martes, 16 de diciembre de 2008

Peluquería

Todo gran cambio, o gran cierre, debe conllevar un buen corte de pelo. Es así, es nuestra forma barata y sin cirugía de exteriorizar un cambio profundo e interno. Sin ser esto superficial, la superficialidad pasa por otro lado, el ser humano siempre buscó y buscará, demostrar lo que lleva adentro. Algunos con nicks enigmáticos en msn, otros cantándolo a los cuatro vientos, y yo, si esta vez yo, con una visita a mi peluquero.
El día comenzó con un llamado sencillo: "por fa! haceme un huequito entre dos turnos". Imposible negarse ante mis voz ronca, recién levantada y todavía afónica por los nervios de la noche anterior. Un corte para periodista, un corte nuevo, un cambio que no implique raparme pero que implique... algo.
Marché con ojotas seguras y pies torcidos hasta la nueva peluquería de mi coiffeur por excelencia.
- Quiero flequillo
- Está bien pero si te lo alizás...
- ¿Te parece?
- Te obligo.

Minutos después, una cabeza de pelo cortito quedó aún más despoblada.

- Parezco un pinipon
- No! te quedó divino - que más me va a decir, el lo hizo.

Tras humos asfixiantes que terminaron por alizar mi fleco, marche, con colita puesta (odio el pelo recién salido de peluquería), rumbo al trabajo. Lo que suele llevarme por lo menos un día de "acostumbramiento" iba a durar media hora de subte.

Como toda mujer, y como la mayoría de los hombres, me reflejé en cada vidrio, busqué cada espejo y me escondí bajo los anteojos Sofia Laureen de mamá, por si alguien me reconocía.
En el vagón de la línea D no habían espejitos de ocho centímetros a los costados de las puertas y puteé al encontrar las ventanas bajas. El viento me volaba el pelo y no había reflejo a la vista.

"No te podés obsesionar, es un corte de pelo nada más, crece enseguida", me repetía, pero seguía buscando esa imagen ególatra.
Terminé por calmarme en la línea C, cuando encontré los pedacitos de vidrio que me reflejaban y al entrar a la redacción, donde no tuve un desaprobamiento generalizado.

Ahora lo vivo, el flequillo no me lo puedo lavar hasta mañana a la tarde (la belleza duele y ensucia) y el resto tiene olorcito a crema inglesa "que sale ochenta pesos", como me dijo Cristian, mi peluquero.
No se si exterioricé mi cambio o mi cierre se exteriorizó sin permiso, tampoco me importa. Son las ganas de explotar, a veces de felicidad otras por el futuro incierto que vendrá, las que me pueden más.

- Tenemos un cierre complicado...

No me importa, pido gancho, miro por la ventana y la bombacha roja de alguien se vuela y cae desde el piso cuatro.

Algo cambió, y aunque el resto siga todo igual, igual que ayer, yo ya me siento distinta... peluquería de por medio, los cambios también se proyectan.

3 comentarios:

  1. guauuuuuuuuuu
    empezaron los cambios!!!!!!!
    brindo con vos por eso yayaaaa

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  2. Te quedó muy bien yas! Así que, será un buen cambio... digo, por establecer alguna regla... jajaja!

    Besos!

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  3. la belleza duele y ensucia. es verdad. pero a vos te queda precioso.

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