La nada rodea la pérdida de misticismo.
Y yo sigo intentando entrar en él.
Deliro y me hundo en sus colores, juego a entenderlos y muero queriéndolos.
Me recuerdan a mi, millones de significados y ninguno verdadero.
Pienso y recuerdo, me envuelvo en esa idiotez pasada, cuando quise no ser y terminé siendo.
Río, los niños entienden más el arte, su ingenuidad justificada los deja ir más allá.
No recorro todo, la pantalla me llama.
Me recuesto en esa butaca intelectual
Y la vida pasa en un corto...
(7 minutos y 47 segundos después...)
No fue lo que esperaba, pero fue.
Subo la escalera que por mecánica me hace sentir inútil.
Los beatles me sorprende y termino de recorrer.
Una parva de niños dibujan lo que vieron y hacen nuevo arte.
Yo lo colgaría en la misma pared.
No quisiera ser pintor, todos mueren jóvenes, como si fuese una profecía, destino pintado, o raya con fin.
Juego a calcular las edades por los cartelitos y son pocos los que superan los 60.
Festejo con los invictos que siguen vivos.
Y vuelvo a jugar con los colores.
Los superpongo, amarro, combino y opongo.
Me meto dentro del cuadro por que me dejan y me quedo dormida entre los bailarines que se mueven frenéticos entre los gritos del canto.
Me asusto, a ver si me pierdo.
Sedada salgo por la puerta que me entró y vivo la ciudad como mi propio fondo de obra de arte.
Vuelvo a sentir que no soy y pienso como sería.
“Mami, mami, ese es el que me gustó a mi, el de la señora con cejas”
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