domingo, 28 de marzo de 2010

Mi primera vez


El primer sexo de una mujer (no me atrevo a hablar por los hombres) con otra persona (no me atrevo, en este momento, a hablar del sexo con una misma) es esa primerísima vez que rozas la piel de otro (no me atrevo a hablar de géneros) y el vientre se te pega a la médula espinal. Es esa vez que el común llama piel de gallina. El abdomen se contrae tanto, pero tanto, que sentís ser más flaca que nadie. No tiene edad. No me atrevo a decir una edad. Pero una lo siente. Una lo sabe. Es esa primera vez tan mencionada. Quizás no se lo digas a tus amigas, quizás no lo sepa nadie más que vos. Pero esa es tu primera vez. No implica miembros específicos. No implica amor. Implica roce, contacto, agallas, sentir que la piel de alguien más provoca más ruido que tus propias entrañas. Es un dolor de panza pero más. Es el primer dolor de corazón pero más. Nada tiene que ver con el amor, pero más.

Es que el primer sexo es tan importante como el último, salvo que recordás su nombre. Es que ese primer sexo es el que uno más siente. En el jardín, en cuarto grado, en la caída en el recreo de segundo, en la primera vez sola en la calle, en esa vez que querés pensar que ya está, pero después te das cuenta que no.

Es que el primer sexo es tan importante como el último, salvo que lo sentís. Son las horas contadas después de ese contacto, las vibraciones sentidas cada vez que lo recordás.

Es que el primer sexo es eso, todo. Eso todo. Todo eso. Sentir que ya no importan las miradas, por más que tu vida se cuente en miradas. Saber que solo se siente y que nadie más lo hará como uno cree que lo hace (siempre me pregunté si la intensidad de la sensibilidad es la misma para todos, cada uno en su sistema métrico, o que yo, egocéntrica empedernida, pienso que siento más).

El primer sexo es tan importante como el último, pero uno lo olvida (nunca el nombre) casi tanto como los otros. Es difícil diferenciar entre tanta mezcla. O entre tan poca mezcla. Porque, al fin y al cabo, el primer sexo es el principio de lo demás. El primer roce, el primer aliento interno, no la primera vez que el mundo llamará tu primera vez, la cresta de la ola, la incertidumbre de la nada, la mierda del Río de la Plata. Es una más, pero es esa, la primera vez.

El primer sexo es tan importante como el último, por eso algunos creen que no se olvida, se sigue sintiendo, se sigue pensando que el amor, el puro y basto amor, es eso, lo que muchos llaman, mi primer sexo. Quién se equivoca no lo sé. Por lo menos yo creo no haberlo olvidado.

5 comentarios:

  1. Yasmín tenés una pluma muy sensible para todos los temas. Sólo no pondría tantos paréntesis en los textos. Le quitan elegancia a tu creación. Pero, es solo una muy subjetiva opinión. No dejes de escribir, por favor.

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  3. Qué bueno que te hayas animado con temas bien personales y jugados, Yasmín. Pero falta lo principal. No decís nada concreto sobre tu primera vez. Sólo generalidades y rodeos. ¿Y si abordaras el tema en un segundo posteo sobre la misma cuestión?
    L.

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  4. Buenísimo, Yas. Estoy de acuerdo en muchas cosas con vos, más allá de las obvias diferencias genéricas fisiológicas. Me gustó que transmitís cierta dulzura e inocencia en el texto, como si pensar en ese momento te trasladará hacia ese estado, y más.

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  5. Amo las críticas, constructivas no, es verdad gustavo muchos () y es verdad Luis, muchas vueltas... pero quizás se malentendió. No quise hablar de mi primera vez sexual sino el primer roce de piel que me electrizó. Cuando la piel de otro pesa más que la propia.
    Gracias a todos! cariços brasileros!

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