jueves, 4 de diciembre de 2008

Candela

Candela es así. Le gusta mezclar el pucho con el café y después meterse rápido un beldent sin azúcar en la boca. A Candela, canela para su mamá, le gusta el olor a nafta y repelente de mosquitos Off, no otro, solo Off.
Dice que está muy bien sola pero estaría mejor acompañada. Toca tres veces por semana el saxofón y juega a la rayuela cuando nadie la ve.
Cande, Candelaria cuando su papá se pone nervioso y confunde su nombre, se para en la puerta de ingeniería al 2200 en búsqueda de un candidato, como le enseñó su mamá, y se da el gusto a cuatro ojos.
Pero al ratito se aburre de tanto cuaderno cuadriculado y marcha rumbo a plaza Francia para apoyar la cabeza en las piernas de Mateo, mientras el junta algunas monedas tocando la guitarra. A Candela le gustaría vivir así, con un pastito apretado entre los dientes y rascándose el cachete izquierdo de la cola porque las pulguitas de pasto la picaron toda.
Cande hace dieta unas seis veces al año y otras seis la deja. Quiere estar flaca pero la comida es su único placer diario. A veces se pasa el día "desintoxicándose" solo con agua para entregarse a medianoche al cuarto de helado de dulce de leche con brownie y mascarpone, con una sonrisa que le toca la punta de la nariz.
Candela es una chica normal. Estudia ciencias políticas en la UBA y siente esa picazón cuando camina por los pasillos de la facultad y ve tantos hippies intelectuales a los cuales les tiraría de las rastas. Ella quiere mucho de la vida, sabe que se propone más de lo que puede y que el balance de fin de año siempre le da negativo. Pero así es feliz. Piensa que mientras más cosas haga menos le quedará por hacer.
Cande duerme en boxer y remera vieja, de esa que alguna vez le regalaron por contestar una encuesta. Cuando se levanta toma Redoxon y se baja por lo menos tres platos de zucaritas, de las que tiene azúcar escarchada, con leche descremada, por las dudas.
y así es Candela, una chica del 2000, que le gusta hablar hasta por los codos pero le da vergüenza enfrentarse al futuro. Quizás el año que viene retome sus clase de teatro o tal vez pruebe con aikido. Con Candela nunca se sabe, es más, es mejor no saberlo.

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