lunes, 26 de octubre de 2009

Siendo, fui


Se me secan las pupilas ante la falta de lluvia. Una hoja cae adentro. Cae del techo. Imagen surrealista, el comienzo de un cuento fantástico que no es. Lo veo por el vidrio y mi primer reflejo es mirar hacia el techo. Nada. Ningún árbol se desmiembra dentro de mi casa, ninguna ventana abierta que la haya dejado entrar. Mi perra se acerca con la hoja en la boca y la deja a orillas del sillón y el silencio hace ruido. Estiro la mano y la hago polvo asfixiándola en mi puño. Cuántas veces he estado en este lugar, ahogada por el cielo sucio, rozando las nubes que me hacen bajar la cabeza. Viendo como mis pies juegan en las cenizas de algún ser que fue. Cuántas veces he pasado por el mismo marco de la misma puerta, cruzándola desde adentro y desde afuera sin saber donde radica el mundo exterior. Cómo se hace para no adivinar más el futuro y creer que esa hoja que el techo me regalo es fruto de la paciencia de una siesta sin retorno. No pude verlo, recién hoy me llega el eco de tu voz. No pude sentirla, recién hoy me raspa la piel reseca por la falta de tu caricia humectante. No pude jugarla, recién hoy mis piernas se enriendan entre las sábanas mojadas. Y nada cae del cielo más que agua, agua sucia. Y esa vez que dijiste porque sí se transformo en un quizás y luego en un tal vez para terminar siendo un definitivo no. Tu mente lo hizo, el viento te obedeció. Y terminaste siendo y yo fui.

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