martes, 28 de septiembre de 2010

Tibio, tibio


El otro día me dijiste “tibia”. Tibia sí, mediocre no.

No me gusta el frapuccino ni el café con leche hirviendo. El churrasco crudito me da impresión y si está muy duro, se me mete entre los dientes y me activa el mal humor. Los metrosexuales no me mueven un pelo, los machos de América me ponen nerviosa con el “alverre” y la “nami”. No me gusta pagar, pero tampoco que me paguen, 50 y 50 y nos arreglamos bien. Los hippies ya me desilusionaron pero todavía me abstengo de los empresarios. Leo tanto como veo tele. Soy obsesiva de las listas de pendientes pero mi cuarto, y mi vida, son un caos. Quiero ser chica diez, pero siempre rondo entre el 8,50 y el 9. Se más que garabatear pero estoy lejos del cuadro.

Quizás sean muchas las cosas que me hacen esa chica promedio que para vos es la tibiez de un sol que no llega a ser de verano, pero tampoco es el frívolo solsticio de invierno. Entonces no te niego. Quizás sea tibia quizás pero mediocre, definitivamente es un adjetivo que te lo dejo a vos.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Crack up

Todavía no decidís si no salir un viernes a la noche es no tener vida o sentir el peso de la semana como un ladrillo en la nuca. Reaccioná! Empezó el fin de semana y tendrías que estar haciendo piruetas para ir a tres cumpleaños y mantenerte encima de los tacos! Pero te pusiste el pijama, adheriste al pensamiento machista de la sensibilidad y el mal humor menstrual, y te sumergiste entre películas que no llegan a ser pochocleras y jueguitos que tendrían que haberse extinguido en los 90.

El otro día pensaste verlo y hoy te volvió a marear. No recordar su voz y levantar la vista para creer encontrarlo en una cita ajena, en una mesa de bar cercana, subió tu temperatura hasta que el pitido pre ataque de pánico te resonó en tus oídos. Pero no era él. Por segunda vez en la semana, no era él. Aunque hablara de libros. Aunque fuese eso que vos seguís pensando, equivocadamente, que es. Aunque realmente tuvieses muchas ganas de que fuese él, no lo era. Y ahora, el alivio desesperanzado (esa morbosidad interna que busca encontrarlo aún en la peor de las situaciones), te interroga sobre la causa de tu equivocación ¿Es miedo a estar olvidándolo o una repentina sudestada de sus olores, que te vuelven a invadir?

Por suerte elegiste el bar correcto. El mozo que canta entra con su guitarra y, mientras haces que estudiás, lo escuchás susurrar, lo vez caminar entre las mesas, lo sentís cuando apoya el vasito extra de soda en la esquina izquierda de la tuya, para luego perderse dándole la espalda a tu “gracias”.

Pero ese símil del que pensaste te incomoda, y mientras intentás no clavarle los ojos (por suerte su cita está a espaldas tuya), las miradas relámpago te vuelven a confundir y ni tu voz interna con su “no es él” de pajarito de Twistos, logra calmarte.

Y te vas, no sin antes despuntar el vicio y sumar un libro por leer al a fila de tu mesa de luz. Ahora tenés una nueva escusa para no estudiar. Entre el mozo que resuena y la falta de concentración, aparece las confusiones: me parece haber visto a un lindo gatito.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Escalofrío


Para vos, todo es escalofrío. Desayunás con una Cafia y Coca Cola Light y no está mal, pero la cara no se te deshincha hasta el mediodía. La noche anterior buscaste el programa más triste de todos para usarlo de terapia.
A la hora de sentir, tan solo hay que rozarte la piel. La angustia mueve tres pelitos. La falta de amor hasta al encarnado. La felicidad, gracias, como siempre hablás hasta por los poros.
Te morís por dar ese empujoncito y tirar al otro de la cama. Y cuando no hay otro, buscás a quien empujar. La falta de tiempo te ayuda a no pensar y te encanta. Tomás el tercer café del día y te quejás de la incorrección en que transcurren las horas, justo lo que te ayuda a evitar el loquero.
Es que estás a flor de piel y todo te afecta tanto que te desensibilizas, vivís en un escalofrío constante donde no hay brisa pero las hormigas te recorren entera.