lunes, 17 de noviembre de 2008

Nota de sábado pro la mañana

Sábado por la mañana. EL viento sopla fuerte y no sé si es un otoño arrepentido o una lluvia de costa. EL río sospecha de lejos y el viento juega a golpearme la cara con mis aros. Cansada de caminar, me escondo tras un montículo de pasto pinchudo y otra vez la música parece buscar el momento perfecto para entrar en escena. The Beatles me susurran Because que intenta no ser tapada por el viento "que sopla alto". Mientras, espero a una bandada de niños que vienen a volar sus barriletes. Con pena de otras infancias pienso que el viento les jugó la peor de las tretas, siendo tan fuerte va a casi imposible que sus cometas remonten, y la que lo logre seguramente se vaya volando para no volver. Me pienso pesimista, pero el frío me molesta.
Mientras tiemblo un grupo de por lo menos veinte boys scouts pasan saltando y gritando en sus shorts y pañoletas reglamentarios.
La bandada de niños no llega y yo ahí sentada junto al fotógrafo que espera disparando a la nada. Me siento abandonada, como esas citas donde al final nadie llega. De nuevo creo que la puntualidad me empieza a jugar en contra. Es la tercera vez en la semana que mi falta de deshorario me convierte en una des-esperada.
Ka costa del río se comienza a llenar de pantalonsillos y buzos deportivos, como en una película barata de hollywood, esas basadas en las novelas ochentosas de Daniel Steel. Me veo tentada a escapar hacia la reserva ecológica. Solo un puente rojo me separa pero un llamado me avisa que una columna con carteles y barriletes falsamente publicitarios está por llegar. Media hora más tarde el cielo apenas se podrá ver tras unos cuarenta o cincuenta barriletes rojos y azules, cubiertos por una H gigante. Hago lo correcto, entrevisto, persigo niños, les pregunto que sienten y si les gusta. Caso omiso. Sigo adelante y por fin, a las doce y media logro refugiarme en el remis marrón. Por suerte la nota de sábado por la mañana ya terminó.

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