martes, 19 de febrero de 2008

DIARIO DE VIAJE - PARTE II - CAPITULO I

CAPITULO I: EL COMIENZO.... un tanto incomodo

8 horas viajando...
Ya empiezo a dejar de sentir la parte posterior e inferior de mi cuerpo... hablo de las piernas obvio... lo que tantas veces amé hoy es una gran desventaja, no se donde poner mis piernas extensión mutante! Enfrente mío están Aino y Geri. Al mi lado, disputando por entrar en el asiento, yani.
Los asientos son de noventa grados, pero no nos podemos quejar, son de cuero (de ese en el que te pegas y duele cuando queres desadherirte, como si te estuviesen arrancando) y eso que pensamos que eran de madera! Pero bueno, no hay gallinas y los 35 pesos de clase turista valen contra los 180 del micro, por algo quisimos hacer un viaje de mochileras! Por ahora todo es positivo: los asientos mejor de lo que pensábamos, los vecinos de vagón muy buena onda y todos humanos... la verdad que el viaje empezó tal como me lo imaginé.
Los ventiladores son muy simpáticos. Sí, nuestro tren tiene ventiladores. Son pequeños y no tiran nada de aire, pero son lindo para ver, te hacen pasar el tiempo.
Cada tanto un hombre pasa gritando “cierren las ventanas hay pedradas”, y se escucha “sac sac sac” todas las persianas metálicas abajo! Al principio parecía divertido, pero cuando una casi me da por que el boludo de enfrente se quiso hacer el vivo y no la cerró, nos asustamos un poco.

18 horas viajando...
ya no siento la espalda. A la noche me tiré en el piso entre los asientos para ver si podía dormir algo, pero me fue casi imposible.
La tierra ya nos volvió marrones a todas, bue, a las chicas... Yani, la rubia de piel blanca como la nieve... ya es casi alcanza mi marrón de invierno. No se por que pero todas tenemos algo blanco puesto, va algo que solía ser blanco.
Nos quedan otras ocho horas de viaje y ya no veo la hora de llegar.

26 horas, llegamos!
Si, por fin, y con las ventanas bajas por pedradas, llegamos a la estación de San Miguel de Tucumán. Después de quien sabe cuantos mates, galletitas surtido y sándwich de milanesa llegamos!
Las empanadas que nos hizo la mamá de aino se echaron a perder. Era imposible que comiésemos esa cantidad de alimento! Ni siquiera en 26 horas! Todas llevamos algo de comer como si fuese el fin del mundo o como si por los próximos 36 día no fuésemos a comer, vamos somos pocos y nos conocemos mucho! Es obvio que el 80 por ciento de nuestro presupuesto será destinado a la comida.
En el tren decidimos no quedarnos a dormir en Tucumán capita y seguir directo a Tafí del Valle, lo que será nuestra primera parada.
Al bajarnos del tren, recogimos nuestras 2 mochilas por persona más ollas, carpas, anafe, gases para el anafe, y cuantas otra sarta de cosas se nos ocurrió traer, y nos dirigimos a la parada de micros. El próximo salía dentro de dos horas así que nos acercamos hasta el Vea más cercano y compramos jamón, queso y pan. Los sándwich ya empezaban a ser moneda corriente entre nosotras y no llegábamos a las 48 horas de viaje.

Tras cuatro horas llegamos a Tafí.
Así empezó nuestro viaje. No puedo negar que me siento orgullosa de haber viajado 26 horas en tren, evitado el micro y ahorrado más de 130 pesos, pero fue un comienzo totalmente agotador. El calor de Tucumán nos derritió la piel apenas llegamos y la suciedad y acumulación de sueño hizo lo suyo. Pero todavía nos queda mucho por delante, es más nos queda todo por delante!


Llegada a Tafí del Valle, el verde hipnotizaba la vista y el aire puro te impulsaba a respirar aún más. Con una llegada medio accidentada (dos micros se trabaron en la ruta que era como una serpiente zigzagueando al borde de un abismo) pero alrededor de cuatro horas después, ya habíamos llegado

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