más empezás a caminar, como robot con ruedas recién aceitadas.
Es aún más fácil si el golpe te abre los ojos. Como un "golpe energético". Una descarga de tres mil voltios que electrifica tu sangre. Una mordida de cachete o una cahetada en la boca.
Como cuando te das cuenta de la cagada que te mandaste y sostenes el aire por un rato, pero positivamente.
Un golpe, de los que te echan a andar. De los que te hacen sonreír tanto que se te retuerce la mueca ante un calambre no doloroso.
Es fácil, directo en la nuca. y la muñeca no llora, ríe, y sus pestañas no se enredan, se separan.
Es aún más fácil, con solo decirte que el golpe es sorpresa, tal vez, ya lo estés esperando.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Crecer

Será que me cuestan los finales...
Si, debe ser eso porque otra explicación no encuentro.
Terminar una etapa es cerrar una ventana y asfixiarse un poquito con el aire viciado del cuarto. Pero también se puede elegir estar del otro lado, haber salido antes por la puerta y mirar la caja desde afuera.
Cruzarse de sendero también es válido, porque sin intersecciones no habrían dudas, y sin dudas el aburrimiento terminaría tiñéndonos la piel de un azul pálido.
El brujo me dijo que pasaría fin de año cerca del mar. Tal vez se retrase un poco, como todo lo que suele decirme el brujo, pero también me avisó que los cierres duelen. De felicidad, de tristeza, melancolía o estupidez pero duelen. Y también definen. Es gente que vas a dejar de ver y otra que guardás para el resto de tu vida. Son recuerdos para borrar y otros para escribir.
Pero lo más importante es lo aprendido. Pestañeo tratando de borrar de mi cabeza mis ridiculeces, pero sin ellas no hubiese sido yo.
En estos últimos años aprendí a no esconderme, a ser quien soy. Y al que no le gusta que de vuelta la cara! pero que antes me lo cuente, a ver si a mi tampoco me agrada.
Crecer, cambiar, modificar, retroceder y achicarse... Todo es parte del juego que es la vida.
Pero lo más importante es jugar. Mover el dedo gordo para probar la temperatura del agua, es haber intentado el chapusón, y si después vino, aun mejor.

Papelitos de la calle. Hoy: DIOS te habla por celular

Dios quiere hablarte

enviá DIOS al 1010
recibí SU MENSAJE diario en tu celular.
Si crees en mi, te daré todo lo que me pidas...
Yo te doy tranquilidad y sólo Yo te doy confianza...
Yo deseo que tú seas prosperado...
¿Te vas a perder esta bendición?

Valor del mensaje diario: $0.50 + imp
consultas a dios1010@gmail.com

Si hubiese sabido antes que DIOS tiene celular y casilla en gmail no me hubiese gastado rezando.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Delirio VIII

Y sin saber que la perdí, la pierdo. E n una estación de tren larga y fina, con guantes de hule recojo boletos de personas sin historia. La canción se me repite, rodando en mi cabeza, con infinita pobreza, me pierdo en una letra condensada de clichés.
Nunca quise ser tuya, pero en el juego de palabras me trastabille y dos mil veces en celo terminé siendo yo la que te persiguió. Ahora me río, con carcajada real, frente a recuerdos olvidados, ahorcados por mis fantasías.
Como mago que ve a su conejo suicidarse, colgándose de un pañuelo rojo, no se como sería esta nada sin vos. Tal vez más blanca, menos sumisa. Los carteles no indicarían lugares , los preguntarían con la libertad de no saber a quien corresponder. Pero mis manos, mis manos enfundados en guantes de hule, se sentirían solas, sin piel que rozar y sin puños que apretar.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Candela

Candela es así. Le gusta mezclar el pucho con el café y después meterse rápido un beldent sin azúcar en la boca. A Candela, canela para su mamá, le gusta el olor a nafta y repelente de mosquitos Off, no otro, solo Off.
Dice que está muy bien sola pero estaría mejor acompañada. Toca tres veces por semana el saxofón y juega a la rayuela cuando nadie la ve.
Cande, Candelaria cuando su papá se pone nervioso y confunde su nombre, se para en la puerta de ingeniería al 2200 en búsqueda de un candidato, como le enseñó su mamá, y se da el gusto a cuatro ojos.
Pero al ratito se aburre de tanto cuaderno cuadriculado y marcha rumbo a plaza Francia para apoyar la cabeza en las piernas de Mateo, mientras el junta algunas monedas tocando la guitarra. A Candela le gustaría vivir así, con un pastito apretado entre los dientes y rascándose el cachete izquierdo de la cola porque las pulguitas de pasto la picaron toda.
Cande hace dieta unas seis veces al año y otras seis la deja. Quiere estar flaca pero la comida es su único placer diario. A veces se pasa el día "desintoxicándose" solo con agua para entregarse a medianoche al cuarto de helado de dulce de leche con brownie y mascarpone, con una sonrisa que le toca la punta de la nariz.
Candela es una chica normal. Estudia ciencias políticas en la UBA y siente esa picazón cuando camina por los pasillos de la facultad y ve tantos hippies intelectuales a los cuales les tiraría de las rastas. Ella quiere mucho de la vida, sabe que se propone más de lo que puede y que el balance de fin de año siempre le da negativo. Pero así es feliz. Piensa que mientras más cosas haga menos le quedará por hacer.
Cande duerme en boxer y remera vieja, de esa que alguna vez le regalaron por contestar una encuesta. Cuando se levanta toma Redoxon y se baja por lo menos tres platos de zucaritas, de las que tiene azúcar escarchada, con leche descremada, por las dudas.
y así es Candela, una chica del 2000, que le gusta hablar hasta por los codos pero le da vergüenza enfrentarse al futuro. Quizás el año que viene retome sus clase de teatro o tal vez pruebe con aikido. Con Candela nunca se sabe, es más, es mejor no saberlo.