Un saquito de café, si de café. Otro saquito de té, uno de mate cocido, uno de manzanilla... elijo el de café. Tres cucharitas de azúcar o dos sobrecitos de equalsweet. Una mancha de café sobre mi libreta. Casi me borra una dirección. La delineo y le escribo café adentro. Ahora es ¿arte?
Me cuesta ver que las horas pasan y yo en frente a una pantalla. Mi vida se resume muchas veces en ese cuadrado. Llamo a alguien, me tiembla un poco la voz, siempre me pasa, todavía no estoy acostumbrada. Tal vez nunca me acostumbre. La Tota está en el ensayo de Bailando por un Sueño y me pide que espere, que lo llame después de las seis. Agradezco, suprimo un suspiro y sigo escribiendo.
El otro día entrevisté al secretario privado de Alfredo Palacios. Tiene alrededor de 80 años y subió la escalera de su biblioteca como si tuviese veinte. Tengo que ponerme las pilas, hacer algo que me guste y que no tenga que ver con la escritura, sino a los cuarenta no voy a poder ni caminar.
Es miércoles, día de sumario en el trabajo, y nunca hay mucho para hacer. Cuestiones de ritmo en el periodismo.
Yás, pero sabés que del otro lado del conurbano te esperamos con mate y galletitas. No te quedes en el cuadrado. Lo más lindo es cuando uno puede volver a entrar, fresco, de donde salió.
ResponderEliminarYa estás entre mis blogs