Es difícil comenzar a escribir sobre un viaje que acaba de terminar, por que el primer día parece haber ocurrido hace miles de años.
Para que un viaje cumpla con los requerimientos necesarios tiene que tener por lo menos cuatro cosas básicas:
Para que un viaje cumpla con los requerimientos necesarios tiene que tener por lo menos cuatro cosas básicas:
- El lugar correcto en el momento correcto
- La gente correcta para la etapa que uno está viviendo
- Estar dispuesto a todo
- No tener nada que perder.
Cada una de estas “normas”, “reglas de viaje” o como quieran llamarse, estuvieron presentes desde el primer día que comencé mi viaje.
El lugar correcto para el momento correcto era el Norte argentino y la vecina Bolivia. La gente correcta era la gente correcta de toda mi vida, seis individuos (que más adelante presentaré y llegarán a conocer de tal forma que temerán por su salud mental) que, al igual que la que les escribe, estuvieron dispuestas a todo y no tuvieron nada que perder. Ante esta última norma, vale aclarar que es más preventiva que otra cosa.
En los 36 días que estuve de viaje no creo haber perdido nada. Si cambiado, truncado, metamorfoseado, agregado, adquirido, ganado y hasta robado.
Un viaje de por si forma parte de la vida. Pero un viaje es también la vida misma. Perdón por caer en cliché baratos, pero creo que uno se encuentra sobre todo cuando está lejos de lo que comúnmente lo rodea. Un viaje se vuelve importante e imprescindible en la vida de uno cuando lo cotidiano se vuelve monótono y la necesidad de viajar se siente a cada instante.
Los viajes, por lo menos para mi, son una etapa decidida de cambio, el punto de quiebre que el ser humano busca para empezar aquello que tanto anhela y para terminar lo que tanto quiso. Es una forma de purificación, la ostia de los ateos y el bar/bat mitzva de aquellos que quieren pasar a una nueva etapa con su propio libro.
Fueron cinco semanas de crecimiento, de cambio y reflexión. Un viaje lleno de locuras, sentimientos y anécdotas imposibles de no ser contadas.
Es por eso que la segunda parte de este “Diario de viaje”, constará de tres partes (Norte, primera parte – Norte, segunda parte - Bolivia) y quien sabe cuantos capítulos.
Esta es solo la introducción de algo que será y que vendrá pero que tomará forma durante su proceso.
Espero que les guste y que disfruten de las aventuras y desventuras que el verano trae y deja.
“Buenas tardes niña de Tilcara”
Aymara
- La gente correcta para la etapa que uno está viviendo
- Estar dispuesto a todo
- No tener nada que perder.
Cada una de estas “normas”, “reglas de viaje” o como quieran llamarse, estuvieron presentes desde el primer día que comencé mi viaje.
El lugar correcto para el momento correcto era el Norte argentino y la vecina Bolivia. La gente correcta era la gente correcta de toda mi vida, seis individuos (que más adelante presentaré y llegarán a conocer de tal forma que temerán por su salud mental) que, al igual que la que les escribe, estuvieron dispuestas a todo y no tuvieron nada que perder. Ante esta última norma, vale aclarar que es más preventiva que otra cosa.
En los 36 días que estuve de viaje no creo haber perdido nada. Si cambiado, truncado, metamorfoseado, agregado, adquirido, ganado y hasta robado.
Un viaje de por si forma parte de la vida. Pero un viaje es también la vida misma. Perdón por caer en cliché baratos, pero creo que uno se encuentra sobre todo cuando está lejos de lo que comúnmente lo rodea. Un viaje se vuelve importante e imprescindible en la vida de uno cuando lo cotidiano se vuelve monótono y la necesidad de viajar se siente a cada instante.
Los viajes, por lo menos para mi, son una etapa decidida de cambio, el punto de quiebre que el ser humano busca para empezar aquello que tanto anhela y para terminar lo que tanto quiso. Es una forma de purificación, la ostia de los ateos y el bar/bat mitzva de aquellos que quieren pasar a una nueva etapa con su propio libro.
Fueron cinco semanas de crecimiento, de cambio y reflexión. Un viaje lleno de locuras, sentimientos y anécdotas imposibles de no ser contadas.
Es por eso que la segunda parte de este “Diario de viaje”, constará de tres partes (Norte, primera parte – Norte, segunda parte - Bolivia) y quien sabe cuantos capítulos.
Esta es solo la introducción de algo que será y que vendrá pero que tomará forma durante su proceso.
Espero que les guste y que disfruten de las aventuras y desventuras que el verano trae y deja.
“Buenas tardes niña de Tilcara”
Aymara
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