lunes, 20 de junio de 2011

Prontos, listos, ya

Un juego de palabras en twitter llevó a una búsqueda inocente en google. Y de ahí a saber que esa frase infantil era un libro. “Prontos, listos, ya” de Inés Bortagaray. Enseguida, el capricho literario quiso tenerlo, mail madiante a mi prima, iba a ser un envío desde las tierras orientales.
Pero esta mañana el razonamiento irracional de una mente con problemas, me despertó temprano. Salí rumbo a Libertad, en busca de los complementos necesarios para preparar a Renata para su próximo viaje. Y la calle corrientes me recibió con la Hernández abierta. Fue sencillo, bastó preguntar y el libro que parecía inexistente en las librerías porteñas apareció como arte de magia. Al principio, mezcla de desilusión y dedos demasiados largos en búsqueda de un tomo cuantificado que me acompañara en los bares madrileños, la mueca de “es demasiado pequeño” apareció en mi cara. Agregándole que la letra era por lo menos un +16, me di cuenta que no me acompañaría más que un par de horas en algún café barrial. Y ahí partí, con una bolsa demasiado grande para tan pocas páginas.
El libro no me desilusionó. Una mezcla extraña de estar leyendo mi infancia y saber que el final agridulce de un comienzo se acercaba. Fueron las palabras, las sensaciones exactas que me hicieron leer lo vivido. Y después todo volvió. Como siempre, la vida real vuelve cuando la última página se termina. Y esa angustia de último sueño, de final despierto, de semiinconsciencia interrumpida. 
Los libros son como mi sonambulismo, cuando los disfruto, cuando los siento, me despierto con la impresión de haber creado un mundo paralelo donde digo lo que pienso y hasta yo desconozco. 


  
 

2 comentarios:

  1. Yas:
    Gracias por despertar los recuerdos.

    "Prontos, listos, ya!" es para nosotros, los de este lado, el inicio de juegos y carreras infantiles.
    No se por que, me trae recuerdos de Rocha, no de las playas cool de hoy, de la ciudad de Rocha:
    Allí me dejaban andar en bici en la calle y Alejandro tenía una bicicleta con asiento banana y flecos en los manubrios. Era la moto cross de las bicicletas. A veces me dejaba dar una vuelta y era, lejos, el mejor medio de transporte del Mundo!
    Un día salimos a la aventura, a "la caza de las mandarinas":
    La casa ocupaba toda una manzana, estaba rodeada de muros muy altos e impenetrables y una vieja loca con una escopeta, custodiaba los preciados frutos. Eso fué lo que Alejandro me dijo, y por que dudar de uno de mis héroes? (el otro era Marcelo, por supuesto).
    Así que mientras yo vigilaba que nadie nos viera (nunca pasó nadie) él trepaba el muro (si, el impenetrable), se perdía en el jardín y luego de quien sabe cuantos peligros, aparecía con las mandarinas.
    Volvimos a lo de la tía, pedaleando frenéticamente, con el botín oculto en la ropa y tratando de ocultar la exitación. Nadie debía saberlo, estábamos portándonos mal, que para él era moneda corriente y para mi, impensable!
    Y todo por el hecho de unirme a mi héroe en una aventura, porque ni siquiera me gustan las mandarinas!
    Patricia

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  2. Prima! la última vez te lo iba a dar para que lo leas! este jueves te lo doy! lo lees en unas horitas, es un hermoso libro! besote!

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