martes, 15 de junio de 2010

COMPLEMENTO DE TORTA



Sos el muñequito de mi torta. La grana multicolor del bizcochuelo que mi mamá me hizo para llevar al jardín. El relleno sorpresa de dulce de leche en una caja de bombones de licor.
Y eso que no tenés traje, ni te parás duro, como frunciendo el culo, en la cima de mi torta. Usas medias de lana y tu buzo podría contar todas las historias de los pisos de Buenos Aires.
Pero ahí termina todo. En el Ken hippie de rodete blondo. Porque cuando hay que hilvanar más de dos ideas se te traba el mecanismo y tu espiritualidad no va más allá de tu apodo. Es que para correr, mi amor, primero tenés que aprender a tamborilearte. Perder el equilibrio para encontrarlo en el aire.
Sin embargo, no puedo dejar de sonreír cuando caminamos juntos de la mano. Es que somos tan complementariamente opuestos que brillamos como el merengue de mi torta. Somos perfectos, como la cereza de mi Cosmopolitan o la frutilla de tu postre. Tan ricos como la cascarita crocante del pan caliente con manteca que se derrite o como el grisin con quesito antes de la cena, en algún resto paquetón.
Somos todo eso. Pero no mucho más. Eso. La pareja que otros miran en la calle y piensan “que lindos”. Pero no nos creamos menos. Al fin y al cabo, vos sos mi complemento. Y por eso te prometo que, cuando me case, te llamo para que seas el muñeco de mi torta.

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