lunes, 25 de agosto de 2008

Salta la cuerda...

Ella saltaba la cuerda con la inocencia de una niña pero no se daba cuenta del movimiento de sus pechos que se movían a des ritmo. Sacaba su lengua, teñida de rojo, por un chupetín que, ante la impaciencia infantil, había destrozado con los dientes. No era una lolita, eso estaba claro desde un principio, pero parecía querer seguir siéndolo. Sus casi veinte años estaban disfrazados bajo una pollera demasiado corta y unas medias cancán de lana.
Sin embargo, su felicidad parecía excitarla y aún más a los que la rodeaban. Nada la motivaba más que una soga sumbándole al oído. Nadie podía ganarle, eran años de experiencia, décadas de saltar la cuerda...
Mis ojos siguieron caminando, ya no se posaron más en su pantorrillas. Sabía que al día siguiente volvería a verla, no me preocupaba. Seguramente con un día más de vida, con un salto más de sus formas exageradas, cubiertas por un querer infantil que cada vez se apoderaba menos de ella.

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