lunes, 22 de febrero de 2010

Catarsis Incaica I


Cuán difícil es volver a escribir cuando las palabras quedaron regadas en el camino. Ni cliché ni falsa espiritualidad, el Camino del Inca es esa conexión interna que uno necesita cuando las cosas parecen estar por estallar. Y tal vez estallen. Quizás a la vuelta por fin vuelen por el aire los miles de pedacitos de mi cerebro explosionado. Pero ahora estoy acá, en un camino donde confundo los buenos con los malos. Donde no sé quién invade a quien y donde quedó todo aquello que alguna vez pensé que tenía sentido. He aprendido que la historia nunca tiene sentido, no más que el dado por el hombre y que hay flor de hijos de puta que pretenden dar a conocer solo parte de esa verdad. Por suerte cada tanto la tierra resurge para explicarnos el otro lado de la verdad. Tengo ataques y no sé de qué. Son como espejismos de sentimientos. Creo sentirlos a lo lejos pero no son más que sueños nublados por la realidad. Y pienso en tantas cosas… pienso en lo que vale el futuro, en lo que vale el pasado y en lo que condicionan a mi presente. Me recuerdo que no soy una mujer que ama demasiado sino que ama, le gusta amar y punto. Y los pies no paran, porque si paro pierdo mi ritmo y la roca que me espera en la cima pasa a convertirse en una más cercana o en la que está justo a tres pasos de mi camino. Tengo esas ganas inmensas de no dejar de moverme. Las piernas no se cruzan, tamborilean contra el suelo arenoso y ese enorme miedo basado en algo que ya salió mal deja de invadirme. ¡Qué difíciles son los caminos para aquellos que ostentan ser chuecos!De lejos escucho una de esas frases que me persiguen: “Yaya hace tu gracia” y uno de mis chistes malos e imitaciones sin ritmo cobran vida. No sé si soy graciosa, pero me río hasta las lágrimas y prefiero arrugas de risa que botox de angustia.El camino dura lo que tiene que durar. Ahora los que piensan son mis cuádriceps. No puedo creer estar en esa ciudad que tanto soñé, que tanto estudié y que hasta coleccioné en las figuritas de Billiken. Son tantas las cosas que juegan dentro mío, intento guardar en una cajita mental cada una de las historias que el guía me dice. Intento pensar que me conecta con ellos. Escondo tres hojas de coca debajo de una piedra y le digo gracias a la pacha mama. Hasta ahora, la mitad de mi deseo no se va a cumplir… ya no me lo cumplió. Pero no la culpo, me acuerdo del papel del alfajor que tiré más de una vez en la calle y acepto el merecido.Puedo seguir diciendo, y recordando para luego escribir, millones de pelotudeces, pero prefiero callar mi mente. Cierro los ojos, los oídos, la boca y me cuesta poco y nada perderme. Frente a esa piedra sagrada que me eriza los pelos por la fuerza del cuarzo. Me encierro y me pierdo.

1 comentario:

  1. yaya me encanto! muy lindo lo q escribiste

    me dio risa el "yaya hace tu gracia".. amo tus gracias, no se q haria sin ellas, amiga!

    beso!
    geri

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