sábado, 29 de noviembre de 2008

Enlluviada

En un día de calor de vestido, una libélula muere en el último escalón del subte. Agonizante deja el ultimo esfuerzo para acomodar su ala derecha.
La ciudad si zambulle en un gris oscuro. Mientras lava sus paredes, la suciedad invade las ojotas y los talones se ennegrecen.
Los últimos vendedores ambulantes sacan su stock de Paraguay y en el subte las caras son más familiares que nunca. La vergüenza ya ha pasado y solo queda pensar que falta poco para que el mundo se complete.
Es día de lluvia y todo suena más reflexivo. Las caderas suenan y las cicatrices pican. Antiguas fracturas que renacen y ojos enmascarados que arden un poquito más.
Ya no se puede sacar la lengua y tomar la primera gota de lluvia. Sabe a auto amargo.
Es una pena, antes los días de lluvia eran más lindos, mas tristes y menos caóticos. Hoy corro por la ciudad tratando de escapar del último chaparrón.

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