martes, 10 de junio de 2008

Psicomanía

Es sabido que, en los últimos años, el misticismo ha llegado a mi vida para quedarse.
Si señores y señoras (para no tener problemas de género) se supone que, según mi destino, me casaré dentro de los próximos cinco años, tendré tres hijos y mi marido me va a llevar por lo menos unos diez años de diferencia (siempre me gustaron los jovatos).
Pero esa no es la cuestión. Lo que aquí intento narrar es la historia de mi primera vez frente a un brujo, perdón psíquico con los poderes suficientes como para evocar al más allá y a al señor que se supone que se encuentra allá arriba.
Resultó ser en verano, no tan caluroso todavía, pero verano al fin. Se aproximaban los últimos días de diciembre y mientras me alimentaba de los asados, tortas y torta fritas que mi familia me hacía en Uruguay, se me ocurrió pensar en mi futuro. Cosa no muy anormal pensará, si una es de esas que se pone metas en la vida y las tacha de la listita. Listita real, en papel y tinta... pero esa ya es otra obsesión.
Se dice que las Fernández, familia paterna, somos bastante de los yuyos, las animas y esa sarta de cosas, pero todavía nunca las había acompañado en una de esas anuales y reales visitas al psíquico. En una noche de mujeres, en las que los hombres se tapan los ojos o se escapan al bar de la esquina para no saber lo que estamos haciendo, citamos en la casa de mi tía al brujo. No era el de siempre, ese ya había fallecido hace unos dos años, pero que más daba, supuestamente el destino es uno solo lea quien lo lea.
Pasó mi tía, mi otra tía y antes de mi mamá y mis primas, entre yo. Ahí estaba, sentado en la cama de mi tía Mónica, con su ojo de vidrio y una botella de sidra de plástico. Acá debemos detenernos. El ojo de vidrio era totalmente real, sin exagerarlo. Lo malo, y lo que más impresión me daba, es que no era con el dibujito de un ojo, como el de los cuentos de niños o como el del ex jefe de mi papá, sino que era totalmente blanco. La sidra, en botella de plástico por que mi tía había comprado la más barata de todas, era su forma de invocar a los espíritus. Si, tras hacer lavar todos los pisos de la casa de adentro para afuera con sidra, se tomó la botella que quedaba.
Me senté en una silla y antes que nada me obligó a descruzar las piernas y brazos, ""no sea cosa de hacer una lectura errada", dijo con su voz susurrona y con aliento a... sidra.
Lo que pasó ahí dentro no fue nada del otro mundo. Me describió tal cual soy, para que yo confiara en él, me dijo mis pesares, penas y preocupaciones, como si yo no los supiera, me mandó a lavarme siete veces los pies en el mar o río y a no mirar atrás al alejarme y finalmente llegó a mi futuro. Si la parte que me interesaba.
Antes que todo debo admitir que todo lo que me dijo que iba a ocurrir hasta el momento, ha pasado. Será por que yo estaba predestinada a realizarlo por la influencia de sus palabras o por que realmente los espíritus le dijeron que era mi futuro. Sea lo que sea, hasta ahora pasó. Pasó todo, lo bueno y lo malo. Y lo que caprichosamente no quise cumplir, también pasó.
Hice cinco preguntas en silencio, consientes e inconscientes dentro de mi cabeza. Me las respondió tal cual yo quería y haciendo inca pie en eso que yo no había mencionado en voz alta.
Me dio sus concejos, perdón los concejos que los espíritus y sobre todo el espíritu santo le habían encomendado para decirme y me fui. Sin muchas cosas nuevas, y bastantes viejas, pero me fui.
En este mes, o el que viene, o el pasado, una persona o una pareja adulta tendrían que apoyarme incondicionalmente y resolver todos mis problemas. Creo que mis padres lo viene haciendo hace 21 años, pero que más da, tal vez algún tío lejano rico y con la suficiente plata como para comprarme una revista propia.
La cosa es que no fue la última, si la primera, que le leyeron las manos, las cartas, la borra de café, la espuma de la cerveza y hasta las plantas de los pies.
Creer o reventar, reclama el lugar común, yo tan solo lo tomo como un juego, que a veces se cumple y otras veces no.

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