martes, 13 de octubre de 2009

Costilla


Que la memoria te falle es un halago de tu mente. Un mimo que te acaricia por dentro. Que el “que pasaría” te deje de perseguir es un alivio. Un murmullo frío que corre por las canaletas de tus venas. Los reproches son ajenos cuando nos los inventamos. Cuando después de un día de calor que te hace empezar a sentir el verano, el ruido de un viento anunciante te tapa la nariz. Es tan solo querer querer. Saber que para dar el paso que sigue, hay que estirar la pierna, hay que flexionar las articulaciones de la rodilla, hay que decirle a nuestro cerebro que envíe la orden, o por lo menos pregunte si queremos seguir avanzando. Porque ser estática es solo eso, quedarse quieta, sentirse estalactita, sin pensamientos, sin sentimientos, fría y esperando la hora de caer. Sin embargo, avanzar es saber que se puede chocar contra una pared. Es saber que podes pisar mierda, pero ver en eso buena suerte y no un olor en el zapato. Las piedras no van a desaparecer, pero si hacerse más liviana con el solo hecho de admitir que están ahí, entre la quinta y la sexta costilla.

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