miércoles, 1 de octubre de 2008

Salir del trabajo

Sentado frente a una computadora, escucha música y nubla los ojos al quedarse colgado.
No sabe mucho, en verdad siente que no sabe nada, pero es tan solo su autoestima destruida.
Juega con el teclado pero no escribe nada. Mira a lo lejos a una de sus compañeras buscando conversación pero ella también esta perdida en esa pantalla cuadrada que ciega la vista.
La ventana está borrsada, la suciedad no deja ver el día. El café barato de la máquina se ha terminado y solo resta hundir uno de esos nuevos cafés instantáneos en sobrecito, en una taza manchada por la cafeína. Se refriega un ojo, el lente de contacto se desubica pero no pretende arreglarlo.
La rutina es rutina. Las mismas páginas de internet en orden progresivo de aburrimiento, algunas teclas más marcadas que otras, redes sociales prohibidas que seguramente solucionarían muchas horas de acefalía... los segundos se trancurren en minutos que se hacen horas que dejan de pasar, aunque pasen.
Tiembla , no es de frío, ni de calor. Tan solo tiembla. Vuelve a mirar por encima de su monitor, nada, la gente no baila con la música que resuena en su cabeza.
Imagina que pasaría si la locura se apoderara de él. Seguramente jugaría a que su silla es un auto chocador o tal vez, desnudo, correría por el pasillo al grito de "todos somos monos". Se ríe solo y su compañero lo mira extrañado.
Tipea, tipea, tipea... de lejos un celular que suena, ya no como los de antes, con alguna cumbia barata bajada de Ubbi.
Se levanta, va al baño, mea, se la va las manos, de paso la cara y vuelve. Se sienta y se incrusta los auriculares en sus dos casi sordas orejas.Otra vez en su mundo.
19.48. 12 insufribles minutos lo separan de la libertad. Lo que duraría un beso de su ex novia. Se clava la uña del dedo gordo en la palma de la mano derecha. Se prometió hacerlo cada vez que Valeria apareciera en su mente. No vale la pena, pero tampoco pensar en ella.
Suspira, se hunde en su silla pero antes del segundo se vuelve a sentar firme. No debe mostrar pereza en el trabajo, por lo menos eso decía la nota de la revista de recursos humanos que se compró hace un par de semanas en el subte. Realmente odia la forma en que la información más irrelevante se le clava en la mente. Como cuando su psicólogo le dijo que si cada vez que pasa por abajo de un puente y pide un deseo y a la vez piensa en camellos, ese deseo nunca se le cumplirá. O como se le viene a la mente, desde la nada más profunda, los momentos más vergonzosos de su vida, para atormentarlo.
Leer sobre la correcta respiración de nada le sirvió. Sigue agitándose por nada y el costado izquierdo de su pecho se oprime cada tanto, como un ataque cardíaco ficticio.
Aunque quiera, nunca logrará que sus manos toquen la punta de los pies teniendo las piernas totalmente estiradas. No sirve para eso y la panza de cerveza cada vez lo deja más lejos de su meta.
Reírse de sus propias desgracias, convertirlas en chistes ácidos para que dentro de un monólogo depresivo, sirvan de diversión a los demás, es su especialidad. Sus ojos viscos, el cansancio que le cambia a las palabras su orden... todo es un chiste en su vida.
Cuando no sabe grita. grita con bastante frecuencia.
Cuando sabe, lo agranda más de lo que es.
La mayor parte del tiempo habla sin sentido, sin ganas, sin vocación. Solo habla.
19.59. Un minuto y se termina la agonía.
...
...
Afuera el sol cae, pero en vez de pensar que perdió toda una tarde encerrado en su caja de call center devaluado, piensa en la maravilla de ver la primera estrella salir... Afuera todo vuelve a ser lindo, brillante por la lluvia que acaba de lavar las veredas y hasta la suciedad deshecha es amiga.
Salir del trabajo siempre es un placer y un cambio de visión.

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