domingo, 12 de abril de 2009

Recortes de santa semana

Siempre fui de las que se comen su huevo de pascua en un solo día. Por mas grande que sea, picoteando de a poquito en escapadas a la cocina o teniendolo cerca y lejos, en la otra punta del escritorio.
Detesto a la gente que quiere que sus perros sean amigos tan solo por compartir la misma raza. ¿A caso uno se hace amigo de todos los que tienen ojos verdes, por tener ojos verdes? ¿o los rulosos andan de la mano por compartir el Frizz? Señoras y señores, los perros de la misma raza no se quieren, generalmente se ladran y tiran mordiscones al aire, aún más si son caniches odiosos o pequineses gritones.
También me molesta aquellos que se acercan a perros “igualitos a los suyos” y los tocan como si fueran propios. No, no y no. No todos los labradores son tiernos y amorosos y no todos los beagles te besan la mano en búsqueda de comida. También muerden, desconfían, gruñen y tienen días malos.
Disfrutar de las últimas horas de verano es no saber si guardar el vestido blanco en la baulera o dejarlo a mano por si el otoño se arrepiente. Pero no recuerdo semana santa sin calor, o si, pero prefiero no hacerlo.
Fueron días sueltos, horas traspapeladas entre pigmentos de cultura y apuntes subrayados de más. Fueron cafés fríos, helados, y calientes. Caminatas conmigo misma y extrañar a las extrañables. Una semana santa rápida, con calles semi vacías pero no tanto, con subtes semi vacíos pero no tanto. Con palomas que pelean contra miles de pájaros pigmeos por un trozo de cookie acompañante de café y pierden, por que más es menos, y menos es más. Con recortes de la realidad que finalmente se juntan para hacer una nueva semana. Para decirnos que, aunque la burlemos, la rutina siempre regresa.

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