lunes, 17 de noviembre de 2008

Corrientes

Camino por la calle Corrientes, cerquita de los negocios para que el aire acondicionado me llegue aunque sea como espasmos.
Me levanté tarde. Ya pasaban las once y media cuando mi olor de verano impregnado en las sábanas me despertó.
A pesar que ya llegaba tarde, tomé mi café con leche en la cama, revoleando las piernas y estirándolas para que después del seudo calambre estuviesen aún más cansadas. Era evidente que no me quería levantar y el camino al baño se me hizo interminable. Prendí la ducha y aún en bombacha y anteojos entré conteniendo el aire. De chiquita me encantaba hacer eso. Ver como las gotitas llenaban los vidrios de mis lentes. Era como si me estuviese burlando de todas las leyes, riéndome sola contra la pared rosa de mi baño.
Pensé en que no volvería hasta la noche pero mi placard no pareció encontrar solución alguna. Llené mis pies de curitas y me puse los zapatos nuevos. Ahora me arrepiento, las curitas eran de las baratas y se despegaron con el calor. Mis pies llenos de pegamento me duelen aún más.
Tarde años en elegir los aros. Me probé tantos que mis orejas terminaron irritadas. Me puse los mismos de siempre.
Una vez solucionado mi problema telefónico volví a caminar por Corrientes. Con pasitos de pato rengo y una música que iba más rápido que mi vida. Es viernes por la tarde y la semana recién empieza.

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