lunes, 25 de febrero de 2008


I Want To Hold Your Hand
( The Beatles )
Oh, yeah, I'll tell you somethin' I think you'll understand
When I say that somethin' I want to hold your hand
I want to hold your hand
I want to hold your hand
Oh, please say to me you'll let me be your man
And please say to me you'll let me hold your hand
Now let me hold your hand
I want to hold your hand
And when I touch you I feel happy inside
It's such a feelin' that my love I can't hide
I can't hide
I can't hide
Yeah, you've got that somethin' I think you'll understand
When I say that somethin' I want to hold your hand
I want to hold your hand
I want to hold your hand
And when I touch you I feel happy inside
It's such a feelin' that my love I can't hide
I can't hide
I can't hide
Yeah, you've got that somethin' I think you'll understand
When I feel that somethin' I want to hold your hand
I want to hold your hand
I want to hold your hand
I want to hold your hand

Segunda parte del Capítulo II

Segunda parte Capítulo II: Cafayate.

Me faltaba la puntita de los valles Calchaquíes. Llegamos a la tarde y alguien del que ya no recuerdo la cara pero que fue idolatrado en aquel momento nos subió a su camioneta y nos acercó hasta el camping. Primera mala noticia: la pileta tiene una rajadura y la están arreglando, en cuatro días está.... pero yo no.
Bueno que importaba, había arroyito no¿? Armamos las carpas, quien sabe por que, detrás de un muro donde los chusmas no ven, cosa de la que luego nos arrepentiríamos.
Salimos rumbo a la plaza a comer algo, no habíamos probado bocado en todo el día y eran por lo menos las seis de la tarde. Nos metimos en la oficina de turismo, preguntamos lo típico ¿mmm qué se puede hacer? ¿a dónde podemos ir? ¿algo raro que contar? y partimos a comer unos sambuches por ahí.











Nos llamó la atención un show en la plaza y nos acercamos. Al show, o mejor dicho al señor payaso le llamó la atención luli y la hizo participar.
La noche trajo lluvia y la lluvia darnos cuenta que la carpa estaba muy mal ubicada. El muro parecía una pared de tres metros y la carpa, debajo de un árbol que llovía espinas, tenía el piso pinchoso. No había luz ni un alma, o mejor dicho si almas pero no personas físicamente vivas cerca. Desclavamos las estacas y con un poco de ayuda rosarina movimos todo de lugar. Para que! La lluvia se transformó en tormenta y la tormenta en diluvio universal. Un galpón sirvió de refugio y las melitas de cena.





























Día nuevo sol nuevo. A las nueve partía la excursión por la Quebrada de las conchas, un lugar cercano a la pre cordillera que alguna vez fue el fondo del mar y en el que hoy se encuentran fósiles marinos. Como todo lugar turístico cada roca tenía su nombre: el obelisco, el castillo, el sapo, la garganta del diablo... pero más allá del nombre, el lugar impactó por su belleza. Pensar que alguna vez eso fue un mar te hace pensar lo infinito del tiempo humano.

El mediodía trajo otros sambuches en la plaza, siestas de árboles acogedores, malhumores acalorados, peleas por esos malhumores acalorados, lágrimas, sudor, arreglos amistosos, resoluciones, promesas y nuevamente la paz.
Seis bicicletas, pero con cambios eh!, resultaron ser nuestro problema de la tarde. “Pero si chicas! Vayan en bicicleta que son solo seis kilómetros y derechitos, es suelo fácil solo unas piedritas”. Del final de los seis quilómetros, un poquito caminando, un poquito arrastrando la bici, un poquito bicicleteando, se veía la ciudad chiquita y muy abajo. Si derecho, derecho para arriba! Pero la llegada trajo orgullo, río fresquito para meter las patas y pinturas rupestres con historias a cuestas. Un joven de no mas de quince años nos subió por la montaña en búsqueda de las cuevas del suri, prometiéndonos que no iba a llover. Nos contó sus creencias, como el duende mató a la madre que recién nacido su hijo lo ahogo y escondió debajo de una piedra, como al ser el año de la rata a las más viejas les crecen alitas y se convierten en murciélagos y de la punta de su colita les sale una gota de donde nace una serpiente y de veritas eh. La lluvia nos condenó a bajar por que la oscuridad llegó antes.
Nada mejor que una bajada en bicicleta, todavía sigo temblando por las piedritas que resultaron no ser tan chiquitas. Los frenos apretados para no volar, el viento y llovizna sopapeandote la cara y la alegría de que el día estaba terminando aunque hubiese durado solo 100 horas.
El anafe desertó y tuvimos que correr a comer unos lomitos antes que el diluvio nos volviese a visitar. Otra noche en el refugio que cada vez, con más gente, se hacía más cálido.
Al otro día partiríamos quien sabe a que hora, pero Salta capital nos esperaba. El camino a Cachi desde Cafayate estaba cerrado por las lluvias y tuvimos que variar un poco nuestro recorrido, pero son gajes del viaje y siempre lo supimos, Cachi nos esperaría más adelante.

jueves, 21 de febrero de 2008

Recuerdo de una visita al MALBA

Cinco ventanas de color en una pared blanca.

La nada rodea la pérdida de misticismo.

Y yo sigo intentando entrar en él.

Deliro y me hundo en sus colores, juego a entenderlos y muero queriéndolos.
Me recuerdan a mi, millones de significados y ninguno verdadero.

Pienso y recuerdo, me envuelvo en esa idiotez pasada, cuando quise no ser y terminé siendo.

Río, los niños entienden más el arte, su ingenuidad justificada los deja ir más allá.

No recorro todo, la pantalla me llama.
Me recuesto en esa butaca intelectual
Y la vida pasa en un corto...

(7 minutos y 47 segundos después...)

No fue lo que esperaba, pero fue.

Subo la escalera que por mecánica me hace sentir inútil.

Los beatles me sorprende y termino de recorrer.

Una parva de niños dibujan lo que vieron y hacen nuevo arte.
Yo lo colgaría en la misma pared.

No quisiera ser pintor, todos mueren jóvenes, como si fuese una profecía, destino pintado, o raya con fin.
Juego a calcular las edades por los cartelitos y son pocos los que superan los 60.
Festejo con los invictos que siguen vivos.

Y vuelvo a jugar con los colores.

Los superpongo, amarro, combino y opongo.
Me meto dentro del cuadro por que me dejan y me quedo dormida entre los bailarines que se mueven frenéticos entre los gritos del canto.
Me asusto, a ver si me pierdo.

Sedada salgo por la puerta que me entró y vivo la ciudad como mi propio fondo de obra de arte.

Vuelvo a sentir que no soy y pienso como sería.

“Mami, mami, ese es el que me gustó a mi, el de la señora con cejas”

martes, 19 de febrero de 2008

DIARIO DE VIAJE - PARTE II - CAPITULO II

CAPITULO II: Los valles Calchaquíes: Tafí del Valle, Amaicha, Cafayate


El viaje a Tafí fue hermoso. El verde crecía por todos lados e inundaba la vista. El camino, serpiente al borde de un abismo (que con el tiempo y otros viajes resulto ser tan solo una pequeña distancia con el suelo más cercano) imitaba al río que bastante más abajo jugaba a perseguirnos en sentido contrario.
Tafí no fue en un principio lo que me esperaba... no puedo negar que es hermoso, pero se asimilaba a un Cariló tucumano. Luego me enteré que era el lugar de veraneo de todos los terratenientes ricos de la zona y de San Miguel de Tucuman. Que diferencia sentimos esa noche cuando salimos con nuestros yogins y shorts, enfundadas en nuestros buzos super grandes y remeras sucias aún del viaje por que no llegamos al agua caliente y nos rodearon las bellezas tucumanas vestidas para matar!
Tras elegir entre los tres camping disponibles (elegimos el más grande, donde parecía haber más gente) armamos por primera vez nuestras carpas sin estreno y nos dispusimos a comer por primera vez a la cocina de nuestro nuevo y mini anafe. Para que! Fue la única vez que sirvió... después de eso se falseó y nunca más pudimos cocinar. Nos valió su buena plata y encima nos tiró el presupuesto a la basura con cada comida afuera.
Tras la panza llena de queso con fideos mantecosos (hechos por mi así que no puedo dejar de darme el crédito que estaban más que pasables, hasta me atrevería a decir ricos) fuimos al “centro” a tomar una cerveza. Bautismo de cerveza Norte! Que luego compitió con la Salta y nadie sabe quien se llevó el primer puesto.
Un tanto agotadas decidimos postergar nuestra salida nocturna para más adelante (coso que ocurrió con frecuencia en los primeros días...) y volvimos al camping... pero el destino, o más bien el camino hacia el baño, no nos iba a dejar dormir.
Con el cepillo de dientes en mano, ojos de lechuzas despiertas a mediodía y una pasta de dientes entre todas nos cruzamos con un grupo de rosarinos que nos retuvieron por un buen tiempo. Dos horas después cuando logramos llegar a las carpas, volvimos a encontrarnos con Adrián, un reciente egresado de publicidad y músico que viajaba junto a uno de sus profesores. Nadie sabe como ni por que pero Adrián terminó durmiendo en nuestra carpa... y nadie puede decir nada, era una de cuatro y éramos tres...
Nos despertamos y tarde, dejamos el mate con galletitas prometido para otro momento... de Adrián nos quedó su contacto, su buena onda y su primer disco, que al escucharlo nos quedamos maravilladas con esa voz que no pudimos escuchar en vivo.

Recorrimos el pueblo, sacamos fotos, nos resistimos a comprar por que: “mientras más subas, más barato”.

Esa misma tarde partimos a Amaicha donde nos encontramos con algo totalmente diferente. Si, seguía siendo Tucumán, pero Amaicha era exactamente lo que yo estaba esperando: un pueblo de calles de tierra, polvo en la piel y poco y nada más que la admiración por un pueblito pequeño, dormido de día y vivido en su plaza de noche.
Aprendí la primera lección esa misma tarde: las alpargatas con calor y una mochila de peso considerable (que con el tiempo o disminuyó o me fortalecí) sacan ampollas.

Caminamos un poco de más, pero llegamos al camping con pileta que el papelito, que nos dieron apenas bajamos del micro, prometía. Armamos todo a las patadas, nos pusimos las mayas que tanto esperábamos usar y corrimos a la pileta.
Será de “fifí” pero hay algo de las piletas “comunales” que no me gusta: el vaho a cloro y su color blancuzco que apenas te deja ver los pies, no es mi utopía de pileta. Igual para el calor no hay charquito sucio y nos zambullimos con gusto. La panza empezó a crujir y alguna recordó de un barcito lindo y con música alegre que habíamos visto a la pasada. Se llamaba Pakarin y allí probé por primera vez los tamales (carne dentro de polenta/ harina de maíz y cocinadas en caldo dentro de hojas de maíz). Debo decir que no me volvió loca y menos con cuarenta grados de sensación térmica, pero me gustaron y valió la experiencia.
Esa tarde fuimos a una de las pocas pero increíbles atracciones de Amaicha: el museo de la Pacha Mama. Fue hecho por Rector Cruz como un altar a la madre tierra y es imposible de explicar con palabras. Cada una de sus figuras representaban algo, la fertilidad, el día, la noche, la mujer, el traspaso de la vida terrenal a la espiritual, los diferentes estados de la luna...
Agarramos semi empezada la charla de un guía del lugar que nos explicó como se formaron geológicamente los Valles Calchaquíes y que había querido decir el artista con cada una de sus figuras y tapices. La vista desde el museo, que vale la pena decir que la mayoría es abierto por que las esculturas son de tamaños descomunales, era impresionante. Se veía todo el camping y gran parte de Amaicha. El tiempo nos retuvo ahí hasta casi la hora de comer. Nuevamente (si lo sé nos hemos convertido en unas sucias!) optamos por no bañarnos, pero la verdad es que los baños eran impresentables y no merecían la pena ser ensuciados aún mas.
Volvimos a cenar en nuestro lugarcito (de ahí salió la canción del viaje “como has hecho...” creo que de los nocheros, va nunca lo adivinamos) y terminamos la noche como todo el resto del pueblo: sentadas en la plaza principal, va la única plaza, viendo al a gente pasar, a los niños disfrazados jugar y por que no, nosotras también a caminar del brazo dando la vuelta manzana.
Es ahí donde me di cuenta que el ritmo del norte es totalmente distinto al que llevamos nosotras en la sangre. De día el pueblo se acuesta a dormir la siesta t de noche revive para mostrarse más alegre que nunca: altoparlantes que pasan la música de moda (distinta a la que estamos acostumbradas) niños, adultos, ancianos que comen “pororó”, algodones d azúcar y maní sin pelar.... es todo tan hermoso! El ritmo acelerado cuesta acomodarse, pero al poco tiempo lo logra.
Nos despertamos temprano.... demasiado calor! Para seguir en las carpas. Nos tomamos unos mates con pepas, nos duchamos en las canillas cerca de la pileta y partimos a conocer la famosa virgen de madera. Fue creada por un alemán llamado Schumacher y su particularidad era la posición y el estar casi desnuda. Parecia estar saltando de costado hacia una pileta, con los brazos estirados como cuando uno se tira de cabeza y sostenida por una especia de mano desde su cintura. La explicación decía que era la virgen trastabillando y que la mano de dios la sostenía para demostrarle que estaba con ella y que a pesar de las cosas malas nunca la dejaría caer. No soy creyente pero debo admitir que por lo menos el camino hacia la virgen fue hermoso. No tenía nada en particular más que sumergirse entre las casas locales y ver un costado más íntimo de Amaicha. Las niñas y señoras te saludaban al pasar, yl os vecinos se sacaban sus gorras que decían cocacola.
A la vuelta empezó a asomarse una tormenta que fue mucho de susto y poco de lluvia, pero igual nos apuramos, desarmamos todo y partimos con tiempo de sobra hacia la parada de micros. Nos esperaban dos horas hasta Cafayate.
Pero ese es otro cuento, que como veo que me extiendo más de lo debido, lo dejo para otro momento.

DIARIO DE VIAJE - PARTE II - CAPITULO I

CAPITULO I: EL COMIENZO.... un tanto incomodo

8 horas viajando...
Ya empiezo a dejar de sentir la parte posterior e inferior de mi cuerpo... hablo de las piernas obvio... lo que tantas veces amé hoy es una gran desventaja, no se donde poner mis piernas extensión mutante! Enfrente mío están Aino y Geri. Al mi lado, disputando por entrar en el asiento, yani.
Los asientos son de noventa grados, pero no nos podemos quejar, son de cuero (de ese en el que te pegas y duele cuando queres desadherirte, como si te estuviesen arrancando) y eso que pensamos que eran de madera! Pero bueno, no hay gallinas y los 35 pesos de clase turista valen contra los 180 del micro, por algo quisimos hacer un viaje de mochileras! Por ahora todo es positivo: los asientos mejor de lo que pensábamos, los vecinos de vagón muy buena onda y todos humanos... la verdad que el viaje empezó tal como me lo imaginé.
Los ventiladores son muy simpáticos. Sí, nuestro tren tiene ventiladores. Son pequeños y no tiran nada de aire, pero son lindo para ver, te hacen pasar el tiempo.
Cada tanto un hombre pasa gritando “cierren las ventanas hay pedradas”, y se escucha “sac sac sac” todas las persianas metálicas abajo! Al principio parecía divertido, pero cuando una casi me da por que el boludo de enfrente se quiso hacer el vivo y no la cerró, nos asustamos un poco.

18 horas viajando...
ya no siento la espalda. A la noche me tiré en el piso entre los asientos para ver si podía dormir algo, pero me fue casi imposible.
La tierra ya nos volvió marrones a todas, bue, a las chicas... Yani, la rubia de piel blanca como la nieve... ya es casi alcanza mi marrón de invierno. No se por que pero todas tenemos algo blanco puesto, va algo que solía ser blanco.
Nos quedan otras ocho horas de viaje y ya no veo la hora de llegar.

26 horas, llegamos!
Si, por fin, y con las ventanas bajas por pedradas, llegamos a la estación de San Miguel de Tucumán. Después de quien sabe cuantos mates, galletitas surtido y sándwich de milanesa llegamos!
Las empanadas que nos hizo la mamá de aino se echaron a perder. Era imposible que comiésemos esa cantidad de alimento! Ni siquiera en 26 horas! Todas llevamos algo de comer como si fuese el fin del mundo o como si por los próximos 36 día no fuésemos a comer, vamos somos pocos y nos conocemos mucho! Es obvio que el 80 por ciento de nuestro presupuesto será destinado a la comida.
En el tren decidimos no quedarnos a dormir en Tucumán capita y seguir directo a Tafí del Valle, lo que será nuestra primera parada.
Al bajarnos del tren, recogimos nuestras 2 mochilas por persona más ollas, carpas, anafe, gases para el anafe, y cuantas otra sarta de cosas se nos ocurrió traer, y nos dirigimos a la parada de micros. El próximo salía dentro de dos horas así que nos acercamos hasta el Vea más cercano y compramos jamón, queso y pan. Los sándwich ya empezaban a ser moneda corriente entre nosotras y no llegábamos a las 48 horas de viaje.

Tras cuatro horas llegamos a Tafí.
Así empezó nuestro viaje. No puedo negar que me siento orgullosa de haber viajado 26 horas en tren, evitado el micro y ahorrado más de 130 pesos, pero fue un comienzo totalmente agotador. El calor de Tucumán nos derritió la piel apenas llegamos y la suciedad y acumulación de sueño hizo lo suyo. Pero todavía nos queda mucho por delante, es más nos queda todo por delante!


Llegada a Tafí del Valle, el verde hipnotizaba la vista y el aire puro te impulsaba a respirar aún más. Con una llegada medio accidentada (dos micros se trabaron en la ruta que era como una serpiente zigzagueando al borde de un abismo) pero alrededor de cuatro horas después, ya habíamos llegado

lunes, 18 de febrero de 2008

DIARIO DE VIAJE - PARTE II - INTRODUCCIÓN


Es difícil comenzar a escribir sobre un viaje que acaba de terminar, por que el primer día parece haber ocurrido hace miles de años.
Para que un viaje cumpla con los requerimientos necesarios tiene que tener por lo menos cuatro cosas básicas:


- El lugar correcto en el momento correcto
- La gente correcta para la etapa que uno está viviendo
- Estar dispuesto a todo
- No tener nada que perder.

Cada una de estas “normas”, “reglas de viaje” o como quieran llamarse, estuvieron presentes desde el primer día que comencé mi viaje.
El lugar correcto para el momento correcto era el Norte argentino y la vecina Bolivia. La gente correcta era la gente correcta de toda mi vida, seis individuos (que más adelante presentaré y llegarán a conocer de tal forma que temerán por su salud mental) que, al igual que la que les escribe, estuvieron dispuestas a todo y no tuvieron nada que perder. Ante esta última norma, vale aclarar que es más preventiva que otra cosa.
En los 36 días que estuve de viaje no creo haber perdido nada. Si cambiado, truncado, metamorfoseado, agregado, adquirido, ganado y hasta robado.
Un viaje de por si forma parte de la vida. Pero un viaje es también la vida misma. Perdón por caer en cliché baratos, pero creo que uno se encuentra sobre todo cuando está lejos de lo que comúnmente lo rodea. Un viaje se vuelve importante e imprescindible en la vida de uno cuando lo cotidiano se vuelve monótono y la necesidad de viajar se siente a cada instante.
Los viajes, por lo menos para mi, son una etapa decidida de cambio, el punto de quiebre que el ser humano busca para empezar aquello que tanto anhela y para terminar lo que tanto quiso. Es una forma de purificación, la ostia de los ateos y el bar/bat mitzva de aquellos que quieren pasar a una nueva etapa con su propio libro.
Fueron cinco semanas de crecimiento, de cambio y reflexión. Un viaje lleno de locuras, sentimientos y anécdotas imposibles de no ser contadas.
Es por eso que la segunda parte de este “Diario de viaje”, constará de tres partes (Norte, primera parte – Norte, segunda parte - Bolivia) y quien sabe cuantos capítulos.
Esta es solo la introducción de algo que será y que vendrá pero que tomará forma durante su proceso.

Espero que les guste y que disfruten de las aventuras y desventuras que el verano trae y deja.

“Buenas tardes niña de Tilcara”
Aymara