martes, 1 de febrero de 2011

Joaquina


Joaquina no se llama así por “Un carrousel de niños”. Se llama así por su abuela, la abuela joaca o simplemente jo. A veces, Joaquina se sorprende cuando interpreta su inconsciente, cuando se da cuenta que está actuando en consecuencia de lo que, minutos antes escucho o vio. Y la debilidad la hace sentirse esponja, una estúpida y absorbente esponja.


A Joaquina le gustan los hombres pero admira la belleza de las mujeres. Por la calle, mira más culos femeninos que masculinos. La belleza de sus caras es otra cosa que la asombra. Sus ojos, la sinceridad oculta detrás de un dolor de vientre. Siempre pensó que las mujeres son más atractivas. Por naturaleza, o por que dios las creó así – todavía no decidió en que creer- la mujer, sin importar su edad, destila perfección. Se alegra de ser una.

A Joaquina los traumas de la vida no le impidieron seguir saltando al vacío. Los deportes extremos son su experiencia mental preferida, sobre todo hacer clavados en piletas vacías. Cree que la mejor forma de transitar los días es arriesgándose. Los arrepentimientos vienen después, y son parte del encanto. Y quien dice, quizás, algún día, no haga falta arrepentirse. Es que Joaquina tiene mucho de su abuela, y de sus tres divorcios, pero sigue creyendo que algún día la Susanita de adentro, mal que le pese, va a salir a flote.

Joaquina tiene entre 20 y 30 años, pero la ecuación que devela su edad tiene más restas que sumas. Joaquina tiene muchas edades. Una edad para comer, otra para pensar, otra para amar, otra para no crecer. Y le encanta ser la de múltiples edades, porque la edad solo denota lo que los demás piensan que quieren ver.

Joaquina no es ni abogada, ni contadora, ni filósofa, ni artista. Es tan solo ella, ella y sus 101 cursos de cómo aprender a controlar la atmósfera que la rodea. Es el curso de ajedrez seguido del de karate y las clases de salsa a 15 pesos los miércoles a la tarde.

Joaquina es alta para los chicos y baja para los hombres. Tiene la manía de colgar las medias de las perchitas con ganchito y guardar los libros en cajas, para sorprenderse al abrirlas, tiempo después.

Pero sobre todo, Joaquina es sensible a los síntomas ajenos. Le deprimen las fiestas de cumpleaños y adora el olor a hospital. Le da risa cuando la gente llora y se angustia con los berrinches de los niños en la calle. Josefina no tiene un lugar fijo donde vivir, a todos les falta algo y a la mayoría les sobra todo. Pero Joaquina es así, le gusta que los demás miren sus manos al caminar: una para la derecha, otra para la izquierda, movimiento de dedos y otra vez empezar. Es que a Joaquina, sin duda, le gusta que la atención se pose solo en ella.

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