miércoles, 5 de mayo de 2010

Imaginándote


El problema de vivir de la imaginación es que la realidad se torna opaca. Cuando soñar no cuesta nada, el precio final es mayor.

Los colectivos se tornan más amistosos, pero a la hora de bajar y volver a caminar, uno recuerda que lo que estaba en la cabeza no era real. Que la conversación nunca existió y que, cambiar las voces, no sirve de nada.

Que la clase de política internacional se vuelva un amor imposible en la India también puede llegar a alterar los factores de este mundo tan transnacional. Y es por eso que a veces, vivir de la imaginación puede ser un grave problema.

Un instante de felicidad y sonrisas acompasadas por los versos de canciones berretas incrustadas en las orejas, puede costar una amargura de 23 horas diarias. ¿Qué pesa más? Quién lo quiere saber… si son tan sabrosos esos minutos donde los pasos no duelen y las piernas juegan con los saltitos ajenos.

El problema de vivir de la imaginación es que la realidad se torna insoportable. Como la abstinencia o la ausencia de chocolate amargo en un invierno sin chimenea. Más vale cantarle las cuarenta que vivir leyendo los diarios.

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