domingo, 10 de octubre de 2010

Malcriada


Me gustás por que cortas las tostadas en triangulito y me servís el café amargo apenas empiezo a quejarme. Me encantás por que sabés que no me tenés que hablar hasta la hora y media de haberme despertado. Me facinás por que los jueves a la noche me traes los fideos en un tupper y me dejás tomar la coca cola light del pico, aunque quede sucio con manteca y pedacitos de queso. Me enamorás cuando te das cuenta que me dormí, me sacás los anteojos, marcás la página del libro doblando la puntita de la hoja y me das un beso en la nariz. 

Confieso que lo hago a propósito, solo para sentir ese beso. Admiro tu paciencia cuando te quedás sin bóxers, porque te los usé todos, en uno de mis fin de semanas menopáusicos, de galletitas y televisión. Te admiro por la paciencia que me tenés aún cuando ni yo me soporto. Pero odio, te odio, cuando me decís malcriada. Porque para que yo sea malcriada alguien me tiene que malcriar. Y ese alguien sos vos. Yo no te pido el desayuno en la cama, ni que no me digas buen día al despertarme. Tampoco te pido los fideos en un tupper y estaría bueno de vez en cuando usar un vaso. No me importa dormir con anteojos, me los saco dormida, ni perderme en el libro, aprovecho para releer. En vez de bóxers puedo usar mis shorts de pijama y nadie te pide que me aguantes, una puteada cada tanto me ayudaría a salir de tu monotonía. Por eso, para que yo sea malcriada, tiene que haber un malcriador. Y en este caso mi querido consuelo, sos vos.

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