Siempre me extrañó demasiado, no por la sabia moraleja que tenerle miedo al dentista es absurdo, sino por que, no eran cuatro calles y un problema, sino cuatro calles y cuatro problemas.
Hoy, rumbo al trabajo, recordé ese libro. No se porqué, problemas no tuve pero si encontré varias cosas raras. La primera, un barquito de papel hecho con un boleto de subte hundido entre dos asientos. Lo raro era que los asientos azules parecían el mar y el barquito, con el mover del vagón parecía nadar entre ellos. La segunda fue ver como una persona, muy elegante en su traje gris plata y con maletín marrón en mano, ante la equivocación de enfrentar las escaleras mecánicas que bajaban y en vez de tomar las que estaban a su lado y ascendían, decidió subir por ellas, con el doble del esfuerzo y una sonrisa contagiosa que llegó a convertirse en varias carcajadas. Casi llegando a la redacción, un grillo, de tamaño descomunal se cruzó en mi camino. Pensé, "es negro, saltó frente a mis pies pero gato no es", así que dejé la preocupación para otro día.
Final mente, varias cuadras y ningún problema después llegué al trabajo, quejándome por que me faltaba un hecho insólito. Tal vez cuando salga del trabajo, o quizás en mi escapada al quiosco encuentre algún exotismo con patas, recorriendo las barracas.
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