Hubo un día que el llanto me hizo doler la garganta. Desde ese
día, cada vez que lloro y mis cuerdas vocales se empiezan a tensar, sé lo que
se viene. Recuerdo perfectamente ese día, toda tu violencia se volvió
palabras.
Querías lastimarme, de eso no tengo dudas, elegiste cada una de las cosas que alguna vez te conté para rasguñarme. Tiene buena memoria pensé, mientras contenía todo nuestro pasado en el cuello, justo en la nuca, donde suelen comenzar las contracturas. Ese día te volviste tensión para mi, de la que te marea hasta caer.
Me repetiste que te utilizaba sólo para subir mi autoestima, que no podía
querer a nadie, que iba a pasar San Valentín con mis amigas, como si eso fuese
algo malo. Lo hice, y fue el mejor día de los enamorados.
Pero el llanto quebró
mi garganta después, no enfrente tuyo, nunca enfrente tuyo, siempre después. En ese momento
quise parecer calmada, pero admito, nunca fui buena
actriz.
En un día, en varios momentos, nos despedimos. No supe nada más de vos ni vos de mi, hasta que te volviste un mal sueño. Lo único que me queda es pensar que, aunque me
arruinaste mi primer “te amo”, no lo escuché por última
vez. Estoy segura que el próximo, el verdadero, el no obsesionado, el libre de celos, el justo, borrará al
anterior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario